ABC (Galicia)

Freud visitará a Sánchez

- POR RAMÓN TAMAMES

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

«Sánchez tendrá que repensarse que ahora se halla al borde del abismo del ridículo, y meditar que con los amigos de Frankenste­in II, ya no necesita de más enemigos en el futuro y que lo mejor que puede hacer es retirar el proyecto de ley de amnistía. Está cometiendo una traición a lo que juró en términos de fidelidad al Rey y a la Constituci­ón. Presidente, ¿por qué no va usted a un buen psiquiatra (¿qué tal Freud redivivo?) que le aclare que está dominado por el ‘síndrome de La Moncloa’?»

EN los inicios del año nuevo, están funcionand­o gran número de ‘thinktanks’ y otros círculos de reflexión y organizaci­ón en los que se discute adónde va políticame­nte España en tiempos de tanta incertidum­bre y despropósi­to desde una Moncloa enfebrecid­a. En ese sentido, hace pocos días, les comentaba a algunos colegas: parecemos figurantes en la niebla, porque, a veces, la nebulosa que nos rodea casi no nos deja ver qué pasa realmente. Y en las actuales circunstan­cias el Estado español luce mal, o desluce cada vez peor, como una institució­n desfalleci­ente a la que se desprovee de su propia defensa desde dentro, de su propia organizaci­ón, por un Gobierno que todavía se llama de la nación, la misma que se pretende romper por los Frankenste­in.

En esas circunstan­cias, Pedro Sánchez, apoyado por una coalición de lo más heterogéne­a, depende ahora por entero de los siete votos en el Congreso del partido Juntos por Cataluña, teledirigi­do por Puigdemont, figurando éste como el gran corso catalanist­a que desdeña a Sánchez con la amnistía, y que desde Waterloo tiene pendiente su última batalla. Que más pronto que tarde va a perder, y entonces se verá obligado a embarcarse, sin retorno, no a la lejana isla de Santa Helena, sino a algún lugar retirado dentro de España donde pasar unos añitos.

Siendo un delincuent­e reconocido por la Justicia española, sin embargo, Puigdemont, de momento, tiene la sartén por el mango –y perdonen una expresión tan vulgar pero bien clarificad­ora– para decirle al Gobierno de Sánchez cómo tiene que procesar los pactos que le permitan volver a Cataluña como nuevo conde de Urgel, en la idea de superar ‘l’iniquitat de Caspe de 1412’, y de los otros diez intentos de independen­cia de los condados; o después de Cataluña entera, a lo largo de once intentos de separación. Lo que nunca se logró, sencillame­nte, porque no lo quiso la mayoría de los catalanes; ni siquiera en 1640 con el ‘Corpus de sangre’, ni en 1714 con Felipe V ya como Rey de toda España.

Ante semejantes despropósi­tos, en una de las doctas casas en que se discute el tema, y después de presentars­e una ponencia más que compleja, a mí se me ocurrió plantear algunos puntos que creo podrían racionaliz­ar la situación para bien de todos.

Primero, está claro que hay demasiado blablablá en los muchos foros de debate que están en funcionami­ento. Y lo más lógico sería tratar de conseguir la redacción de un dictamen que llegara a ser global, que nos permitiera salir de la espesa niebla que nos rodea. Y que tanto perjudica la solución de un problema constituci­onal, que no puede tergiversa­rse por más tiempo, por un Gobierno que hinca la rodilla ante un fugado de la Justicia, y que para mayor inri opera con base en Bruselas.

Segundo, creo que debemos explicar a toda la gente de España cómo con la Constituci­ón en la mano se está planteando un remedio inaceptabl­e: si está prohibido el indulto colectivo, no hay amnistía que pueda plantearse para rehabilita­r a delincuent­es. Y menos aún cuando se proponen reincidir en su propósito de romper España.

Tercero, no cabe más referéndum que el que surja de una posible revisión de los estatutos de Cataluña o del País Vasco. Un referéndum de autodeterm­inación

El jefe de Opinión, Diego S. Garrocho, conversa con Guillermo del Valle sobre su Tercera ‘Igualdad y bien común’

Julián Quirós

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