Carmen murió de hambre y sed, encerrada con un candado por su hija y su yerno
▶ «Era piel y hueso», dice la Guardia Civil de Huelva tras detener a la pareja por homicidio doloso
Carmen Romero Fernández, de 58 años, ingresó en el hospital de Riotinto el 28 de diciembre. La llevó una ambulancia desde su casa de Jabugo pero parecía recién salida de Auschwitz. Sufría deshidratación, desnutrición severa, una grave infección respiratoria y caquexia (se había quedado sin músculos). «Piel y huesos es lo que quedaba de ella», resume el cabo José Barroso, al frente de la investigación. Carmen no respondía a ningún estímulo, no podía moverse... Murió cuatro días después.
«Cuando la vi en la camilla me hundí. Olía a orines, estaba sucia, transparente, era un esqueleto, no conocía, pesaba unos 30 kilos». Sonia Coronado es la hija mayor de la víctima. Llevaba meses llamando a todas las puertas para que alguien auxiliara a su madre. Había presentado una demanda en el juzgado para que la sacaran de la casa en la que vivía con su otra hija y su yerno –ahora se sabe que secuestrada y encerrada con un candado– y la llevaran a un centro. No hubo ayuda para ella y no hubo salvación para Carmen.
La Guardia Civil de Aracena detuvo el pasado 7 de febrero a Tatiana Coronado, de 26 años, la tercera hija de Carmen y a Carlos, su pareja, de 32, en Jabugo (Huelva), acusados de un homicidio doloso (comisión por omisión) y otro de detención ilegal. Los culpan del fallecimiento de Carmen «en estado de total abandono». Tenía una minusvalía del 33 por ciento y una dependencia severa.
Durante un mes y medio, los agentes han estado recopilando documentos médicos y tomando declaraciones al entorno familiar, sanitario y social hasta desentrañar la pesadilla en la que vivió la mujer sus últimos meses. La enfermera que entró en el piso el día que la ambulancia se llevó a Carmen ha contado que la habitación de la mujer tenía un candado, solo había una cama y estaba rodeada de restos de comida putrefacta, un barreño con orines y otro con heces.
El pasado 23 de agosto uno de los médicos aconsejó por escrito «la intervención judicial y el asesoramiento legal». En octubre, la técnico sociosanitaria que acudía dos horas y media a la casa para ayudarla informa a su superior de que han puesto un candado en la puerta de la cocina. Cuenta que cada vez que va la encuentra desnuda, cubierta de orines y heces, sin desayunar. Ella, en ese tiempo que tiene asignado, la asea, le da de comer y hace lo que puede mientras la pareja a las dos de la tarde sigue en la cama, pese a que tienen un bebé que no ha cumplido dos años. Los servicios sociales están al tanto de la situación. Tras la denuncia y la visita del supervisor, cada vez dejan entrar menos a la chica asignada a Carmen por su dependencia: 13 días en noviembre; ninguno en diciembre.
«Para mí ella no ha sido una madre pero yo para ella sí he sido una hija», afirma Sonia, que lleva tatuado el sufrimiento de años hasta en la voz. Carmen era una anciana prematura. Hace más de quince años sufrió un ictus y no fue el único. Exalcohólica y prácticamente inmóvil tras el primer ataque estaba al cuidado de Sonia hasta que su hermana y su cuñado se trasladaron a la casa poco antes de que Tatiana tuviera a su hijo. Lo primero que hicieron fue empezar a cobrar su pensión: 714 euros. Lo segundo, impedir poco a poco que el resto de la familia o vecinos tuviera acceso a ella.
Sonia acudió al cuartel de Jabugo hace más de un año y pidió ayuda. No 58 AÑOS Y 30 KILOS
Sonia, la hija mayor, pidió ayuda hace más de un año en el cuartel porque no le dejaban ver a su madre ni hablar con ella. El sargento le dijo que si no había delito, no podían intervenir y que acudiera al juzgado. Tras la muerte de su madre, le pidió perdón.
Una técnico que iba 2,5 horas a la casa para ayudar a la mujer denunció que habían puesto un candado en la cocina y que estaba malnutrida y sucia. Servicios Sociales tuvo conocimiento y su hija solicitó un informe para el juzgado. Llegó cuando Carmen había muerto.
Desde agosto hay varios informes médicos que alertan de que la pareja no les permitía visitar a la paciente ni respondía a las llamadas telefónicas. Hace más de un año que no compraban las medicinas de Carmen, que había sufrido varios ictus y tenía neumonía. Un médico aconsejó por escrito una intervención judicial. le dejaban ver a su madre y ella suponía que no le daban su medicación y que no estaba bien atendida, sin imaginar la situación real. El sargento le dijo que si no se estaba cometiendo un delito presentara una demanda civil. Alertó también a Servicios Sociales, llamó incluso a teléfonos contra el maltrato haciéndose pasar por una vecina. «Nadie me ayudó», denuncia. Reiteró visitas al cuartel sin suerte y llamadas al asistente social.
Este verano, tras uno de los ingresos hospitalarios de su madre, se presentó en la puerta para verla. Su cuñado y los padres de él le dieron una paliza, que denunció. También presentó la demanda en el juzgado. Servicios Sociales le hizo llegar el informe de su madre cuando se enteraron de que Carmen ya estaba desahuciada.
La pareja le quitó el móvil a la mujer y se lo destrozó; la cambió de habitación porque la sorprendieron hablando por la ventana con Sonia; la incomunicaron y la encerraron, según la información recabada por los investigadores. Sonia hizo llegar al sargento de Jabugo dos fotos de su madre moribunda en el hospital y este alertó a sus compañeros de Aracena. Tras la muerte de Carmen, llegó la denuncia y la investigación que ha acabado con la pareja detenida.
«Todos los indicios apuntan a lo mismo: la abandonaron a su suerte, se desentendieron por completo», afirma el cabo Barroso. Admite que se quedó en ‘shock’ cuando vio las fotos de Carmen. «Su hija hizo todo lo que pudo», defiende y coincide con Sonia en que nadie hizo nada para salvarla.
Su otra hija, a la que le impedían verla, había llamado a todas las puertas y denunciado en el juzgado pero nadie hizo nada