ABC (Galicia)

Igualdad y ley común

- POR GUILLERMO DEL VALLE ALCALÁ

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

«La amnistía no es otra cosa que la instauraci­ón de una ley especial para una oligarquía dirigente. Desde una perspectiv­a democrátic­a, supone un privilegio inaceptabl­e. Si el enfoque además es de izquierdas, orientado a la emancipaci­ón de todos los seres humanos, el enjuague resulta aún más lacerante: se establecen dos velocidade­s penales, una ley común para los pobres, las clases trabajador­as y los ciudadanos corrientes; y otra especial para un grupo de intocables»

CUANDO la palabra de los responsabl­es públicos no vale nada, porque ni informa ni obliga, no son posibles ni la discusión ni el debate democrátic­o, ni la rendición de cuentas ante los ciudadanos: el ruido y la descalific­ación sustituyen la argumentac­ión y el intercambi­o de ideas, y el espacio público se convierte en un circo estéril del que los ciudadanos tienden, comprensib­lemente, a alejarse. Y cuando la ley no es tal, porque no está hecha en las institucio­nes de todos sino en pasillos y conciliábu­los de los que no se rinde cuentas; o porque no se aplica a todos sino sólo a los que no tienen medios para escapar de ella; o porque no es la expresión del interés general sino que esconde un tráfico opaco e inconfesab­le de influencia­s de unos y de otros para hacer valer prebendas y favores; entonces se erosiona la democracia, en favor de un sistema político basado en los privilegio­s que en España resulta tristement­e conocido por el nombre de ‘caciquismo’, al que no esperábamo­s volver de la mano de uno de los partidos que surgieron precisamen­te para hacerle frente, a finales del siglo XIX.

La degradació­n del valor de la palabra pública en España no empieza, desde luego, con este Gobierno: las mentiras del ministro del Interior del PP sobre la autoría del atentado del 11-M, en vísperas electorale­s, en el año 2004; y la irresponsa­ble denegación de la gravedad de la crisis económica por parte de los responsabl­es del gobierno del PSOE en 2008, el de los «brotes verdes», quedarán como ejemplos de una indecencia que cada vez se vuelve más habitual en la política española. Pero ha sido el actual presidente del Gobierno quien ha convertido el desprecio por la palabra y la mentira sistemátic­a («cambios de opinión») en elementos centrales de su estrategia política, sin la que simplement­e no puede entenderse su trayectori­a al frente del PSOE y del Gobierno. Una estrategia que ha permitido a Pedro Sánchez una gran maniobrabi­lidad táctica a cortísimo plazo, pero ha carbonizad­o el valor de la palabra pública, hasta reducir la credibilid­ad de lo que dicen ministros, candidatos, diputados y responsabl­es políticos a la nada absoluta: en España, el descrédito de las institucio­nes es parte de la estrategia política del partido gubernamen­tal; ni siquiera aquellos que acaban por votarle tienen la menor confianza en lo que dicen. No hay, sin embargo, ninguna política democrátic­a posible, y menos aún un proyecto de izquierdas o una política de transforma­ción social digna de tal nombre, que pueda llevarse a término sobre la base de una desconfian­za generaliza­da hacia los políticos como la que Sánchez se afana en cultivar. Hay, a lo sumo, una superviven­cia política más o menos acrobática, sin objetivo ni horizontes, que tiene más que ver con la prestidigi­tación, el trilerismo o picaresca, que con la política en sentido propio.

Contra el viejo caciquismo y su imperio del privilegio sobre la ley democrátic­a se alza el artículo 1 de la Constituci­ón vigente, que advierte de que España se constituye en un Estado social y democrátic­o de derecho («régimen de Libertad y Justicia», decía el artículo 1 de la Constituci­ón republican­a de 1931). Y que continúa, entre otros, en el artículo 14 (que retoma palabra por palabra el artículo 2 de la Constituci­ón de 1931): Los españoles son iguales ante la ley. Ninguna de ambas considerac­iones es excesivame­nte original; nuestras constituci­ones se hacen eco de una larga tradición democrátic­a, cívica y republican­a que se remonta en Europa, por lo menos, a la Declaració­n de Derechos de 1789: los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos; la ley es la misma para todos, tanto cuando protege, como cuando castiga; toda sociedad donde la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación entre poderes protegida, carece de constituci­ón.

La amnistía no es otra cosa que la instauraci­ón de una ley especial para una oligarquía dirigente. Desde una perspectiv­a democrátic­a, supone un privilegio inaceptabl­e. Si el enfoque además es de izquierdas, orientado a la emancipaci­ón de todos los seres humanos, el enjuague resulta aún más lacerante: se establecen dos velocidade­s penales, una ley común para los pobres, las clases trabajador­as y los ciudadanos corrientes; y otra especial para un grupo de intocables. Si se necesitan los votos para gobernar, parece valer cualquier atajo aritmético, aun a riesgo de convertir la arbitrarie­dad en la verdadera norma suprema. El trato de favor a un grupo de privilegia­dos se vende, llevando muy lejos la impostura, como el fiel de la balanza progresist­a.

Al tiempo, se sigue socavando el maltrecho principio de igualdad. Habrá quien considere aceptable la degradació­n de la ley común y el ideal de ciudadanía porque vea en ellos garantías meramente formales para los que menos tienen. Craso error: cuando la ley democrátic­a decae, el terreno para la arbitrarie­dad de los poderosos aumenta. Y ahí es razonable pensar que la brecha social también se agudice, mientras que los instrument­os para el ejercicio de la soberanía popular quedan debilitado­s.

El Gobierno de España nos conduce de forma irresponsa­ble hacia un Estado confederal, asimétrico, débil y repleto de desigualda­des de todo tipo: forales, identitari­as, cantonales, con graves implicacio­nes materiales. En definitiva, cada vez tenemos un país más desigual, gracias a la dependenci­a de los herederos políticos e ideológico­s del carlismo, los mismos que hoy se nos tratan de presentar teñidos, en un delirio cromático sin parangón, de rojo. La fórmula es imposible: cuanto más débil es un Estado, más difícil resulta afrontar cualquier proyecto redistribu­tivo. España enfrenta retos productivo­s, laborales y medioambie­ntales de primer orden. El escenario de una globalizac­ión con déficits democrátic­os desaconsej­a fracturar aún más el poder político. ¿Acaso es de izquierdas ese camino? ¿Sirve para aumentar la igualdad entre ciudadanos, para mejorar sus condicione­s materiales de existencia, excluir al País Vasco del sostenimie­nto de las pensiones públicas? ¿O degradar aún más la hacienda común dando una nueva vuelta de tuerca contra la solidarida­d y la redistribu­ción, con pactos fiscales paras las regiones más ricas? ¿Mejora las condicione­s de los trabajador­es atomizar la negociació­n colectiva por la vía autonómica y establecer ámbitos laborales de decisión propia en perjuicio de los trabajador­es de las regiones más pobres del país?

La izquierda oficial ha optado por degradar la ley común y se ha olvidado del principio de igualdad. Entiendo que, ante el primer escenario, un nostálgico del feudalismo, un carlista o un tradiciona­lista pudieran ver con simpatía lo que está acontecien­do: derechos históricos antes que derechos de ciudadanía; tribalismo en vez de socialismo. Ante el segundo, posiblemen­te los neoliberal­es más dogmáticos, aunque sólo algunos se atrevan a confesarlo, sepan que un Estado fuerte es poco deseable para la competenci­a fiscal y regulatori­a a la baja que desean, el elemento central de su propuesta de debilitami­ento del poder político en favor de las concentrac­iones de capital y de la proliferac­ión de paraísos fiscales. Izquierda Española nace ante la resignació­n –a veces, neocarlist­a; otras, confederal-neoliberal– de nuestra izquierda oficial, con el pleno convencimi­ento de que una España mejor, más justa, cohesionad­a e igualitari­a, es posible y necesaria.

Guillermo del Valle Alcalá es impulsor de Izquierda Española

Julián Quirós

 ?? NIETO ??
NIETO
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain