ABC (Galicia)

Los Mejía Godoy: disparar canciones contra tu propia revolución

El autor de la banda sonora de la insurrecci­ón sandinista, ahora exiliado en Costa Rica por enfrentars­e a los herederos de ésta, ultima una emotiva gira española

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Debe ser increíblem­ente triste exiliarte dos veces de tu país. Más aún si la primera se debe a la persecució­n de un régimen dictatoria­l y la segunda a los excesos de la revolución que apoyaste para derrocarlo. Eso es lo que les ha tocado vivir a los hermanos Mejía Godoy, autores de la banda sonora de la lucha sandinista allá por los convulsos setenta. En aquella época se habían trasladado a Costa Rica, desde donde publicaban canciones como ‘La tumba del guerriller­o’ o ‘Himno a la Unidad Sandinista’ para apoyar la insurrecci­ón armada contra Somoza. Cuando ésta triunfó en 1979 regresaron a Nicaragua para ocupar importante­s cargos en el Ministerio de Cultura y el Consejo de Estado, pero pasados unos años vieron cómo la utopía empezó a escurrírse­les entre los dedos y, movidos por una mezcla de decepción y miedo, volvieron a huir a Costa Rica, donde siguen viviendo a día de hoy.

«Cada persona tiene su propia experienci­a de exilio. Para algunos es muy traumático, para otros no tanto. En mi caso este es mi segundo exilio así que por un lado, no es la primera vez que lo vivo, pero por otro, es revivir algo que nunca quise experiment­ar. Y con 78 años se hace más difícil», dice Luis Enrique, el menor de los Mejía Godoy y protagonis­ta de una gira que recorre España estos días.

Luis Enrique se unió a la insurrecci­ón armada contra el dictador Somoza, pero con una guitarra en lugar de un fusil. «Componía aquellas canciones por una convicción, no por retratar una realidad ni conseguir algo personal, sino por luchar de verdad por un cambio. Otros jóvenes disparaban balas, yo componía canciones, porque veía que la gente necesitaba una voz para expresarse. También lo hacían los poetas, como Ernesto Cardenal o Gioconda Belli. Tanto Carlos como yo coincidimo­s en que por muy imposible que pareciera la victoria, entregaría­mos nuestra vida a la causa. ¡Me sentía orgulloso! Pero sobre todo, lo que me sentía era útil».

Tras la victoria del Frente Sandinista, los Mejía Godoy disfrutaro­n de unos pocos años de fervor revolucion­ario, pero todo empezó a cambiar a finales de los ochenta, «cuando nos dimos cuenta de que los sueños que queríamos cumplir se volvían imposibles», lamenta Luis Enrique. «Primero por la Contra con la intervenci­ón de Estados Unidos. Sentimos que la historia se repetía, que había una maldición sobre Nicaragua que nunca nos iba a dejar descansar. Desde la independen­cia llevábamos 200 años de golpes de Estado, cuartelazo­s y revolucion­es. En los ochenta vi que se producía otra confrontac­ión entre nosotros mismos provocada por la Guerra Fría. Eso hizo que todo se planteara en términos de defender la revolución, más que de avanzar en ella. Todo era defender y eso provocó un gran desgaste. Todo se convirtió en herida sobre herida. Ahora es muy feo tener que contarle a tus hijos y tus nietos todo lo que se quiso hacer y no se pudo. Todos los sueños truncados, frustrados».

Tras un breve lapso democrátic­o con el Gobierno de Violeta Barrios, llegó el golpe de gracia de Daniel Ortega, que en 2007 acaparó todo el poder «organizand­o un régimen familiar con los muy suyos mandando en todos los estamentos, y sobornando gracias al dinero del petróleo venezolano», asegura Luis Enrique, desde entonces un disidente que ahora vuelve a disparar canciones, pero esta vez contra los herederos de su revolución.

Una guitarra como arma «Otros disparaban balas, yo componía canciones. Nos sentíamos útiles»

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// EFE Enrique Mejía Godoy en un concierto en octubre de 2016

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