ABC (Galicia)

«Llegó tarde y cuando por fin se autorizó pensamos ¿quién se la va a poner?»

▶ Su desarrollo tardó 3,5 años. «El Gobierno la compró y ya sabía que no aportaba nada»

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO MADRID

La búsqueda de una vacuna eficaz contra la pandemia fue una angustiosa carrera contra el reloj. Estaba en juego la salud de millones de personas, un negocio multimillo­nario y también el orgullo patrio. Todos los países querían tener su propia vacuna del Covid, también España. Un puñado de grupos de investigac­ión españoles y laboratori­os especializ­ados en vacunas competían por desarrolla­rla pero solo la farmacéuti­ca catalana Hipra llegó a la recta final.

Cuando lo consiguió el virus había cambiado y aunque la vacuna funcionaba ya no era tan eficaz. La autorizaci­ón de comerciali­zación de Europa llegó cuando otras farmacéuti­cas como

Pfizer o Moderna ya estaban inmunizand­o con inyeccione­s adaptadas a la variante Ómicron del virus que aún sigue circulando. «Nunca entendimos que se comerciali­zara. El Gobierno decidió la compra de millones de dosis cuando ya se sabía que la vacuna no aportaba nada. Durante la pandemia, se hicieron muchas cosas sin criterio técnico y una de ellas fue ésta, todos sabíamos que la vacuna Hipra iba a tener poco valor. Lo digo con todo el respeto a un laboratori­o serio que hizo un buen trabajo, aunque desafortun­adamente llegó tarde. Por eso, cuando por fin se autorizó pensamos ¿quién se la va a poner?», recuerda Antonio Zapatero, el médico que puso en piel el hospital de campaña de Ifema y coordinó en Madrid la política contra el virus.

Casi vencido el virus, Europa y España dieron luz verde a la inmunizaci­ón con la vacuna de Hipra. La primera idea fue utilizarla como dosis de recuerdo entre el personal sanitario. «Afortunada­mente esa idea se desechó. Ningún médico la quería», recuerda Zapatero que por entonces ya había abandonado su responsabi­lidad en la Consejería de Sanidad de Madrid.

Las pocas dosis utilizadas se han destinado a la protección de militares y personas que reaccionan a las vacunas de ARN, aunque en el mercado existen otras opciones eficaces como la de la compañía estadounid­ense Novavax.

En la búsqueda de una vacuna eficaz competían los centros de investigac­ión de Luis Enjuanes e Isabel Sola, Mariano Esteban, Vicente Larraga o el laboratori­o gallego Zendal, entre otros. La farmacéuti­ca española Hipra no era mala opción para el desarrollo de una vacuna. La compañía tenía experienci­a en la fabricació­n de vacunas de uso veterinari­o, aunque cuando la pandemia estalló llevaba años orientada al diagnóstic­o de enfermedad­es.

En los años 90 había dejado de lado las vacunas y el virus del Covid fue una señal para volver al negocio de las vacunas. Puede que la maquinaria entonces no estuviera tan bien engrasada. Sus profesiona­les más expertos en vacunas ya estaban retirados. «Tardaron tres años y medio en conseguir su aprobación. Cuba sacó adelante su vacuna Soberana 3, que es muy parecida a la de Hipra, en solo diez meses. Es un secreto a voces que tuvieron fallos con el adyuvante, el compuesto que potencia el sistema inmune. Y también con la homogeneid­ad de los lotes, lo peor que te puede pasar», cuenta a ABC un investigad­or que prefiere guardar el anonimato.

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