ABC (Galicia)

Jesús Carrasco, premio Biblioteca Breve con su loa al trabajo manual

▶ El autor de ‘Intemperie’ firma con ‘Elogio de las manos’ una novela «curativa y luminosa»

- DAVID MORÁN BARCELONA

«La mañana en que pusimos un pie por primera vez en aquella casa ya sabíamos que la iban a derribar. Era solo cuestión de unos pocos meses, un año, a lo sumo», escribe Jesús Carrasco en la primera página de ‘Elogio de las manos’. Sólo una frase y, sin embargo, todo un mundo: la casa en ruinas como metáfora de la vida y los escombros como camino de baldosas amarillas hacia la inevitabil­idad de la muerte. «Fui yo, sin que nadie me obligara, el que le entregué a la casa una parte sustancial de lo que soy: mis manos», añade el extremeño, autor de aquel bombazo editorial que fue ‘Intemperie’ y, desde ese lunes, ganador de la 66ª edición del premio Biblioteca Breve que otorga la editorial Seix Barral.

El galardón, dotado con 30.000 euros, ha recibido este año 772 manuscrito­s; un aluvión de ejercicios metalitera­rios sobre el proceso de escritura; un 3,37 por ciento de libros sobre «lo rural, el costumbris­mo y la naturaleza»; y, vaya, sólo un 0,84 por ciento de textos dedicados a la superación personal. Difícil escoger dónde situar ‘Elogio de las manos’, a la que el jurado formado por Pere Gimferrer, Rafael

Arias, Lola Pons, Elena Ramírez y Rosario Villajos presentó como «una novela curativa y luminosa que narra el proceso de restauraci­ón de una casa en el campo que termina redimiendo a la familia que la ocupa».

Un viaje al campo vacío y vaciado desde una perspectiv­a urbana que Carrasco, bregado en el wéstern ibérico y el realismo familiar, aprovecha para pergeñar «una hermosa parábola sobre el trabajo manual como origen del arte». «Esta novela surge con el título, y esto tiene sentido para mí, porque me he dado cuenta de que si hay algo que no me cansa es trabajar con las manos», explicó el propio Carrasco, a quien, maravillas el ‘timing’, la llamada para anunciarle que había ganado el premio le pilló pintando el lavabo de casa. Sí, con sus manos. «Es lo que sucede dentro de una casa con lo que tenemos más a mano», resumió Carrasco a la hora de explicar qué ocurre dentro de su cuarta novela.

Trabajar y reparar

Las manos, queda claro, son importante­s. Y no sólo porque el también autor de ‘La tierra que pisamos’ y ‘Llévame a casa’ las coloque en el título, sino porque, asegura, son ellas las que acaban contando la historia. «No vemos lo que sucede a través de la mirada, sino de las mano», aseguró Carrasco. Manos que reparan, trabajan y saludan. Manos que sangran, escriben y alimentan. «Sin manos no habría escritura, ni bisontes en Altamira, ni artesanía, ni fuerza de trabajo, ni proletaria­do, ni capitalism­o, ni revolución industrial ni descubrimi­ento de América», reflexiona el autor.

Y sin manos tampoco existiría una novela que en su escala más superficia­l, pura sinopsis de faja editorial, relata cómo el narrador y su familia llegan a una casa semiderrui­da que, antes de ser pasto de las excavadora­s, se convertirá, convertirá­n, en un acogedor refugio. Un espacio de convivenci­a para amigos, conocidos y animales –doce gallinas, dos perros y varios caballos y burros, por concretar un poco– y, sobre todo, una foto fija de un presente condenado al que, sin embargo, se le exprime toda el jugo posible. La casa, una vez más, como metáfora esa vida a la que nos entregamos aún sabiendo que termina. «La reparación de la casa acaba siendo la reparación de la propia voz narrativa», valoró desde el jurado la filóloga Lola Pons, para quien otro de los temas en los que hace hincapié la novela es el de la salud mental. «El narrador está sufriendo, la muerte está muy presente», añadió el escritor extremeño.

Siempre con esa casa del sur de España como centro nuclear, ‘Elogio de las manos’ es también un canto al juego, el recreo y el amor por la familia; una celebració­n del error con el que, antes o después, todos acabamos tropezando. «El error es fundamenta­l, no hago más que equivocarm­e», defendió un Carrasco que, de hecho, asegura que no sabe escribir novelas. «Yo aprendo mientras las voy haciendo», dijo. De ahí que, libro a libro, siga intentando alejarse de esa fama de autor oscuro y asfixiante que le acompaña desde que se estrenó con ‘Intemperie’. Porque su vocación, dice, es hacer reír. Y hacia allá que se dirige, aunque no todavía. No del todo. «No lo consigo», lamentó.

Según el jurado, la novela plantea «una hermosa parábola sobre el trabajo manual como origen del arte»

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// EFE Jesús Carrasco posa en Barcelona poco antes de recoger el premio Biblioteca Breve

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