Elogio de la bomba atómica
Si Putin se atreve con Ucrania es porque sabe que enfrente no hay nadie
L Amuerte de Navalni es la muerte de Europa, que una vez más ha reaccionado sólo con indignación a su asesinato, es decir, con nada. Escribía ayer De Prada sobre la inanidad de la derecha española, también la Unión Europa es inane y nadie con dos dedos de cerebro se toma ya sus desafíos en serio.
De un lado la UE actúa como si tuviera fuerza y voluntad para sustentar sus decisiones y desde la caída del Muro ha ido arrinconando a Rusia y llegando hasta donde prometimos que nunca llegaríamos. Sin ninguna necesidad y con la chulería que sólo pueden permitirse los que están dispuestos a responder por los desperfectos de su gallardía, hemos jugado a inquietar las fronteras de un imperio en decadencia, empobrecido y hambriento, pero de súbditos eslavos con fe ciega o el suficiente miedo para seguir a su líder; y un líder sin otro escrúpulo que el de subrayar su poder dentro y fuera de sus fronteras.
Cuando el presidente Trump dice que Rusia haga lo que quiera con los estados europeos que no paguen lo que cuesta la OTAN no plantea una eventualidad sino lo que en el fondo ya sucede. A Navalni le ha pasado lo que Europa ha permitido que le pasara, tal como si Putin se atreve con Ucrania y se atrevió con Crimea es porque sabe que enfrente no hay nadie.
Europa no quiere pagar lo que cuesta la OTAN ni el precio moral de estar en guerra. Europa no entiende que sólo la fuerza disipa la violencia, y si lo entiende prefiere esconderse bajo el manto del pacifismo para no tener que asumirlo ni mucho menos obrar en consecuencia. Los Estados Unidos entendieron que la bomba atómica ahorraría muchos muertos, como así fue en Japón, pero también y sobre todo en el mundo entero, porque la amenaza nuclear ha sido el artífice de la paz más longeva que ha vivido el Occidente libre desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El demostrado poder de destruirnos los unos a los otros es lo que nos ha calmado y nos hemos comportado como buenos vecinos.
Nuestra Europa buenista, judeofóbica y cobarde se avergüenza de tener una fuerza devastadora y sus enemigos saben que no está realmente dispuesta a utilizarla. Putin se atreve a matar a sus opositores y a invadir Ucrania porque sabe que los europeos, por no pagar, no pagamos ni las facturas. Todo lo contrario, al presidente Trump no le hizo falta declarar ninguna guerra, porque los demás enseguida entendieron que si la buscaban la tendrían, y la perderían. La paz mundial se está resquebrajando pero no porque Putin esté loco –que no lo está– o porque Corea del Norte sea impredecible –que lo es– o por la amenaza yihadista, sino porque todos ellos y tantos otros perturbados tienen la sensación de que en este momento no hay nadie al cargo lo suficientemente inteligente, templado, caritativo y valiente como el presidente Harry Truman para usar la bomba atómica si fuera necesario. Y esta sensación –más allá de si se dan o no los escenarios– es la exacta medida de la impunidad de la barbarie.