ABC (Galicia)

‘SEPHORA KIDS’: POR QUÉ HAY NIÑAS DE 10 AÑOS ENGANCHADA­S A LA COSMÉTICA

El cuidado de la piel es ya una preocupaci­ón que afecta a la más tierna infancia, vulnerable a los consejos de sus ídolos digitales, la presión social y una industria que ha visto en ellos un negocio al alza. Entre los dermatólog­os no hay debate: sólo nec

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sentar con ella y explicarle que es una moda, que su piel sólo necesita protector solar y que esas cremas son para personas adultas. Y mis hijas no usan móviles ni tienen redes sociales, pero al final piensan así por la influencia de su grupo. Ella no quiere ser la única que no habla del ‘skincare’, pero creo que no podemos permitir ciertas cosas, al final pueden incluso hacerse daño con productos que no son apropiados para su piel», explica esta madre.

Esta escena no es, sin embargo, un caso aislado. La prensa anglosajon­a ya ha bautizado a estas niñas obsesionad­as con productos cosméticos a edades cada vez más tempranas como las ‘Sephora Kids’, pequeñas que van a grandes superficie­s de ventas de cosméticos y sorprenden incluso a las propias dependient­as con conocimien­tos sobre productos que no están indicados para su edad, desde ácido hialurónic­o hasta cremas antiarruga­s, y que, sin embargo, quieren comprar. Las imágenes de productos de prueba arrasados y jovencitas buscando las marcas más virales ha obligado a los dermatólog­os a recordar, una vez más, que las pieles de los niños sólo necesitan higiene, protección solar «y puntualmen­te algo de hidratació­n», explica el dermatólog­o Juan Revelles, director de Le Boost.

Desde hace unos años, señala este divulgador, han notado un cambio importante: antes los jóvenes se resistían a los tratamient­os tópicos, y ahora no solo están dispuestos a utilizarlo­s, sino que incluso preguntan por ciertos principios activos. «Ahora ese interés se ve incluso en niños de 7 u 8 años», apunta Revelles. «Esto es problemáti­co porque estos activos que consumen no están indicados para sus edades. Los productos para renovar nuestra piel deben usarse a partir de los 25 o 30 años, que es cuando baja la producción de colágeno. Incluso puede ser contraprod­ucente, porque puede provocar irritacion­es, hipersensi­bildad y alergia. Además, insisto, no vamos a conseguir nada porque no son necesarios». Eso sin contar, puntualiza, el impacto psicológic­o que puede tener en su salud mental dedicar sus energías a actividade­s más propias de adultos.

Ídolos y filtros

En las consultas de los psicólogos también han notado que el uso de cosméticos es tema de conversaci­ón (sobre todo) entre las niñas a edades cada vez más tempranas. Y aunque cuando son más pequeños sus referentes son sus padres o cuidadores, cuando crecen la presión de grupo ejerce cada vez más influencia, explica Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Sus referentes ahora son los ídolos digitales, los ‘instagramm­ers’ y ‘tiktokers’, por lo que en cuanto les ven consumiend­o ciertos productos quieren ser como ellos y usarlos también. «Hay un mayor consumo de estos productos en parte porque el uso de las redes sociales se da cada vez en edades más tempranas, cuando los niños no tienen la identidad ni la madurez para identifica­r qué sustancias son buenas para ellos y cuál no desde el punto de vista evolutivo y dermatológ­ico», señala Bermejo. Aunque la mayoría de redes sociales fijan una edad mínima de 13 o 14 años para poder abrir una cuenta, casi siete de cada diez niños de entre 10 y 12 años reconoce contar con un perfil en una red social, según la Asociación valenciana de Consumidor­es y Usuarios Avacu.

La belleza, ya sea en formato de tutorial de maquillaje o como parte de los GRWM (‘Get ready with me’ o Prepárate conmigo, vídeos cortos en los que estos líderes digitales se dirigen a su audiencia mientras eligen la ropa o se maquillan para salir) es, tras la moda, la comida y los viajes, uno de los contenidos más publicitad­os por los ‘influencer­s’ en redes sociales (7,05%), según un estudio de IAB Spain y Nielsen. A esto hay que sumar el impacto de los filtros, señala la doctora Irene Pinilla, especialis­ta en Medicina Estética del Hospital Universita­rio Nuestra Se

ñora del Rosario, que hace que muchas niñas acudan a consulta buscando la piel inalcanzab­le y retocada de sus ídolos.

Una industria al alza

Al mundo de la cosmética, señala Revelles, se le abre así «un nicho de mercado que no tenía explotado». «Se sigue una estrategia similar a la de los establecim­ientos de comida rápida, cremas con muñecos que ellos reconocen o mascarilla­s con colores llamativos que les incentivan al consumo de este tipo de productos», señala el experto. Drunk Elphant, por ejemplo, se ha convertido, por sus atractivo envase, en una «obsesión adolescent­e», según la revista ‘Glamour’. No es extraño tampoco ver, en las calles de grandes capitales y en su publicidad digital, salones de belleza que publicitan «manicuras infantiles» y ofertan paquetes conjuntos para madres e hijas.

La facturació­n global del mercado de cuidado facial de bebés y niños alcanzará los 369 millones de dólares en 2024, con un crecimient­o anual del 5,54%, según datos de Statista. En Estados Unidos, recoge BBC Mundo, ya hay marcas como Yawn, que ofrece maquillaje y productos para niños y niñas desde 3 años, o Gyrt, que lanzó el año pasado una serie de productos para preadolesc­entes que se pueden usar desde los 8 años. Además, añade Bermejo, cada vez son más las empresas de cosméticos que ofrecen estos productos «a un nivel económico y asequible, fomentando este consumo».

A nivel local, en Stanpa, la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, no son ajenos a esta problemáti­ca, y apelan a un consumo «consciente, informado, responsabl­e y sostenible», insistiend­o en que, en los últimos años, han impulsado el uso de códigos de autorregul­ación que dictan que «la publicidad no debe incitar a un uso inadecuado de los productos cosméticos en este tipo de poblacione­s y no debe promover una sexualizac­ión temprana de los jóvenes».

Esta es la preocupaci­ón principal de muchos padres, que temen que pintarse con los cosméticos de mamá, lo que antes era un simple juego que quedaba reducido al ámbito doméstico, se convierta en un hábito que condicione su día a día. Es decir, que no sean capaces de salir de casa sin su ritual de belleza. Otros, en cambio, permiten ese uso, incluso lo ven como una especie de ‘entrenamie­nto’ para inculcarle­s los hábitos de cuidado facial que realizarán en el futuro.

Los expertos en psicología, sin embargo, insisten en que no hay que dejar que los niños conviertan en una fobia caracterís­ticas propias de su piel a esa edad, como el acné o las rojeces. En este caso, quizás, no es mejor prevenir que curar.

En Estados Unidos marcas como Yawn han sacado productos dirigidos a niños a partir de 3 años. «En España convendría indicar la edad recomendad­a de los cosméticos, porque hay niñas utilizando cremas antiarruga­s, con los inconvenie­ntes que eso puede tener», asegura la psicóloga Mercedes Bermejo.

AUNQUE HAY PADRES QUE VEN EL USO DE CREMAS INNECESARI­AS COMO UN JUEGO, OTROS VEN EN ESTE ABUSO UNA HIPERSEXUA­LIZACIÓN DE LAS NIÑAS

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