Algo está pasando en Galicia
No es lo habitual que un candidato logre su mejor resultado en la cuarta elección a la que se presenta. Pero eso exactamente lo que le sucedió a Feijóo en 2020 cuando llegó a los 42 escaños, el mejor resultado de las cuatro veces que se presentó en Galicia. Una cifra que solo superó Manuel Fraga en 1993 con 43. Por tanto, el punto de partida debe ser entender que el resultado de hace cuatro años es ciertamente excepcional. Un contexto de baja participación, el refuerzo del liderazgo por la gestión de la pandemia y la no entrada de Podemos en dos circunscripciones por apenas unas décimas impulsaron al PP. El escaño 42 fue el 11 de Pontevedra, que llegó con el recuento del voto emigrante. Ese diputado, al igual que el noveno por Lugo o el decimocuarto por La Coruña, son escaños en disputa. Eso dejaría al PP en 39. El consenso general es que Alfonso Rueda tiene margen, pero que el PP retrocederá. En los últimos días se palpan nervios en el ambiente. Y esos nervios tienen un nombre: Ana Pontón. La líder del BNG llega a estas elecciones en el punto álgido de su mutación. Hasta convertirse en una máquina política que nunca se sale del guión y que ejecuta un plan: revestir de moderación un proyecto en el que en sus bases anidan raíces comunistas e independentistas, pero que ahora enarbola etiquetas menos restrictivas como el feminismo o el soberanismo. Una moderación que no existe si uno bucea en su programa electoral, como hizo con gran fruición hace unos días José Luis Jiménez en ABC. El Bloque es lo de siempre, pero poniendo al frente a alguien dispuesto a transformar (y a transformarse) el proyecto al calor del cambio de filosofía en la izquierda española. Algo que Pedro Sánchez ha naturalizado: hay votantes que en su territorio optan por Bildu, ERC, Compromís o Más Madrid, pero que en generales votan al PSOE. En Galicia ya está pasando. Y todo apunta a que irá a más el domingo 18. El socialismo gallego se conforma ya con un rol subalterno de quien es sin ninguna duda ya la candidata de toda la izquierda, también de La Moncloa. En el PP consideran que el CIS es increíble, pero también se reconoce que es necesaria una muy buena campaña para evitar un susto. Las tripas de ese barómetro le dan a Pontón cinco puntos de ventaja sobre Rueda cuando se pregunta por quién se preocupa más por los problemas de Galicia. ¿Hay una corriente silente de fondo que lastra a un partido que lleva 15 años en el poder? Y con un agravante: Feijóo nunca se enfrentó a alguien que tuviera unos datos de valoración similares o incluso superiores. El escenario más previsible es que el PP retenga la Xunta, pero nadie debería dar nada por hecho. Las lecciones de la campaña del 23 de julio deben ayudar. Y su campaña debe entender que su rival estos días no son la amnistía ni Puigdemont, sino el modelo nacionalista de Ana Pontón.
«Hay que conjurarse para lograr la remontada. El sanchismo se lo van a tener que comer con patatas»