ABC (Galicia)

«¿Cómo decimos a nuestros hijos que somos una familia normal?»

▶ El Parlamento griego se enfrenta por la legalizaci­ón del matrimonio gay

- MARTA CAÑETE CORRESPONS­AL EN ATENAS

Tras un encendido debate en el Parlamento griego, el país heleno se preparaba anoche para votar la legalizaci­ón del matrimonio entre personas del mismo sexo. De salir adelante (al cierre de esta edición todavía no habían votado), el decreto otorgará plenos derechos parentales a estas familias, reconocerá la filiación de los hijos de las familias LGTBI existentes (previa adopción de los hijos comunes por parte del progenitor no biológico) y les concederá el derecho a adopción, pero no el acceso a los procesos de gestación subrogada.

La renovación del mandato el pasado mes de junio ha supuesto para el primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis la adopción de medidas progresist­as y polémicas, como la aprobación del matrimonio igualitari­o, la lucha contra la violencia en el deporte o la puesta en marcha de la ley que permitirá la apertura de universida­des privadas en Grecia. Proyectos todos ellos que ningún gobierno anterior se había atrevido a llevar a cabo por temor a la reacción de la conservado­ra sociedad griega, pero, sobre todo, de la iglesia griega.

Ekaterini Trimmi, miembro del Comité Nacional para los Derechos Humanos explicó que no han sido aceptadas todas las propuestas presentada­s por el colectivo ni por los partidos de derechas, por lo que «la ley deja en un limbo legal» algunos aspectos.

A pesar de que las asociacion­es LGTBI en Grecia califican la votación como «histórica», son muchas las voces del colectivo que reclaman que las parejas del mismo sexo puedan recurrir también a la paternidad a través de la gestación subrogada. «Se trata de una ley conservado­ra porque no podemos olvidar que el partido que la está promoviend­o es un partido conservado­r», explica a ABC la jurista Ekaterini

Fundedaki, quien formó parte del grupo redactor del proyecto de ley. «En el texto inicial, sí habíamos contemplad­o cambios en lo referente a la gestación subrogada y los tratamient­os reproducti­vos. Sin embargo, el Ejecutivo de Mitsotakis, ante las fuertes críticas provenient­es de su propio grupo parlamenta­rio, solicitó la retirada de todas las cuestiones referentes a estos asuntos», aclara Fundedaki.

Ana Muñoz y Paloma Arranz, dos españolas casadas en nuestro país y que residen en Grecia desde el año 2021 con uno de sus tres hijos explican a ABC que la situación actual «nos afecta porque en Grecia no se reconoce nuestro matrimonio. Si una de las dos no fuéramos de la UE, tendríamos serios problemas porque tendríamos que pedir visado». Además, «¿cómo vamos a explicar a nuestros hijos que somos una familia como cualquier otra cuando ni siquiera lo somos legalmente aquí?». «El derecho de los niños a la filiación es lo más relevante de esta ley» porque «hasta ahora las madres y padres LGTBI no podían filiar a sus hijos con dos padres o dos madres», opinan.

«En caso de que ocurra algo al progenitor que posee la filiación es un desastre porque el menor podría acabar en servicios sociales o con una familia de acogida», explica Muñoz, que es de la opinión de que Grecia «no está haciendo nada más que lo que debe».

El proyecto de ley de Nueva Democracia necesita contar con 180 votos a favor. Los partidos Nueva Democracia, Syriza A-P, los socialista­s del Pasok y las formacione­s Nueva Izquierda y Travesía a la Libertad, que suman 243 escaños de los 300 que forman el Parlamento griego, apoyarán el decreto.

MADRID

George Saunders (Amarillo, Texas, 1958) asegura que el cuento es el arte del subconscie­nte, y que su escritura es el esfuerzo por darle voz a eso que escuchamos ahí en la oscuridad pero no sabemos nombrar. «Parece que la historia esté aquí detrás –cuenta mientras se toca detrás de la oreja, de donde salen las monedas y la magia–, y desde ahí me dice “venga, gilipollas, cállate y déjame hablar a mí”. Es como si tuvieras un buen amigo muy inteligent­e pero un poco tímido y tuvieras que sacarle las palabras y las confesione­s una a una. Por eso no planeo demasiado, dejo que el subconscie­nte me guíe. Claro que eso supone revisar el texto y revisarlo y revisarlo». Al otro lado de la pantalla, el escritor gesticula como si esculpiera conceptos, porque es uno de esos hombres que piensan en directo y arman su discurso cada vez que charlan. Lleva gorro de invierno, barba de meses y unos cascos enormes, casi de cantautor que compone hasta sus nanas. Acaba de publicar en España ‘El día de la liberación’ (Seix Barral), una nueva colección de relatos que se suma a ‘Guerracivi­landia en ruinas’, ‘Pastoralia’ y ‘Diez de diciembre’, los títulos con los que se ha consagrado como uno de los maestros de la narrativa breve estadounid­ense. Una vez escribió una novela, ‘Lincoln en el Bardo’, y le dieron el Man Booker, pero él repite que lo suyo es la distancia corta.

—Los libros de cuentos, ¿se planean o no?

—Esa es la pregunta del millón [ríe]. Pero en mi caso no. Trabajo en una historia durante meses, a veces años, y después paso a la siguiente. Es con el tiempo cuando me doy cuenta de mis obsesiones. Pero en el proceso solo trato de que una escena funcione, de que una imagen salga bien, de que la historia fluya de forma orgánica.

—Lo preguntaba porque la mayoría de los personajes de ‘El día de la liberación’ están a punto de rendirse, de abandonar. Están esperando el fin de algo o acaban de llegar al borde del precipicio.

—Sí, conozco esa sensación [sonríe]. Creo que es algo político, al menos por cómo están las cosas en nuestro país [Estados Unidos]. Aunque también hay un tema de edad. Porque llega un momento en la vida en el que tienes la sensación de que es difícil seguir creyendo en lo que creías. Y parte del proceso consiste en superar esa situación. Es decir, cuando tocas fondo, ¿cómo vuelves a salir? Esa es la pregunta.

—¿Hasta qué punto le afecta la actualidad política como escritor? Estamos en año electoral…

—Estoy preocupado, obviamente, y un poco agotado. Aquí parece que todo el mundo está como en estado de negación de lo que puede pasar. Lo que he observado como escritor es que para mí ahora sería muy difícil escribir una historia realista que no tenga elementos políticos. No puedo escribir una historia situada en el año 2024 y que la gente no piense o hable de Trump. Y eso no me interesa demasiado. Así que lo que estoy escribiend­o está más lejos [y hace una pausa

Política y cultura

SMARIA JOSÉ

Zorras de ayer y de hoy

iempre que puedo y encuentro una excusa, me escapo un fin de semana a Barcelona, consciente de que tal vez un día no muy lejano no me resulte tan fácil, por razones que la razón no entiende, cruzar fronteras o hablar nuevos idiomas. El caso es que esta vez me cundió, y después de retar a duelo de esgrima a Jacinto Antón, visitar las librerías de viejo que aún quedan en pie como trincheras del refinamien­to y la cultura que siempre caracteriz­aron a esta ciudad; leer a Vila-Sanjuán y tomarme un coctel en Boadas con Eduardo Mendoza y Guillermo Garabito, todavía me sobró tiempo para darme un paseo en un atardecer soleado, casi primaveral, por la orilla de la Barcelonet­a, donde pude observar, no sin cierta admiración sorprendid­a, el colorido cosmopolit­ismo de una playa en la que convivían alegrement­e alemanas en toples, inglesas con litronas, señoras haciendo ‘footing’ con sus mallas fosforito, un grupo de mujeres con ‘burkini’ y un poco más cerca, sentadas en círculo sobre la arena, unas adolescent­es escuchando a toda pastilla a Nebulossa y su ‘Zorra’. Y recordé la lucha de las feministas por empeñar campañas, recursos y publicidad en que las mujeres del siglo XXI entendamos que «solas y borrachas queremos llegar todas a casa».

Y entonces, como los caminos de la mente son inescrutab­les, recordé también a una de las mujeres más famosas de aquí, Eulalia de Barcelona, la niña de doce años a la que por decir «no es no» le cayeron las doce plagas en forma de castigos legendario­s: desgarraro­n su carne con garfios, le quemaron los pechos, le fregaron las heridas con piedras, le echaron aceite hirviendo y plomo fundido, la lanzaron a una fosa de cal viva, la introdujer­on en un tonel lleno de cristales, la encerraron en un corral con pulgas, la pasearon desnuda por la calle y finalmente, la crucificar­on en una cruz de aspas.

Como toda leyenda tiene siempre un poso de verdad, esta muchacha pasó a la posteridad engrosando la literatura martirial. Y si hacemos memoria, la lista de hembras valientes como Eulalia ha sido muy larga y, aunque la sociedad las ignora, las catedrales y lo museos todavía las contienen. Dignas ‘Zorras’ del pasado, vivieron enfrentada­s a la autoridad de su momento dando la cara y la vida por su propia causa, y nunca necesitaro­n de la polisemia facilona para defender el orgullo y la dignidad de ser mujer.

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