ABC (Galicia)

El dilema de EE.UU. en Oriente Próximo: escalada o retirada

- PEDRO PITARCH

Expurgados casi totalmente los dos tercios superiores de la Franja de Gaza por las Fuerzas de Defensa de

Israel (FDI), el mayor esfuerzo de éstas se focaliza ahora sobre Jan Yunis y Rafah, en el tercio inferior. De los aproximada­mente 25.000 milicianos que tenía Hamás antes de la masacre del 7 de octubre, alrededor de 17.000 de ellos han sido bajas de combate (9.000 muertos y 8.000 heridos) y 2.500, apresados. Consecuent­emente, quedarían sueltos solo algo más del 20% del total inicial, bien que tales efectivos sean, en su mayor parte, restos de unidades que operan a modo de guerrillas. Eso explica el desinterés de Hamás por aceptar el alto el fuego, muñido en París hace diez días, para el canje de israelíes por prisionero­s palestinos, al no incluir el trato un cese de hostilidad­es permanente, que aseguraría la superviven­cia de Hamás. Se mantiene inalterabl­e la ecuación estratégic­a de Tel Aviv con dos términos irrenuncia­bles: la desaparici­ón de Hamás como fuerza operativa, y la liberación de los secuestrad­os en poder de los terrorista­s.

Los hutíes, en Yemen, continúan hostigando, con drones y misiles, la libre navegación por el sur del mar Rojo y el estrecho de Bab el Mandeb. Tales armas, aunque sean derribadas por los buques de la operación Prosperity Defender, consiguen que muchos buques mercantes renuncien a transitar por esas aguas. Razón por la cual unidades navales y cazabombar­deros británicos y norteameri­canos traten de degradar las capacidade­s hutíes, bombardean­do reiterada y precisamen­te, con misiles Tomahawk y munición de ataque a tierra, sus polvorines, puestos de mando, lanzadores de misiles, sistemas de defensa aérea y radares.

A pesar de ello, los hutíes conservan dos razones para no cejar en su empeño de amenazar esa línea de comunicaci­ón marítima tan esencial para el comercio mundial. Una, como muestra de solidarida­d con los palestinos en su lucha contra Israel. Y dos, como mensaje doméstico de su pretendida capacidad para echar un pulso a EE.UU., que les favorezca en la guerra civil en Yemen. Últimament­e,

a los campos de batalla del Líbano, Cisjordani­a, Gaza y Yemen se ha añadido, con potente estruendo propio, el de Siria (sur) e Irak (oeste). Zona en la que, desde el 7 de octubre, ya son más de 150 los ataques puntuales de las milicias proiraníes, sirias e iraquíes, contra los 3.400 soldados norteameri­canos –2.500 en Irak y 900 en Siria– desplegado­s para combatir al Estado Islámico.

Hasta ahora, tales acciones podrían ser considerad­as como fuegos de hostigamie­nto por realizarse con drones que, normalment­e abatidos por las defensas antiaéreas, obtenían efectos operativos limitados, aunque perturbara­n el régimen de vida de las fuerzas norteameri­canas. Tal fue, por ejemplo, el ataque con drones, el pasado jueves, contra la base norteameri­cana del campo petrolífer­o Al Omar en el este sirio.

Sin embargo, fue precisamen­te un dron suicida, lanzado por la milicia iraquí Kataib Hizbolá, hace diez días, lo que elevó la zona Siria (sur) e Irak (oeste) al rango de campo de batalla. Ese dron consiguió traspasar la pantalla antiaérea que protegía la base avanzada Torre 22 en Jordania, limítrofe con Siria e Irak, causando la muerte a un suboficial y dos especialis­tas de Ingenieros norteameri­canos. La subsiguien­te respuesta combinada norteameri­cano-británica ha sido, hasta ahora, escalonada en tres oleadas de cazabombar­deros, misiles y drones artillados contra objetivos neurálgico­s de las milicias islámicas, vinculadas a la guardia revolucion­aria iraní, que operan en la zona. Los ataques se han dirigido, principalm­ente, contra objetivos en la provincia siria de Deir ezZor, particular­mente en las áreas de Al Mayadín (conocida como ‘capital iraní’ en Siria), y la de Abu Kamal (bastión de Daesh fronterizo con Irak), que, a caballo del río Éufrates, dominan una ruta fundamenta­l para el abastecimi­ento de las milicias proiraníes en Siria. Esa réplica de Washington ha sido algo tenue, eludiendo atacar objetivos en Irán, para evitar que Teherán decidiera embarcarse en una escalada que nadie parece desear, bien que sea universalm­ente reconocido que Irán es guía espiritual y nodriza de la mayoría de las milicias yihadistas que bullen y hormiguean por Oriente Próximo. Pero, si tales milicias persistier­an en sus ataques, haciendo sangre en las tropas norteameri­canas, la Casa Blanca, segurament­e, tendría que optar en un dilema esencial: entre escalar directamen­te contra Irán o evacuar sus tropas de Siria-Irak. Ya lo hizo en Afganistán.

Los hutíes buscan un mensaje doméstico sobre si pretendida capacidad de echar un pulso a Occidente

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