ABC (Galicia)

LLEGÓ EN PATERA Y HOY ES COCINERO Y ARTISTA: «LO MÁS DURO EMPIEZA EN TIERRA»

Empezó decorando los platos del restaurant­e en el que trabajaba y hoy participa en exposicion­es de pintura

- LAURA BAUTISTA GRAN CANARIA

Mohammed el Montaser el Baz llegó con 15 años a Gran Canaria desde su país natal, Marruecos, con 54 horas de travesía en una patera con una vía de agua. «A oscuras, en medio del mar, nos teníamos que agarrar a la barca para no caernos». Pasó miedo, tanto, que rezó pensando que era el final. «Los gritos esa noche eran lo peor, imposibles de olvidar». Ahora trabaja de cocinero en un hotel cinco estrellas del sur de Gran Canaria donde sus obras de arte han sido protagonis­tas de varias exposicion­es en el ‘living’. «Soy uno de los que más ha vendido», celebra.

El 11 de noviembre de 2007 fue el primer día de la nueva vida de Mohammed, a la que se vio empujado buscando un futuro mejor para él, su familia y sus cinco hermanos. «No sabíamos lo que era este viaje, allí se ve desde una realidad muy diferente» y aunque les advirtiero­n del peligro de la travesía, «nadie te avisa que la parte más dura empieza una vez en tierra».

Ellos tuvieron la suerte de llegar, en una embarcació­n precaria donde todos eran menores de edad. Hoy, que ya lleva media vida en Gran Canaria y que es padre de un niño no permitirá que nadie de su familia se arriesgue así de nuevo, no mientras él pueda evitarlo.

Centrarse en el objetivo

Cuando llegó, lo mandaron a un centro de menores «y allí no puedes hacer nada, yo me esforcé en aprender el idioma». Eran muchos y había peleas, y eso «me cambió, tuve que aprender a defenderme, a desconfiar, a decir no a las malas compañías y centrarme en el objetivo».

Con 15 años «estás solo, sin tus amigos, sin la familia… te toca aprender a la fuerza, y lo haces por necesidad». A los chicos que ahora llegan les aconseja, porque «lo que hagas de allí en adelante define tu nueva vida». Estuvo en un centro de acogida pero cuando cumplió los 18 años «me quedé en la calle, no tenía qué comer, ni donde dormir, no tenía a dónde ir». Poco a poco la cosa fue a mejor, con la ayuda de varias personas que le tendieron una mano.

Sin documentos

«Diría que fue suerte, pero creo que tus actos te definen, y vieron en mí las ganas y el esfuerzo para salir adelante». Empezó estudiando un ciclo de restauraci­ón y tratando de sobrevivir. «Al cumplir los 18 y de un día para otro me quedé indocument­ado, se me vencía el pasaporte, el permiso de residencia...».

Pasando de centro en centro durante años, logró una beca y pudo terminar los estudios. Con el título tuvo acceso a unas prácticas y pudo sobrevivir a años de luchar aún ahogado en burocracia, «nadie te contrata sin permiso de trabajo», hacía entrevista­s pero no servía de nada. Fue un camino de hormiguita, poco a poco. «No te avisan de que lo duro, si llegas, viene después, a veces solo tienes ganas de rendirte», pero tomar la opción sencilla no está en su naturaleza. Como ayudante de cocina, y poco a poco, sumando tareas en un restaurant­e de Maspalomas descubrió la pintura. Lo más difícil en la cocina de ese restaurant­e era pintar los platos, ya que es un local que sirve la comida en platos decorados con leche condensada y colorante, con diferentes dibujos, a mano y al momento.

Convivir con el rechazo

«No había pintado en mi vida», pero «necesitaba el trabajo, y cuando hay necesidad, aprendes lo que sea». Con ayuda y muchas horas de trabajo se le abrió un mundo nuevo. «Me convencí y me enfoqué y fui notando el cambio», la pintura tiene algo que a Mohammed le ha enganchado, «no tiene límites para crecer». Poco después, empujado por uno de sus mentores, pasó de pintar platos a presentars­e a un concurso de pintura rápida, y ganó. «Tuve que convivir con el rechazo, pero hoy la gente me conoce y me respeta, porque saben lo que me ha costado llegar hasta aquí». Fue un camino de aprender a que no le afectase el rechazo, porque «duele que una persona al verte cambie de acera porque eres moro, que te insulten o te escupan». Ya es una herida curada, pero es una realidad que sigue viva. Hacerse un hueco es muy difícil en un mundo donde aún se mira con miedo al diferente, confiesa.

«Me atreví a preguntar»

Cuando conoció al equipo del hotel cinco estrellas del que es empleado se marcó la meta de entrar a trabajar ahí. Y así fue, entró desde abajo y ha ido subiendo poco a poco. Hoy trabaja de cocinero en uno de los hoteles más exclusivos de la isla, y donde le han dado alas para seguir creciendo. «Un día me atreví a preguntar si podía exponer», y ya se ha ganado el título de ser el expositor que más obras ha vendido.

La pintura le ayuda a centrarse, a relajarse, es un ‘hobby’ y ahora una ayuda económica que le nace de dentro, y que le ayuda a lidiar con conflictos internos. Ha sido elegido para participar en un monumento que se realizará con los cayucos de madera que han llegado a la isla, que serán pintados a mano en homenaje a los que no lo lograron. «Es una forma de cerrar el ciclo», asegura, y aunque aún hoy son recuerdos dolorosos y que siguen dando miedo, para él la pintura es la mejor manera de contarlo.

«TUVE QUE CONVIVIR CON EL RECHAZO, PERO HOY LA GENTE ME CONOCE Y ME RESPETA, PORQUE SABEN LO QUE ME HA COSTADO LLEGAR HASTA AQUÍ»

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// CEDIDA POR @PAYRAMO_ADRIAN Mohammed el Montaser el Baz, junto a una de sus pinturas

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