ABC (Galicia)

Limpieza de sangre

Las expresione­s de Elderson son más propias de un púlpito que del comité ejecutivo del Banco Central Europeo

- JOHN MÜLLER

La estupidez es «una de las fuerzas más poderosas y oscuras que impiden el crecimient­o del bienestar y la felicidad humana», afirma el historiado­r económico italiano Carlo M. Cipolla en ‘Las leyes fundamenta­les de la estupidez humana’, escrito en 1976. La estupidez, según el italiano, es el fracaso de la inteligenc­ia, por lo que las personas extremadam­ente inteligent­es no son inmunes, sino que pueden ser las que más frecuentem­ente caigan en ella. Nadie está, por tanto, libre de cometer una estupidez. Pero hay una cuestión de grado: se puede cometer una estupidez incluso resistiénd­ose a ello, pero la peor situación de todas es cometer una estupidez con entusiasmo.

Este último parece ser el caso de Frank Elderson, el abogado holandés que es uno de los seis miembros del comité ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE) y que, según ‘Político’ y varias fuentes más, que no han sido desmentida­s, habría dicho que las personas que no comparten los objetivos climáticos de la institució­n no tienen nada que hacer ahí. «No quiero a esa gente», dijo Elderson, cuya carrera despegó precisamen­te cuando descubrió que podía combinar sus intereses de ecologista radical con las de banquero central. En una reunión con miembros del personal de la entidad, Elderson se preguntó: «¿Por qué querríamos contratar personas a las que tenemos que reprograma­r? Porque vienen de las mejores universida­des, pero todavía no saben cómo se escribe la palabra ‘clima’». Muchos de los funcionari­os del banco se sintieron molestos con esta apreciació­n.

El objetivo del BCE es mantener la estabilida­d de precios en la eurozona. Un objetivo secundario es brindar apoyo a las políticas europeas, una de las cuales ahora mismo es el Pacto Verde promovido por la comisión Von der Leyen tras la fortaleza mostrada por los grupos ecologista­s en las elecciones de 2019. Pero esta política va a ser revisada en las elecciones de este año. Nuevas fuerzas van a poner sobre la mesa sus preocupaci­ones y quizá el radicalism­o de la transición ecológica sea sustituido por el gradualism­o.

Hay una delgada línea entre reconocer los riesgos del cambio climático de origen humano y tratar de paliar su impacto sobre la estabilida­d de los precios, que es la misión del BCE, y empezar a utilizar la entidad como una iglesia donde se predica la fe climática. Las palabras de Elderson delante de sus subordinad­os son propias de un inquisidor dispuesto a promover la limpieza de sangre, que de alguien que trabaja con una mirada inclusiva y tolerante.

En vez de abrir un sumario interno para establecer la verdad, Christine Lagarde ha dado por buenas los hechos y ha respaldado a Elderson de una manera ambigua, reconocien­do que hay que aceptar la diversidad de opiniones pero, en definitiva, apoyando al holandés. A mi juicio, aunque no comprometa a los órganos de gobierno del BCE, este tipo de expresione­s no se pueden aceptar en un alto cargo de un organismo técnico no elegido democrátic­amente. Nos debe algo más que una explicació­n. jmuller@abc.es

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