Un fallo eléctrico causa un incendio en una residencia y mueren dos ancianas
▶ El suceso, en el barrio madrileño de Aravaca, se originó en una radio o en una batería
La tragedia se ha cebado de nuevo con personas especialmente vulnerables. En esta ocasión, tres mujeres son las que peor han salido paradas del incendio en una residencia de ancianos del barrio madrileño de Aravaca, en la zona oeste de la capital. Dos de ellas fallecieron y la tercera se encontraba, al cierre de esta edición, en estado crítico.
El suceso se originó poco antes de las siete de la mañana de ayer. Según ha podido saber ABC, la Policía Científica
se encuentra analizando las posibles causas del siniestro, pero la más probable es un fallo eléctrico en la habitación donde dormían las finadas, en la segunda planta. Concretamente, las pesquisas se centran en el mal funcionamiento de una batería o de un aparato de radio.
Policías perjudicados
Como resultado del posible cortocircuito, la dependencia ardió completamente, falleciendo por las llamas y por la inhalación de humos una mujer de 93 años y otra de 90. La herida cuya vida pende de un hilo tiene 64. Las llamas no se extendieron a otras partes del edificio, más allá del intenso humo.
Los primeros en llegar al geriátrico, llamado Juan XXIII y situado en la calle de Proción, 10, fueron la Policía Nacional y la Municipal. Se pusieron manos a la obra para rescatar a los internos.
Hay una tercera mujer en estado crítico y otros 16 internos precisaron ser trasladados a distintos hospitales de Madrid
De hecho, al menos cuatro agentes resultaron perjudicados por respirar los gases tóxicos, aunque leves.
En el lugar había 39 residentes. Además de las fallecidas y de la compañera crítica, otros 16 precisaron el traslado a distintos hospitales, aunque ninguno presentaba compromiso vital, informa Emergencias Madrid.
Los Bomberos del Ayuntamiento y los sanitarios del Samur-Protección Civil se trasladaron rápidamente para sofocar las llamas y acabar con las tareas de evacuación. La Cruz Roja y el Summa-112 también colaboraron en las tareas de salvamento.
El centro Juan XXIII comenzó a funcionar en 1990 y tiene plazas concertadas con la Comunidad de Madrid desde el año 2009.
GENERAL (R)
La posibilidad de que, el próximo noviembre, Trump sea reelegido presidente de EE. UU. está activando las alarmas, tanto en la OTAN como en la Unión Europea (UE). El chispazo provocador ha sido la amenaza proferida por Trump en un mitin electoral en Conway (Carolina del Sur), donde declaró, a modo de avispado sacamuelas, su disposición a «animar a Rusia a hacer lo que quisiera con la OTAN» si los europeos no gastaban más en Defensa. Un aviso formulado en tono intimidatorio y narcisista que debería ser tomado en serio. No solo por la creciente posibilidad de que Trump retorne a la Casa Blanca, sino porque su discurso refleja el sentir de una parte importante de la población norteamericana. Asimismo, porque estaría registrando una potencial retirada de EE. UU. de la OTAN que, aunque ‘de iure’ necesitaría de un complejo y largo proceso legislativo, podría ser implementada ‘de facto’ por un presidente. Porque a éste corresponde, en prerrogativa prácticamente exclusiva, la gestión en su país del artículo 5 del Tratado de Washington (1949), por el que se creó la OTAN.
La vocación aislacionista estadounidense no es novedosa. George Washington, en su discurso de despedida (’Mensaje del adiós’), en 1796, advertía a sus compatriotas de la imprudencia de mezclarse en los problemas europeos, afirmando que «Europa tiene particulares intereses que no nos conciernen en manera alguna o que nos tocan muy de lejos. De ahí el que se vea envuelta en disputas frecuentes que son esencialmente ajenas a nosotros». Por tanto, tal orientación es histórica y casi consustancial con el alma de muchos norteamericanos; se encuentra entre las razones principales por las que EE. UU. no se comprometió con las dos guerras mundiales hasta que no tuvo más remedio que hacerlo. Esa idea aislacionista subyace en el ‘America first’ (‘América es lo primero’) que, seguramente, condensa el pensamiento político de Trump. La insuficiencia en el gasto de Defensa de los aliados es asimismo un asunto recurrente en el seno de la OTAN. Pero no le falta base a Trump para poner el dedo en la llaga, cuando EE. UU. dedica a defensa el 3,49% de PIB y soporta la carga de más del 50% de los gastos comunes de la Alianza. En la Cumbre Atlántica de Cardiff (2014), los jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron a alcanzar, en los respectivos presupuestos, un gasto de defensa del 2% del PIB. Una intención no materializada posteriormente por la mayoría de los aliados. Fue ocho años después, y ya producida la invasión rusa de Ucrania, cuando en la cumbre de Madrid (2022) se reiteró el compromiso del 2%. En esta ocasión se aprobó, además, el nuevo Concepto Estratégico de la Alianza contemplando asimismo la posible adhesión de Finlandia y Suecia.
La revisión estratégica
La nueva estrategia aliada, ha supuesto una profunda y radical revisión de la anterior (Lisboa, 2010), con conclusiones tan sustanciales como: pasar a Rusia de la condición de aliado estratégico a la de amenaza directa; denominar a China como desafío sistemático; y compeler a Turquía para que, aún con el morro torcido, levantara su veto a la potencial adhesión la OTAN de Finlandia y Suecia, permitiendo así formular la invitación formal a esos estados. El primero ya es miembro pleno y Suecia está a la espera de la ratificación húngara.
A pesar de tal reiteración sobre la insuficiencia del gasto, todavía hoy, de los treinta miembros de la OTAN (sin contar a Islandia que no tiene Fuerzas Armadas), solo once de ellos alcanzan un gasto de defensa superior al 2% del PIB. España, en el grupo de los que no cumplen el compromiso, tiene un gasto de defensa del 1,26%, ocupando el antepenúltimo puesto (el 28) de la lista.
Es curioso constatar que España fuera, al menos a nivel declarativo, de los primeros aliados engatusados por esa mágica cifra del 2%. Porque en la Directiva de Defensa Nacional 01/92 (1992), firmada por el presidente González, se
Hay un cambio de época, pero la autonomía europea en Defensa y seguridad se adivina como un proceso largo y muy caro
Los intereses políticos o el rechazo hacia fuerzas multinacionales por parte de los Estados Mayores son, hoy, grandes obstáculos
estipulaba el 2% del PIB como objetivo presupuestario de los gastos de Defensa. Directiva y objetivo al que la Administración española, como es habitual, no hizo mayor caso; empezando por quien se supondría el mayor defensor de tal cifra, el entonces ministro de defensa, Julián García Vargas, quien la devaluó calificándola públicamente como meramente «tendencial». Y así, 32 años después, seguimos cavando apasionadamente en el mismo pozo.
Con frecuente alegría se alude a la defensa europea en base al artículo 42.7 del Tratado de Maastricht (1992), donde los Estados se comprometen a prestar ayuda y asistencia a cualquier otro Estado miembro objeto de una agresión armada en su territorio, con todos los medios a su alcance, y de conformidad con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Compromiso que ha sido recientemente puesto en cuestión por dos miembros de la propia UE, Finlandia y Suecia, al empeñarse éstos en entrar en la OTAN y, consecuentemente, abandonar el respectivo estatus, el primero, de país no alineado vigente durante 80 años, y, el segundo, de país neutral desde el Congreso de Viena (1815). Con tales mudanzas, el mar Báltico se ha convertido en una suerte de gigantesco lago interior de la OTAN, acogotando las salidas naturales rusas hacia el Atlántico desde San Petersburgo y Kaliningrado.
Cláusula defensiva
Aquella mutación nórdica, en todo caso, muestra palmariamente, por un lado, el temor hacia la Rusia de Putin y, por el otro, la insuficiente fiabilidad que, en ambos países, despierta la cláusula defensiva incluida en el mencionado artículo del Tratado de Maastricht, donde también se especifica (segundo párrafo) que la OTAN «seguirá siendo, para los Estados miembros que forman parte de la misma, el fundamento de su defensa colectiva y el organismo de ejecución de ésta». En román paladino: la
Rusia