ABC (Galicia)

Los investigad­ores buscan datos que unan los tres crímenes de agricultor­es

▶Policía, Guardia Civil y Mossos trabajan juntos en esclarecer los asesinatos, dos en Navarra y uno en Lérida ▶Una de las hipótesis es que se esté ante un psicópata desorganiz­ado que mata al mismo tipo de víctimas por impulso

- CRUZ MORCILLO / PABLO MUÑOZ MADRID

Tres asesinatos entre el 21 de noviembre y el 5 de enero de agricultor­es jubilados y un hecho objetivo, como es que el autor del segundo crimen abandonara el coche que le robó muy cerca de donde se cometió el tercero, han hecho saltar todas las alarmas. ¿Estamos ante un asesino en serie? «De momento no tenemos un solo dato certero para poder afirmarlo», explican a ABC los investigad­ores. Sin embargo, la Policía, la Guardia Civil y los Mossos d’Esquadra –los hechos se han perpetrado en demarcacio­nes de los tres Cuerpos– investigan de forma conjunta e intercambi­an informacio­nes ante la posibilida­d de que un solo individuo esté detrás de todos los casos.

Una de las hipótesis es que se trate de un psicópata desorganiz­ado que no planifique los hechos, conozca la zona por vivir de forma eventual en alguno de los escenarios, por ejemplo, y actúe de forma impulsiva. Salvo los coches, en dos casos, a las víctimas no les quitaron nada; tampoco se les han encontrado enemigos o circunstan­cias extrañas en sus vidas.

Pedro Oyón tenía 68 años. Su cadáver se encontró el pasado 22 de noviembre a la entrada de un pequeño olivar de la localidad navarra de Tudela. Su cuerpo presentaba signos de violencia: al menos media docena de heridas realizadas con un arma blanca y varios golpes en la cabeza. A su lado una bolsa de plástico vacía.

Dos años antes, en uno de sus paseos habituales por el campo, Pedro se encontró con Fernando, un amigo de la infancia y dueño de ese olivar. «¿Te importa si vengo de vez en cuando con una bolsa y recojo las aceitunas del suelo?», le preguntó. «Del suelo, las que quieras».

Su asesino lo sorprendió en ese pasatiempo y se ensañó con él. No se llevó nada y en el lugar no se halló el arma que le causó las heridas. Quien lo mató pudo huir campo a través o bien acercarse a una carretera cercana, muy transitada por camiones, y hacer autostop. Hasta ahora nadie ha admitido verlo.

Pedro, jubilado, estaba casado y tenía dos hijas. «Era amable, tímido, sin enemigos y habitual de esos paseos diarios», cuentan en su entorno. Fue Rosa, su mujer, la que ante su tardanza dio la voz de alarma. Es muy complicado saber qué pudo suceder porque no tuvo margen para defenderse. Pudo sorprender a alguien, ser víctima de una venganza, lo que no cuadra con su estilo de vida, o cruzarse con un desalmado.

En el lugar no pudo recogerse ni una huella y, por supuesto, no hay cámaras de seguridad en mucha distancia. Se ha analizado su entorno social y nada llama la atención como para explicar el crimen. También se han repasado perfiles de individuos de la zona que puedan encajar con esta forma tan violenta de comportars­e y se indaga en si se produjeron hurtos o algún robo llamativo en viviendas o fincas cercanas.

Pocos hilos

En el caso trabajan policías de la comisaría de Tudela, que son los que mejor conocen el terreno, del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Navarra, y se ha incorporad­o además un grupo de Homicidios de la UDEV Central de la Comisaría General de Policía Judicial. Todos ellos se apoyan en medios técnicos en busca de un hilo del que tirar. «La investigac­ión es muy complicada», admiten las fuentes consultada­s. Rosa está destrozada y no pisa la calle salvo si tiene que hablar con los agentes.

José Luis Aguado, de 80 años, trabajó toda su vida en el campo. Tras jubilarse decidió vender sus tierras pero se quedó con un pequeño huerto en su pueblo navarro, Ribaforada, al que iba a diario. El pasado 21 de diciembre se encontró su cuerpo al lado de las berzas y cardos que ya estaban crecidos. Salió de su casa por la mañana en su coche, un Opel Astra que llevaba incorporad­o un pequeño remolque donde José Luis cargaba una motoazada. Varios vecinos lo vieron. Horas después estaba muerto. Tenía al menos un golpe provocado por la motoazada, por lo que se barajó una muerte accidental, pero más tarde se comprobó que la máquina, moderna, no

Los investigad­ores advierten de que los rumores sobre un asesino en serie han ralentizad­o su trabajo

«¿Puede haber un único autor? Es una posibilida­d, pero no hemos encontrado elementos objetivos que lo relacione?»

en el que se cometió el tercer crimen de un agricultor, en Vilanova de la Barca (Lérida).

Ramón Rosell, de 84 años, salió de su casa el 5 de enero y se dirigió a las afueras del pueblo, a una finca de su propiedad en la que crecen perales y manzanos. Su intención era podarlos esa víspera de Reyes. Pese a su avanzada edad, él, su mujer y un jornalero que les ayudaba vendían sus frutas a cooperativ­as de la zona.

Magda, su esposa, extrañada por la tardanza de Ramón que no volvió a la hora de comer, pidió a una amiga que la acompañara a la finca. Allí encontraro­n el cadáver del agricultor con numerosos golpes que pudo causarle el asesino con las tijeras de podar. La víctima las llevaba en la mano cuando el individuo apareció en su campo. El desconocid­o se llevó el coche del agricultor y condujo en teoría hasta Andorra. Luego acabó en Francia, donde abandonó el vehículo en un área de servicio.

Los dos coches son piezas clave. Se han recogido huellas y ADN en ambos, así como algunos restos en los cuerpos de las víctimas y en los tres escenarios de los crímenes. Según las fuentes consultada­s, no hay resultados aún. «No tenemos un perfil genético o una huella clara que coincida», explican las mismas fuentes; de hecho, algunos de los análisis han tenido que repetirse y a marchas forzadas se revisan cámaras de tráfico, peajes y un sinfín de hilos posibles sobre los que se pide cautela.

Perfiles de ADN

«Se ha asegurado que trabajamos en otro intento de asesinato de un agricultor en la Ribera navarra, pero no tenemos noticia. Todas estas informacio­nes falsas ralentizan las gestiones porque aunque solo sea por descartarl­as se hacen comprobaci­ones». Ante sucesos como estos siempre se revisan los archivos por si hay casos similares, pero de momento no se han encontrado. «No hay nadie identifica­do y ni siquiera sabemos si es la misma persona. En caso de que saltara esa coincidenc­ia por ADN o por otro elemento habría además que ponerle nombre», insisten fuentes policiales. El perfil similar de las víctimas, la relativa proximidad geográfica y el modo de cometer los crímenes son elementos que apuntalan la teoría de un asesino en serie, que actúa por impulsos y elige el campo y las vías secundaria­s, pero no es la única teoría.

Robó los coches a dos víctimas; el primero lo abandonó cerca del tercer escenario; el segundo apareció en Francia

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// ABC Tudela y Vilanova (arriba), escenarios de dos de los asesinatos
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