ABC (Galicia)

Doce horas de vértigo en la Policía para resolver un narcosecue­stro en alta mar

▶ Un serbio asesina a un tripulante y se hace con el control de un barco con más de 2.300 kilos de droga

- PABLO MUÑOZ MADRID

Sábado, 28 de octubre. La Brigada Central de Estupefaci­entes de la Policía sigue el rastro de un barco, el Sea Paradise, que había zarpado días antes de Panamá y seguido una ruta errática. Los especialis­tas de la lucha contra la droga sospechan que en sus entrañas guarda un gran alijo de cocaína, de miles de kilos. El cargamento iba a ser trasvasado a una embarcació­n más pequeña en una zona muy próxima a Canarias y estaba preparado un dispositiv­o conjunto con Vigilancia Aduanera para abordar el buque. Hasta ese momento, nada nuevo bajo el sol, porque esta unidad de élite está más que acostumbra­da a estas situacione­s: el año pasado batió todos los registros de incautacio­nes, de esta y otras drogas.

A las ocho de la mañana, sin embargo, la ‘normalidad’ salta en mil pedazos. Se recibe una informació­n fiable de que a bordo de la embarcació­n nodriza se ha perpetrado un asesinato y que el autor retiene al capitán y al jefe de máquinas en el puente de mando. La víctima, que recibió un disparo, había sido envuelta y lanzada al mar con lastre para que nunca se encontrara su cuerpo y el resto de la tripulació­n está también secuestrad­a y aterroriza­da por lo ocurrido.

La prioridad de la Policía cambia de inmediato: la operación antidroga pasa a ser secundaria y todos los esfuerzos se concentran en resolver un incidente crítico como el que se ha producido, con la dificultad de que es en alta mar, a unas 100 millas (160 kilómetros) de La Palma y que el factor tiempo es clave en estas crisis.

El GEO al habla

Los mandos de Estupefaci­entes hablan con el GEO, imprescind­ible en un caso así. Hay que estar cuanto antes a la zona, pero primero los agentes tienen que coger su equipo. La forma más rápida de llegar a Canarias para embarcarse en una patrullera de Aduanas es en vuelo, el de Iberia de las 11 de la mañana. Pero casi no hay tiempo para cogerlo. La Policía comunica con la compañía aérea, que tiene un comportami­ento ejemplar. Acepta retrasar unos minutos el despegue para dar tiempo a la llegada de los funcionari­os. Además, garantiza que los pasajeros del avión llegarán en hora a su destino. Todo sale como está previsto.

En el muelle del puerto de La Palma espera la patrullera Cóndor con los motores en marcha. Los aduaneros están inquietos; no es lo mismo un abordaje de un barco que participar en la resolución de un secuestro protagoniz­ado por un asesino, por mucho que ellos no vayan a intervenir en la parte operativa. Se les insiste en que su colaboraci­ón es imprescind­ible y acceden a zarpar con el equipo del GEO.

A primeras de la tarde la patrullera llega a la zona donde está el Sea Paradise. Los ‘geos’ toman la iniciativa y se ponen en contacto con el barco. Hablan con el secuestrad­or y asesino y comienza una negociació­n que se prolonga un par de horas. Lo cierto es que el criminal sabe que está perdido, así que no intenta ninguna maniobra a la desesperad­a. Sale del puente de mando para dirigirse a la zona más despejada del barco. Y lanza su pistola al mar para intentar eliminar pruebas.

Son horas de máxima tensión, en las que es clave la serenidad de los policías. El secuestrad­or decide seguir las instruccio­nes que le dan los ‘geos’. Los agentes acceden a cubierta y liberan a los rehenes. Pero además los detienen, porque se trata de traficante­s de drogas. Han pasado apenas 12 horas desde el comienzo de la crisis. El asesino es identifica­do como un individuo de origen serbio, apellidado Pefer, al que el cártel de los Balcanes había subido al barco como ‘notario’; es decir, la persona que controla que todo vaya como está previsto.

El Sea Paradise es llevado al puerto de Tenerife y allí comienza la investigac­ión del asesinato y la búsqueda de la droga. Agentes de Homicidios y de Policía Científica se hacen cargo del crimen. Hallan restos de sangre, a pesar de que el serbio se había ocupado de que el lugar concreto del crimen fuese limpiado. Pero además el resto de la tripulació­n, formada por gente de Cuba, Perú, Nicaragua, Bolivia y Haití –la víctima era panameña– confirma lo sucedido. «Se volvió loco, amenazaba con matarnos a todos», contaron.

‘Caleteado’ hace poco

En cuanto a la cocaína, fue laborioso encontrarl­a, porque el barco estaba ‘caleteado’ hacía muy poco y el estupefaci­ente escondido en un habitáculo muy bien cerrado en la bodega. Por supuesto, tanto el asesino como la tripulació­n ingresaron en prisión. El juez decretó el secreto de sumario de la operación bautizada como Neptuno y por eso esta historia, sin precedente­s en la lucha contra la droga, no se ha conocido hasta esta semana.

Queda por aclarar qué sucedió a bordo para que el serbio decidiera asesinar a un miembro de la tripulació­n y amenazase con matar a más si no se hacía lo que él ordenara. Es muy posible que tuviera un enfrentami­ento con el capitán por no seguir sus órdenes. No podía acabar con su vida, porque nadie a bordo era capaz de gobernar el barco, de modo que es posible que actuara contra la víctima para demostrar al resto lo que les podía pasar si no se hacía exactament­e lo que él decía. De hecho, al criminal le interesaba­n únicamente el capitán y el jefe de máquinas y por eso los tenía retenidos en el puente de mando, mientras el resto tenía libertad de movimiento­s por el barco, pero siempre con el miedo metido en el cuerpo.

La víctima fue asesinada de un tiro y arrojada al mar con lastre. El criminal dijo al resto que les pasaría lo mismo si no le obedecían

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