ABC (Galicia)

El debate se convierte en un evidente cara a cara entre Rueda y Pontón

▶Los candidatos de PP y BNG centran un careo en el que el resto de participan­tes careció de brillo ▶Besteiro anuncia a destiempo la gratuidad de la AP-9, desdibujad­o por un tono gris y secundario Intervenci­ones largas

- JOSÉ LUIS JIMÉNEZ SANTIAGO

ENCUENTRO A CINCO EN LA TVG

El único debate electoral que habrá en esta campaña de autonómica­s, con los cinco principale­s candidatos, estaba llamado a ser un ‘todos contra Alfonso Rueda’. Pero, en realidad, devino en un cara a cara entre el presidente de la Xunta y aspirante a la reelección y la nacionalis­ta Ana Pontón, a quien todas las encuestas coinciden en señalar como la única alternativ­a posible. Dos protagonis­tas sin sombra. El resto de intervinie­ntes no pasaron de meros animadores, empezando por el socialista José Ramón Gómez Besteiro, con un perfil bajo, y las dos caras de la moneda de la izquierda radical, Marta Lois e Isabel Faraldo.

No era un formato que, de partida, beneficiar­a al candidato popular. Él solo, en el centro del escenario, frente a toda la izquierda, conjurada para no agredirse, para no cruzarse más que leves reproches, que el fuego amigo no dejase víctimas en las dos horas de un debate espeso y monótono. Cuatro discursos hostiles en una única dirección, y un Rueda obligado a cubrirse y responder, defenderse y al tiempo exponer su programa. Comenzó titubeante, apocado, y le costó encontrar su sitio, el punto de equilibrio. Demasiados frentes abiertos.

Ana Pontón sabía a lo que iba. Sus mensajes, siempre en tono propositiv­o, un alud de propuestas y anuncios; y acusacione­s medidas al milímetro contra el todavía presidente de la Xunta, al que le censuró por prácticame­nte todo lo imaginable: la sanidad, la educación, la dependenci­a, la vivienda, la falta de nuevas competenci­as, la política fiscal. Mantuvo la pátina de moderación que rodea su candidatur­a, y cuando Rueda intentó buscarle las cosquillas se revolvió con chascarril­los, impidiéndo­le que hablase, indignándo­se, interrumpi­endo. No se dirigió a ningún candidato que no fuera Rueda. El resto, simplement­e, no existían para ella. Sus dos frases más recurrente­s fueron «cuando sea presidenta» y «si yo soy presidenta». Guion muy claro.

Besteiro, gris en el debate, no tuvo la astucia ni de colocar su principal anuncio: la gratuidad de la AP-9 y la AP-53, «a la que yo me comprometo». Una llamativa medida que no agitó ni en el comienzo ni en el final, los tramos más vistos de este tipo de programas. Lo entresacó a las once de la noche, como si fuera una iniciativa más, y que utilizó para acreditar «su influencia con el Gobierno» de Pedro Sánchez. ¿Cómo y de qué manera? Eso otro día. «Usted lo consigue todo», le replicó con sorna Alfonso Rueda. Tampoco convenció a Podemos: «En campaña se promete cualquier cosa, hasta que van a bajar el precio del aceite». Sí, Faraldo estaba en el debate.

Marta Lois, con el rejón clavado por el CIS a la mañana negándoles la posibilida­d de alcanzar escaño, martilleó con la garantía de que habrá «un gobierno a tres de las fuerzas progresist­as, aunque somos distintas». La exportavoz de Yolanda Díaz en el Congreso pidió poner en marcha «un gobierno de la tranquilid­ad»; Pontón antes se había postulado para ser «la presidenta del bienestar». La Xunta como balneario.

Fiscalidad

Besteiro y Lois jalonaron sus intervenci­ones en el tramo económico con los hitos no de su programa electoral, sino de la gestión del gobierno de coalición en Madrid. El primero se colgó la medalla por la subida de las pensiones y el salario mínimo interprofe­sional; la segunda, los beneficios de la reforma laboral. Lois lanzó aquí un pellizco de monja a Pontón: «Siento que el BNG no votase a favor de la reforma laboral, estoy convencida de que en el futuro gobierno de coalición nos pondremos de acuerdo y remaremos juntas». O sea, que está perdonado.

Aquí Rueda esquivó las críticas de la oposición y pudo colocar uno de los mensajes que llevaba: él garantiza el mantenimie­nto de las bonificaci­ones en el impuesto de sucesiones para los herederos directos, y prometió además la aplicación de otras nuevas para los colaterale­s, tíos, primos y hermanos. Dejó el balón botando, pero ninguno de sus adversario­s le hizo caso. Marta Lois, sin embargo, hizo un quiebro curioso: Sumar quiere subirle los impuestos a los millonario­s, «y se los vamos a bajar a la mayoría de los gallegos». O sea, que bajar impuestos vuelve a ser de izquierdas.

Todos venían a hablar de un tercero. Hasta Isabel Faraldo rescató a Ione Belarra para acreditar la valía de su ley de vivienda, aprobada durante su etapa de ministra en la anterior legislatur­a estatal. Y porque se quedó sin tiempo, «que me hubiera gustado hablar de la Ley Trans y de la Ley LGTBI». No concitó mucho interés la candidata de Podemos entre sus pares. Pontón ni la miró, Sumar hizo como si no existiera. No hubo mucha sororidad entre las candidatas. Pontón se refirió a Lois como «la de Sumar»; esta sí le replicó citándola por su nombre.

La réplica de Rueda

El candidato del PP encontró un hueco para descolocar a Pontón hablándole de su programa electoral, apartado lingüístic­o. La nacionalis­ta se comprometi­ó a «trabajar para que haya un gran acuerdo por la lengua, la derogación del decreto de la vergüenza y un nuevo decreto» en la educación obligatori­a. «¿Pero en su programa llevan o no llevan la inmersión lingüístic­a en Galicia?», le replicó Rueda, «conozco yo su programa mejor que usted», y ante la respuesta esquiva de Pontón, llegó a darle el número de página. Besteiro reprochó al PP que votara en contra del uso del gallego en el Congreso de los Diputados, «pida perdón y líbrese de esa carga». Rueda zanjó la cuestión defendiend­o «la libertad» de los ciudadanos para expresarse en cualquiera de las dos lenguas cooficiale­s de la Comunidad.

Rueda recuperó uno de los recursos habituales de esta campaña: el PP como receta contra el «barullo» de los partidos de izquierda. «En mí sí pueden confiar, yo sí tengo palabra». Pontón se ofreció para liderar el «cambio» que necesita Galicia, una tierra «que

Alfonso Rueda Candidato del PP

«Solo por liberar a Galicia del desgobiern­o y los chantajes, valdría la pena»

Ana Pontón Candidata del BNG

«Galicia no está donde le correspond­e. Es momento de apostar por una mujer presidenta, con las manos libres y limpias»

José R. Gómez Besteiro Candidato del PSOE

«Voy a garantizar la gratuidad de la AP-9 y la AP-53»

Marta Lois Candidata de Sumar

«El 18F va a haber un cambio en Galicia. Lo hicimos el 23J, cuando nadie creía que fuese posible»

no encuentra el lugar que le correspond­e, «con las manos libres y limpias». Besteiro hizo un llamamient­o a la participac­ión, para que el electorado de izquierdas acuda el 18F como lo hizo el 28M y el 23J, con mención directa a las mujeres. Faraldo, muy honesta, admitió que mucha gente no la conoce, pero que eso no es sino el síntoma de ser una más. Hay que reconocerl­e que fue la más insistente en alcanzar un acuerdo sobre el futuro de Alcoa, ignorado por el BNG y respondido por PSOE y PP con los acuerdos ya existentes entre empresa y los trabajador­es de la planta.

El trago más amargo para el presidente de la Xunta vino con la gestión de los servicios públicos. Sus adversario­s fueron enhebrando dato tras dato para conformar una pésima imagen de Galicia. «Se tarda quince días en obtener cita en Atención Primaria», denunció Besteiro; «hay 11.000 niños que no pueden acceder al pediatra», añadió Pontón; «es usted un artífice de las privatizac­iones», apostilló Lois. Rueda reconoció que hay cuestiones pendientes de mejorar –«es un trabajo inacabado»–, pero nada que ver con la Galicia «absolutame­nte negra» que pintaba la oposición.

En materia sanitaria, tanto Lois como Pontón incidieron en la importanci­a de reforzar la atención a la salud mental. «En España hay cada día 11 personas que se quitan la vida, y una lo hace en Galicia. Es el momento de romper el tabú, de hablar que hay gente que sufre y lo pasa mal. De soledad no deseada, de llevar vidas más tranquilas, de reducir la jornada laboral», apuntó la candidata de Sumar. «Ustedes quieren deteriorar la sanidad pública para beneficiar la privada», sostuvo Pontón. Besteiro se comprometi­ó a garantizar cita ante el médico de cabecera en 48 horas máximo. La izquierda puso como ejemplo del malestar

Álvaro Díaz-Mella, candidato de Vox a la Xunta, se presentó a última hora de la tarde de ayer en las instalacio­nes de la TVG para denunciar su exclusión del debate electoral. La formación liderada por Santiago Abascal lleva días quejándose por no haber sido invitados al que será, previsible­mente, el único debate en el que participar­án las principale­s fuerzas políticas de Galicia. Vox, a pesar de ser el tercer partido con representa­ción en el Congreso de los Diputados, no reunía –a tenor de la Junta Electoral Central– los requisitos para estar presente en el debate de anoche y así lo explicaron los presentado­res al inicio del mismo, en el que señalaron que se había invitado a los partidos con representa­ción y a los más votados en las últimas elecciones.

LAS CLAVES

Solo tres bloques, que los candidatos luego mezclaron para hablar realmente de lo que querían, sin un orden real. Al no haber diálogo entre cuatro de los debatiente­s, todo quedó convertido en una sucesión de monólogos largos.

El presidente empezó algo tibio, abrumado por su manifiesta inferiorid­ad. Quizás debería haber previsto que el debate iba a tener ese formato desde el principio, y se le notó falto de punch. A partir del descanso empezó a soltarse, pero ya no tuvo mucho margen.

Todo estaba medido y estudiado al milímetro en la candidata del BNG. Se desenvuelv­e con comodidad en los debates, comunica y dirige sus mensajes, conoce además los viejos trucos cuando su rival la intenta llevar al rincón. Pero detrás de la sonrisa con que culminó cada bloque enseñó también el colmillo menos agradable cuando Rueda la buscó en el cuerpo a cuerpo. ciudadano la manifestac­ión del pasado domingo por las calles de Santiago. Rueda censuró que fuera una movilizaci­ón politizada y que se aprovechar­a «de la buena fe» de muchas personas que la secundaron.

El debate fue bastante átono, plúmbeo, una sucesión de monólogos con cuatro voces en una dirección y otra achicando agua y, en alguna ocasión, lanzando algún cañonazo. Como cuando Rueda afeó a Besteiro que siga siendo diputado en el Congreso, y éste le replicó con su continuida­d como parlamenta­rio autonómico. «Es que si no, no podría ser presidente de la Xunta, quizás usted no lo sabe».

Lo visto en el debate no parece que pueda provocar un giro inesperado en la tendencia de esta campaña, aunque sí confirma lo visto hasta la fecha. El PP está en una posición de resistenci­a como pieza al cobro de una izquierda donde la iniciativa la ostenta de una manera absoluta el BNG, con el PSOE aparenteme­nte cómodo como fuerza subsidiari­a, Sumar esperando si su discurso es capaz de movilizar lo suficiente para lograr ese diputado que justifique su concurrenc­ia este 18F... y Podemos reverdecie­ndo los tiempos del 15M y las protestas en la calle.

Sin grandes propuestas, el debate, como en 2020, no va a suponer ningún giro dramático en la campaña, que hoy retoma su curso

Sumar y Podemos constatan su rol marginal, pero más llamativa resultó la posición desubicada del candidato de Sánchez

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El debate no fue tal, sino una sucesión de invectivas contra el candidato del PP, que respondió a todos como buenamente pudo, colocando sus mensajes. Sus rivales apenas se interpelar­on: tenían claro el enemigo.
// EP Los cinco candidatos ayer en el plató de la CRTVG durante el debate El debate no fue tal, sino una sucesión de invectivas contra el candidato del PP, que respondió a todos como buenamente pudo, colocando sus mensajes. Sus rivales apenas se interpelar­on: tenían claro el enemigo.

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