ABC (Galicia)

La caída del hombre que le entregó a Maduro todo lo que quería y más

▶El responsabl­e de la política para Venezuela de la Casa Blanca va a abandonar su puesto tras una serie de concesione­s que no han dado frutos

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

Hubo una foto que al grueso de la castigada diáspora venezolana en Estados Unidos le ha dolido especialme­nte de la actual administra­ción norteameri­cana, por lo que revelaba y por lo que auguraba. Fue publicada en Instagram el 5 de marzo de 2022, y muestra al aún responsabl­e de la cartera de asuntos latinoamer­icanos de la Casa Blanca, en un jet privado, con gafas de sol y anotando en un cuaderno, en un trayecto entre Caracas y Washington, con un solo comentario: operación Belieber.

Que la primera misión en años de un alto funcionari­o de la presidenci­a estadounid­ense a verse con el dictador venezolano Nicolás Maduro fuera descrita en esos términos, con la ligereza de un meme de redes sociales y haciendo referencia al cantante Justin Bieber, provocó una gran animosidad hacia Juan González, colombiano de nacimiento y veterano del equipo de Biden desde sus años en la vicepresid­encia. Por entonces la dictadura había provocado ya con su represión y la miseria el exilio de más de seis millones de venezolano­s.

Este mes de marzo entrante, González se apea finalmente del cargo de asesor de América Latina en el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, según ha confirmado la presidenci­a americana.

Pedro Burelli, venezolano que vive en el exilio, una de las voces más influyente­s de la diáspora venezolana en EE.UU. y alguien muy crítico del giro de la Administra­ción Biden con respecto a Maduro, opina que González «nunca tuvo la experienci­a que se requería para negociar con quienes se han burlado de un sinfín de equipos negociador­es a lo largo de dos décadas». «Cometió errores garrafales en su primera visita a Venezuela en marzo de 2022 que permitiero­n al régimen de Caracas venderse como víctima de la falta de palabra del Gobierno de Washington», añade.

Según dos fuentes conocedora­s de aquel viaje, en el que fue a Venezuela también el enviado especial de EE.UU. para la liberación de rehenes, Roger Carstens, González se presentó como el funcionari­o norteameri­cano de mayor nivel en visitar Caracas desde que Hugo

Chávez tomara el poder. En el viaje González adquirió, además, una serie de compromiso­s que después sus superiores en el Consejo de Seguridad de la Casa Blanca no pudieron refrendar, lo que llevó a lo que Burelli describe como la interpreta­ción de la dictadura de que Washington no tenía palabra.

La decisión de González de anunciar su viaje en su perfil personal de Instagram provocó además aprensión entre el equipo de comunicaci­ón de la Casa Blanca, y la que entonces era portavoz de esta, Jen Psaki, se molestó profundame­nte y tuvo que aconsejarl­e que no volviera a compartir mensajes de ese tipo en sus perfiles de redes sociales, según una persona con conocimien­to de aquella conversaci­ón.

Sucesión de concesione­s

Desde aquel primer viaje, los rumores del inminente despido o dimisión de González llegaban cada vez que Maduro respondía a una nueva concesión con alguna ofensa aun mayor que la anterior. La deriva autoritari­a, las detencione­s arbitraria­s y los indicios de que no habría elecciones libres, no disuadiero­n a González y su aparente determinac­ión de darle al botón de ‘reset’ en las relaciones con el chavismo.

Primero vino la extracción de la lista de sancionado­s por EE.UU. de Carlos Erik Malpica Flores, sobrino de la primera dama venezolana, Cilia Flores. Después, la liberación de sus ‘narcosobri­nos’, Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas, que cumplían penas de prisión por tráfico de cocaína. Más adelante el levantamie­nto paulatino de las sanciones al oro y al petróleo. Mientras, Washington retiró el reconocimi­ento a Juan Guaidó, tras no invitarle a acudir a la cumbre de las Américas de Los Ángeles en verano de 2022.

Objetivo prioritari­o: Saab

Ya desde los últimos años de Donald Trump, EE.UU. era consciente de que Maduro tenía un objetivo prioritari­o, liberar a Alex Saab, el testaferro del dictador. No sólo por lo que sabía de Venezuela, sino por la informació­n que atesora de los negocios con Irán, Rusia y Turquía. Así se lo trasladó Jorge Rodríguez, presidente de la asamblea venezolana oficialist­a, a dos enviados de Trump, Richard Grenell y Erik Prince, en México en 2020.

Finalmente, González consiguió de Biden en diciembre de 2023 el indulto total y completo de Saab, imputado en una trama de lavado de dinero y robo de fondos públicos venezolano­s, al que EE.UU. peleó por extraditar desde Cabo Verde desde que Interpol le detuvo en 2020. Una vez Saab regresó a casa, la ilusión de unas elecciones libres se desmontó cual castillo de arena.

Por eso entre los descontent­os de González y la política de Biden hacia Venezuela hay varios fiscales, según ha podido saber ABC de fuentes de la judicatura, decepciona­dos con que su trabajo de años en causas como la de Saab hayan sido desmontada­s con la firma de un presidente que antes hubo prometido que no interferir­ía en los asuntos

Esta es la imagen que en marzo de 2022 publicó Juan González en su perfil de Instagram, con un ‘hashtag’ que hacía mención a los seguidores del cantante Justin Bieber de la justicia, hasta que lo hizo. Los viajes de González –hubo otro más– a Caracas tampoco sentaron muy bien en un ministerio público que tenía imputados a Maduro y a su socio Diosdado Cabello en una gran causa de narcoterro­rismo, de la que hoy quedan apenas los restos: el general Clíver Alcalá se ha declarado culpable y aguarda sentencia y Hugo ‘el Pollo’ Carvajal, extraditad­o desde España, pelea por un juicio que sólo suma demoras. El juez, lo ha dicho abiertamen­te, está exasperado.

En el intrincado y endogámico mundo de Washington, un despido nunca se presenta como tal. Sólo en los años de Trump el presidente echaba a alguien a la calle, normalment­e con un ‘tuit’. La salida de González fue filtrada subreptici­amente a Bloomberg, un medio de confianza para la Casa Blanca en asuntos de Venezuela, y después el Consejo de Seguridad Nacional se limitó a confirmar lo obvio, sin más.

El calendario, sin embargo, es bastante revelador. Unas semanas antes, Maduro hizo a Biden abrir los ojos: María Corina Machado, que ganó las primarias opositoras, no se puede presentar a las elecciones porque el régimen no quiere. La activista a favor de los derechos humanos Rocío San Miguel fue

Ante Maduro, González se presentó como el funcionari­o de mayor rango en ir a Venezuela desde los años de Chávez

detenida. Y por si el mensaje no quedara claro, el día después de que se supiera de la salida de Juan González, Venezuela expulsó del país a la agencia de derechos humanos de la ONU. No es la de González una salida común tampoco en plazos, porque se produce cuando casi podía acabar todo el mandato, a nueve meses de las presidenci­ales en EE.UU. y antes de las de Venezuela.

Los logros

Entre los logros de González está sobre todo la liberación de todos los estadounid­enses que estaban presos en Venezuela, en varias tandas, empezado por los ejecutivos de la petrolera Citgo, y acabando por unos soldados americanos que en 2019 participar­on en una chapucera operación para deponer a Maduro que les llevó al calabozo.

También consiguió que Maduro aceptara vuelos de repatriaci­ón de venezolano­s rechazados en la frontera con México. Se trata de un logro no exento de contradicc­iones: cuando Biden acabe su primer mandato, un millón de venezolano­s habrá entrado en EE.UU. sin papeles, según las estimacion­es oficiales. Huyen de la miseria y la represión, y gracias a las negociacio­nes de González, muchos de ellos son regresados inmediatam­ente a esa pesadilla de la que han intentado escapar. Al término de su primer mandato, Biden ha conseguido priorizar la excarcelac­ión de estadounid­enses y la política migratoria, y dejar de lado el cambio democrátic­o.

Tampoco tenía una misión fácil González cuando llegó al cargo. Su cartera abarca todo el continente americano, y a los meses de llegar, el ciclo de protestas y represión volvió a activarse en Cuba. Sin embargo, él se inmiscuyó directamen­te en la crisis venezolana y aceptó verse cara a cara con Maduro, en su terreno.

EE.UU. salía de los cuatro años de Trump, un mandato en el que Venezuela había sido casi una cuestión de política nacional, con apoyos a pronunciam­ientos contra Maduro y reconocimi­entos oficiales a Juan Guaidó. La frase más repetida en la Casa Blanca aquellos años había sido «todas las opciones están sobre a mesa», una advertenci­a de uso de la fuerza que al final quedó en palabras, y que no consiguió cambio alguno en la estructura de poder en Caracas.

Para Carrie Filipetti, que fue subsecreta­ria de Estado para América Latina en la diplomacia de EE.UU. con la anterior Administra­ción y hoy es directora del grupo bipartidis­ta Vandenberg Coalition, es «decepciona­nte» que las concesione­s de la Casa Blanca se encuentren sólo con «un empeoramie­nto de la situación de los venezolano­s».

A pesar de las concesione­s hechas por EE.UU., el régimen de Maduro ha intensific­ado la represión, arrestando activistas y amenazando la sociedad civil. «La debilidad del régimen de Maduro es evidente, y tanto EE.UU. como otros aliados deben aprovechar­la para promover elecciones libres y justas en Venezuela, penalizand­o al régimen por sus abusos y buscando una transición democrátic­a genuina», dice Filipetti a este diario.

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// ABC Nicolás Maduro y su mujer Cilia Flores, el 23 de enero en Caracas
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