ABC (Galicia)

«Viví un infierno de 53 días, el desgaste es mortal. No sé cuánto aguantarán...»

▶ Secuestrad­a junto a su hermano y su pareja y después liberada, nada sabe de ellos. Vive en una angustiosa espera

- PATRICIA ROMERO REVUELTA MADRID

Un fin de semana en familia que terminó en horror. Así vivió la argentina Clara Marman el estallido del conflicto entre Israel y Hamás el pasado 7 de octubre. Fue secuestrad­a por la milicia islamista en el kibutz Nir Itzjak, a apenas cuatro kilómetros de la Franja, el mismo en el que lleva afincada más de 40 años. Junto a ella, también se llevaron a su pareja, sus dos hermanos y su sobrina menor de edad. Hamás las liberó a finales de noviembre, en el quinto día de tregua temporal como parte del acuerdo de intercambi­o de rehenes israelíes por presos palestinos. Los hombres no tuvieron la misma suerte. Ya han pasado más de cuatro meses y Marman, de 64 años, no ha vuelto a saber nada de ellos. Ahora, relata para ABC los 53 días de terror que vivió retenida por Hamás en Gaza:

—¿Cómo vivió aquel 7 de octubre? —Invité a mi familia a venir a casa. Estábamos Luis, mi pareja desde hace 22 años, mi hermano Fernando y mi hermana Gabriela con su hija Mía. El día anterior habíamos tenido el cumpleaños de mi nietita, que cumplía dos años, y les dije a todos que no volviesen, que nos quedásemos el fin de semana disfrutand­o juntos. A las 6.30 escuché la alarma. Estoy muy acostumbra­da a escucharla. Suele haber misiles, pero es algo esporádico. Les pido ir a la habitación de seguridad: «Son diez minutos y después, el que quiera puede seguir durmiendo». Pero no fue como yo supuse. —Pasan las horas y comienza a escuchar ruidos.

—Cerca de las 11.00 sentimos cómo rompen todos los cristales de las ventanas y destrozan la casa. Se escucha mucho ruido, también disparos. Hasta que terrorista­s de Hamás abren la puerta de la habitación y empiezan a tirotear. Nosotros instintiva­mente nos fuimos a un rincón, abrazados. Por suerte el terrorista no nos hirió, solo mi hermano Fernando

sintió los balazos rozándole. Nos sacaron a la fuerza a gritos, de una forma muy bruta, y nos subieron en la parte de atrás de una camioneta blanca. —¿A dónde les llevaron? ¿Bajo tierra? —No estuvimos en túneles, eso sí lo puedo decir, sino en una casa los cinco juntos. El trayecto fue de unas tres horas. Estaba todo organizado. Las condicione­s del encierro... Lo que puedo decir es que es horroroso no saber si se come o si no. No tener noción del tiempo... Es muy difícil esperar un minuto tras otro. No saber si Israel quiere sacarnos. Tampoco tienes posibilida­d de decidir absolutame­nte nada de lo que haces: si te levantas, si te sientas... Y el pánico de todos los bombardeos. Ahí sentíamos los ataques de ambos lados.

[Hay detalles y condicione­s tanto del traslado como del cautivero en Gaza que Clara prefiere no compartir por precaución: «Me cuesta. Es por cuidarlos a ellos, que están allí». Se refiere a Fernando y a Luis].

—¿Llegó a temer por su vida?

—Todo el tiempo. Si los guardianes que nos cuidaban hubieran recibido orden de matarnos, nos hubieran matado. Había mucho terror psicológic­o. Nos decían cada cinco minutos: «A Netanyahu no le interesáis, ni él ni el Ejército tienen ningún interés de hacer intercambi­o. Nosotros sí». El miedo es de ellos, necesitan que no hablemos por si los agarran. Es uno de los motivos por los cuales nos amenazaban y por eso prefiero no decir nada.

—¿Cuál fue el momento más duro? —Pensábamos que, como entramos en familia, íbamos a salir también todos juntos. Pero cuando empiezan las negociacio­nes y nos dicen que solamente hay acuerdo para mujeres y niñas fue muy difícil. Les dije a Fernando y a Luis: «Nos vamos a quedar aquí y vamos a esperar a que nos saquen a todos juntos». Dijeron que no. Estábamos destrozado­s por dentro. —¿Cómo es la vida después del cautiverio? ¿Ha podido recuperar, al menos, algo parecido a la normalidad? —Al salir estuve en el hospital. Después, traté dos o tres días de fortalecer­me y enseguida entré en la lucha para conseguir que escuchen que lo más importante es devolver a los 136 rehenes que siguen allí porque no sé cuánto más van a poder aguantar. Yo estuve en un infierno de 53 días y sé que el desgaste de cada uno de los días es mortal. No queremos recibir a estos 136 rehenes en cajones, los queremos vivos y a salvo, pese a que va a ser muy difícil la rehabilita­ción después de 125 días. Y en eso estoy. Después quizá haya recuperaci­ón, pero ahora sólo quiero levantar la voz. Lo que no se puede es esperar.

—¿Le vienen a menudo momentos del encierro a la cabeza?

—De día y de noche. Es horroroso, es algo que ningún ser humano… [No puede acabar la frase].

—¿Tiene alguna prueba de vida de su hermano y su pareja?

—Lo último que sé es de cuando nos despedimos. Desde entonces, ya han pasado muchos días y no sé si siguen en el mismo lugar, si los pasaron a túneles, si comen, si reciben medicament­os... —¿Se está haciendo suficiente para conseguir su liberación?

Terror psicológic­o

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// ERNESTO AGUDO La argentina Clara Marman durante su entrevista con ABC

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