Berlín no siempre es una buena idea
▶ El actor reconoce que su mal recuerdo no es por la ciudad en sí misma, sino porque el viaje fue planeado como una despedida con una pareja con la que ya había decidido terminar la relación
El actor Lluís Homar asegura no haber tenido malos viajes. Incluso al recordar los menos buenos, asegura que fueron «fantásticos». Lo que sí que ha tenido es alguna que otra mala idea. Porque aquí no caben paños calientes: lo de ir a Berlín a pasar unos días fue una idea nefasta. No por la ciudad en sí, sino porque el viaje fue planeado como una despedida con una pareja con la que ya habían decidido terminar la relación. «Hay momentos en la vida que, oiga... Era muy joven, también. Seguramente ahora lo haría diferente», admite.
Hay que ponerse en su piel: «Había una cosa romántica de venga, va, acabémoslo de la mejor manera». En sus cabezas tenía sentido: hacer algo bonito para conservar pese a la ruptura un buen sabor de boca. Una idea muy propia de artista joven, quizás, pero a la práctica: «A mí no me funcionó», dice.
Era, además, la primera vez que Homar visitaba la capital alemana, de la que recuerda «estar en algún lugar maravilloso y fantástico y al mismo tiempo tener que vivir esa situación difícil». Porque claro, visitar la Puerta de Brandeburgo con una persona especial está muy bien, pero luego queda todo el resto del día juntos, «esa sensación de estar viviendo situaciones, de compartir habitación, mantener la intimidad cuando ya has decidido que aquello se ha acabado, y pensar: ‘Qué mala idea tuvimos’». Desde entonces, ha vuelto en pocas ocasiones a la ciudad: «Algún fin de semana largo». Está en su lista de capitales donde tiene pendiente «hacer una estancia larga». No parece tener mucha prisa.
Ahora, los viajes los hace con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que dirige desde 2019. Y no nos referimos solamente a los viajes de ciudad en ciudad para presentar sus espectáculos, sino a los viajes que los actores hacen sobre las tablas para que los espectadores se transporten en sus butacas. Estas semanas está en el Teatro Romea de Barcelona, protagonizando ‘Alma y palabra’ y ‘El templo vacío’. El primero está basado en poemas de San Juan de la Cruz y música de Frederic Mompou. El segundo, en obras de autores de los siglos XVI y XVII y música vocal de Johann Sebastian Bach.
«Queremos hacer próximos nombres que son cumbres en sus ámbitos», explica, empezando por San Juan de la Cruz. Se acabó la idea de que los místicos «se autoexcluían del mundo», porque hacían exactamente lo contrario: «El viaje que hacen hacia el ser, hacia la esencia humana, es una manera de estar en la vida». De ahí que ya no es que hablen directamente al público contemporáneo, «es que nos gritan», desde otra época, para alertarnos de que «vivimos en un mundo en el que todo se mide por el tener, y no por el ser». Vista así, «la radicalidad que propone san Juan es más útil que nunca».
En ‘Alma y palabra’ Homar comparte escena con la actriz Adriana Ozores y el pianista Emili Brugalla, junto a la obra del compositor catalán Frederic Mompou. Concretamente, una selección de su ‘Música callada’, inspirada en aquellos versos del ‘Cántico Espiritual’: «La música callada,/ la soledad sonora,/ la cena que recrea y enamora».
En ‘El templo vacío’, que tras una breve estancia en Barcelona se podrá ver en marzo en Madrid, los textos de autores más diversos: Ibn Arabi (Abenarabi de Murcia), Calderón de la Barca, Ramón Llull, Maestro Eckhart, Miguel de Molinos, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Angelus Silesius y Jacint Verdaguer. La música, de Bach. Se trata de propiciar un encuentro creativo, no solamente «poner música de fondo». Lo que quiere Homar es «hacer el viaje de su mano». Se nota su madurez. Nada que ver con el viaje a Berlín para sellar una ruptura amorosa. Los periplos en los que se embarca (nos embarca) ahora parecen tener bastantes más garantías de éxito.
Ahora, los viajes los hace con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que dirige desde 2019