ABC (Galicia)

CALLAGHAN, LOS ZAPATOS DE HARRY EL SUCIO QUE TRIUNFAN EN JAPÓN

Los hermanos García fundaron en su Arnedo natal una firma que hoy emplea a 180 personas y fabrica 900.000 pares al año

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Basilio García Pérez-Aradros (Arnedo, La Rioja, 1942), hijo de transporti­sta, entró a trabajar en una de las fábrica de zapatos de su pueblo con 14 años. El sector había empezado a despuntar en la localidad y aquel era un buen empleo en la España de mediados del siglo XX. El negocio del calzado de la piel prometía: las máquinas de coser eran tecnología punta y el país empezaba a dejar atrás la alpargata para calzarse con el fuerte cuero. Por muy contento que estuviera aquel día o muy consciente que fuera del mundo que se abría ante sus pies, segurament­e no imaginó el adolescent­e Basilio que un día japoneses, italianos, reyes, presidente­s del gobierno… calzarían su marca. No porque no pudiera soñarlo, sino porque, por entonces, no existía el mundo de las marcas tal y como lo conocemos hoy.

Basilio fue ascendiend­o en la fábrica, pero llegó la mili. En vez de suponer un parón, su paso por Zaragoza fue un empujón en su carrera: «Tenía buena mano para dibujar, hizo patronaje», recuerda su hijo, también Basilio, hoy director general de Callaghan Shoes.

A la vuelta del servicio militar, siguió en la fábrica. Hasta que un día, con su hermano, decidió emprender. Pidieron avales a la familia y se instalaron «en una bajera, en una cochera, como Steve Jobs», cuenta Basi. Corría 1968. Le han contado que los primeros siete años fueron muy difíciles. Él era un niño y ni lo recuerda ni fue consciente de apreturas. Pero su padre dice que no tenía «ni para comprarse un par de pantalones». Menos aún, días libres.

«En Arnedo llegó a haber 40 o 50 fábricas. Había gente conocida que se había atrevido a emprender, que salía adelante con mucho trabajo. Ese era el incentivo: si ellos pueden…», señala. Entre las grandes, Sevillas. «Llegó a tener 700 empleados, economato propio y un sistema de viviendas sociales», relata Basi García. Su padre y su tío, los Hergar, de Hermanos García, no tenían más de media docena de empleados. Hoy la firma da empleo a 180, fabrica 900.000 pares de zapatos al año y en 2023 facturó 44 millones de euros.

El gran salto llegó en 1987. «Mi padre tuvo la feliz idea: vamos a hacer

AL PRINCIPIO...

una marca», recuerda Basi. Él por entonces, tenía 19 años. Su padre manejó varios nombres: «Callaghan porque le gusta el cine y entonces estaba muy de moda ‘Harry el Sucio’, con el inspector Callahan. El otro era Colega». «¿Cuál te gusta más?», le preguntó a su hijo mayor. Y a más gente. Ganó Callahan. Se reescribió como Callaghan. Todavía tienen pendiente mandarle un par de zapatos a Clint Eastwood.

Nuevos productos

Cuando Basilio viajaba, de ocio o de negocios, solía rebuscar en anticuario­s cosas relacionad­as con el calzado. Hoy tiene un museo, con piezas de hace hasta 800 años y zapatos como los de Romay (talla 56). También visitaba zapaterías. Un día, en Canarias, hizo de ‘mistery shopper’: «¿Qué tal estos zapatos?». El dependient­e le contestó que fabulosos y de una casa inglesa. Basilio repreguntó y repreguntó, ¿seguro? y tuvo que descubrir su identidad para convencer él, al tendero, de que aquellos zapatos tan buenos eran españoles. De Arnedo, La Rioja.

Asegura Basi que de su padre ha aprendido mucho sobre el esfuerzo y sobre «creer en ti mismo incluso cuando tienes todos los elementos en contra». Una cosa fue elegir el nombre para Callaghan y otra lanzar

Basilio García, director general del Callaghan Shoes (izqda.), hijo del fundador, también Basilio. Sobre estas líneas, el emprendedo­r con su familia y en una de las primeras fábricas. Arriba, herramient­as de trabajo el proyecto: «Le costó muchísimo defenderlo delante de todo el equipo de venta». Las cosas iban bien. ¿Para qué hacer nada? Pero Basilio padre había empezado a darle vueltas a una idea. «Teníamos un cliente muy bueno en Holanda, al que le fabricábam­os un montón de piezas», recuerda su hijo. Pero no se podía mantener el precio… «Mi padre dijo: ‘Esto es como una señal de lo que nos viene’. Hay que empezar a hacer algo con valor añadido…».

«Ya fabricábam­os náuticos, kiowas… y Callaghan traía un nuevo estilo. Fue una ruptura en imagen, en diseño. Una imagen muy americana, muy ‘country’. Justo en la época en la que empezaron a pegar fuerte los vaqueros». A los 15 días de estar en el mercado ya sabían que funcionaba. «Se hicieron bien muchísimas cosas de manera natural, por convencimi­ento, no porque hubiera un estudio de mercado internacio­nal», asevera Basi.

Unos años después, Hergar compró Gorila, la firma mallorquin­a de calzado de niños. «Entonces cogimos unos años muy buenos. Hoy es otra cosa porque se gasta poco en calzado de niño», se lamenta el directivo. Gorila es líder en calzado escolar. «Buscamos un producto que dure. Utilizamos punteras reforzadas. Muchas ideas han salido del mundo del motociclis­mo, como los hilos de nylon. Hay que hacer un producto de duración excepciona­l porque el zapato infantil se somete a mucho estrés, más que el zapato de seguridad. Los niños son auténticos ‘terminator­s’: están todo el día dando patadas, jugando…», desgrana. No dejamos el cine porque Gorila también está inspirada en ‘King Kong’.

Como esos niños a los que se refiere, Basi jugaba, de pequeño, en la fábrica que ahora dirige. De crío ya le decían que «llevaba zapatos muy adelantado­s, lo último». Es, asegura, la esencia de la casa. «Callaghan es tecnología», sentencia.

«En el mundo del casual no hay otra empresa igual por nuestro desarrollo tecnológic­o. Para nosotros la base es el pie. A partir de él, empezamos a diseñar la suela. En las escuelas de diseño se diseña primero el corte, el ‘upper’. Nadie diseña primero la suela. Nosotros sí. Partimos del funcionami­ento del pie, de la suela y luego hacemos el corte dependiend­o de si quieres un zapato náutico o quieres un zapato de vestir o un ‘sneaker’».

«Mi padre plantó unas raíces bastante sólidas y el resto estamos en la fase de hacer crecer el árbol. Él, el tema de diseño, lo había tratado muchísimo. En 1992 hizo un náutico con cámara de aire que era una virguería tecnológic­a», enumera. A día de hoy, asegura, los podólogos recomienda­n Callaghan «sin que tengamos ningún tipo de acuerdo».

Expansión internacio­nal

Le preguntamo­s a Basi por los malos momentos de la firma y su respuesta nos confirma que, a pesar de sus cifras, estamos ante una empresa familiar. Habla de cuando murió su madre, muy joven. De la separación de su padre y su tío. Y de la pandemia, poniendo en primer lugar, el miedo por los mayores. Y el parón. Todo fue, para Callaghan, califica, «como una guerra». Por lo que pasó y por lo que ha venido después. El calzado y el textil «no han subido lo que ha subido la inflación», asegura, «porque la sociedad postpandem­ia busca más la experienci­a y el ocio». Con todo lo sucedido, Basi suele pedirle a su padre, que ya jubilado sigue estando pendiente de la empresa, que no le diga «que otro tiempo pasado fue peor».

Pero si tenemos que quedarnos con una frase de la familia García-Callaghan estamos obligados a hablar de Italia. El día que Basilio y Julio –el segundo de sus hermanos– le dijeron a su padre que iban a empezar a vender allí, éste los miró y nos le dejó ni acabar: «Vais a venderle hielo a los esquimales, no está mal». Hoy Italia es su segundo mercado. Basi dice que se considera «itañolo». «Mira que mi padre es muy moderno y muy lanzado. Ahí está todo lo que he hecho. Pero, ¿Italia? La meca del calzado. El país al que él iba a aprender de las grandes marcas. ‘¿Qué me estáis diciendo? Vais a perder el tiempo’». Sin embargo, conquistar­on los pies italianos. «Conocimos a dos personas que se enamoraron del proyecto y este negocio, aunque parezca otra cosa, es muy muy personal. Si encuentras al distribuid­or o al representa­nte del país que es capaz de defender tu diferencia­ción….». Atención, secreto de venta: «Lo digo siempre: ‘No ligan los guapos, ligan los cansos». ¿Los cansinos? «Sí. Es la esencia de la venta, estar ahí».

Además de Italia, Callaghan vende en una treintena de países y tiene tiendas en China y en Tokio. «En Japón les encanta la mezcla de tecnología y diseño, las últimas suelas pero con el corte de zapato tradiciona­l: una mezcla retrofutur­ista». Entre los siguientes objetivos de los García, los de Callaghan, con la tecnología por bandera, la conquista de EE.UU.

«NO HAY OTRA EMPRESA IGUAL POR NUESTRO DESARROLLO TECNOLÓGIC­O. LA BASE ES EL PIE. A PARTIR DE ÉL EMPEZAMOS A DISEÑAR LA SUELA»

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UNA EMPRESA FAMILIAR
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