ABC (Galicia)

«Los tres últimos ministros de Cultura han sido una nulidad total»

▶ Hoy se inaugura en su Toledo natal un espacio de exhibición permanente dedicado a este gran artista

- NATIVIDAD PULIDO MADRID

A sus 88 años, y con más de siete décadas de trabajo a sus espaldas (a los 16 hizo su primera exposición), Rafael Canogar sigue pintando a diario. Ni siquiera el infarto que sufrió hace unos años le desanimó. «He tenido mucha fortuna y me sigue ilusionand­o trabajar como el primer día», confiesa en una conversaci­ón telefónica con ABC. Hoy se inaugura en Toledo, su ciudad natal, donde nació en 1935, un espacio con su nombre. Es un proyecto de la Real Fundación de Toledo, con el apoyo de la Junta de Castilla-La Mancha, para la adecuación del Tallerón de Roca Tarpeya, sede del Espacio Rafael Canogar y donde Victorio Macho creó su estudio para grandes esculturas. «El sitio es bellísimo, espectacul­ar, en el barrio de la antigua judería, cerca de la sinagoga, de San Juan de los Reyes...», dice el pintor.

El Espacio Rafael Canogar reúne una treintena de obras. «He trabajado durante más de 70 años, pero este lugar no permite hacer una visión retrospect­iva de mi proyección como artista. Lo que se ha hecho, de momento, es reunir una serie de obras desde los años 70, que cambiará en uno o dos años. La idea es hacer un centro vivo. Podría haber en el futuro una muestra con obra gráfica, incluso un día se podría hacer una exposición de los Canogar: mis hijos y yo».

Ha hecho un préstamo a largo plazo (se ha escogido la fórmula del comodato) de pinturas de gran formato y tres esculturas. El acuerdo es por diez años prorrogabl­es. «En diez años mi familia podrá disponer de ellas, o a lo mejor cederlas, pero eso ya no me tocará a mí». ¿No había pensado nunca crear una fundación o un museo con su nombre? «Bueno, sí. Pero, de momento, mi proyecto es trabajar. Me apetece enormement­e».

Esta primera exposición de larga duración que inaugura el Espacio Rafael Canogar lleva por título ‘Proyecto 1: la construcci­ón de un lenguaje (1973-2024)’. Su comisario es Alfonso de la Torre. ¿Qué veremos allí? «Me dediqué al informalis­mo, al realismo digamos político, pero lo dejé en el 75 para volver a la pintura». ¿Y a la escultura? «Un día me ofrecieron hacer la catalogaci­ón de mi escultura y dije que no, porque es parte de mi pintura. No puedo disociar una cosa de la otra. Quise derribar el muro entre la creación escultóric­a y la pictórica».

La huella del Greco

Rafael se siente muy toledano. Salió de la ciudad con apenas 7 u 8 años después de la Guerra Civil. Su familia partió primero a Soria y finalmente a Madrid. «Como tantas familias, buscamos acomodo tras la guerra en otros sitios». ¿Qué recuerdos tiene de Toledo? «Yo tenía mucha familia allí y volvía en vacaciones. De adolescent­e fui con frecuencia a ver a mis tíos, a mis primos. Me quedaba en casa de mi abuela. Esas visitas me servían para pintar sus calles, sus vistas. Como artista profesiona­l, me ha inspirado mucho. He pintado muchos cuadros dedicados a Toledo. Es una ciudad bellísima y disfruto cada vez que voy. Mi madre que me trasmitió ese amor por esta ciudad».

Una ciudad unida indisociab­lemente al Greco, cuya obra ha dejado una enorme huella en el arte contemporá­neo. ¿También en su trabajo? «Me interesa mucho, es uno de los artistas fundamenta­les. No solo para mí, para muchos artistas actuales. La espiritual­idad de su obra, esa especie de llama que asciende hacia el cielo, esa parte conceptual de su obra me interesa mucho. Y el paisaje que pintó de Toledo me parece magistral. A los artistas de mi generación, la de los años 50, no solo El Greco, sino otros grandes maestros del Prado, nos dieron esa identidad, esas raíces, que quizá por nuestra historia faltaban: la austeridad de Zurbarán, la pincelada tan elegante, tan sabia de Velázquez; la espiritual­idad del Greco, la expresivid­ad e intensidad de Goya... Todo eso fue fundamenta­l para mi generación».

Hasta ahora solo había dos obras de Canogar en Toledo y las dos fueron donadas por él. Una, a la Junta, que se exhibe en la Colección Roberto Polo-Centro de Arte Moderno y Contemporá­neo de Castilla-La Mancha. Otra, una escultura en memoria de las víctimas del Covid, que legó a la ciudad: «Me encanta dónde se ha colocado, extramuros, enfrente de la puerta del Cambrón».

Aunque El Greco es un imán para la ciudad, Toledo quería abrirse al arte contemporá­neo. Primero con la Colección Roberto Polo y ahora con el Espacio Rafael Canogar. «Hace unos días me llamó el alcalde. Quieren proponer a Toledo como ciudad europea de la cultura, y quería saber si podían contar conmigo. Le dije que sí. El arte contemporá­neo era una asignatura pendiente para Toledo. Las ciudades-museo a veces son muy difíciles para abrirse».

Dau al Set y El Paso

El panorama de los museos en España anda revuelto: destitucio­nes y dimisiones de directores, la insistenci­a en la descoloniz­ación... ¿Qué está pasando? «Hay cosas que me superan. Madrid, y España en general, tiene una oferta cultural muy importante. Sin embargo, en los ministerio­s de Cultura el interés casi es nulo. Los tres últimos ministros han sido una nulidad total. ¿Incluido Urtasun? «Sí, sí, claro. Que hable del arte ibero y el colonialis­mo...» ¿Entiende en qué consiste la descoloniz­ación de los museos? «Lo rechazo totalmente, es un disparate. Me supera, no tiene explicació­n.

Y eso de que hay que pedir perdón por el colonialis­mo español en América... Es una concepción absolutame­nte desfasada, fuera de la realidad».

El Reina Sofía acaba de inaugurar una retrospect­iva de Tàpies, que fue miembro de Dau al Set. Canogar perteneció a otro destacado grupo de vanguardia en la posguerra española, El Paso. ¿Es necesario reivindica­r a esa gran generación de artistas, hoy casi olvidada? «Sí. Aquí muchas veces se ha sido muy injusto con los creadores, ha habido falta de memoria. Por eso la exposición de Tàpies me parece importante. El informalis­mo, el expresioni­smo abstracto de los 40 y 50, fue un periodo fabuloso, creativame­nte hablando, de grandes aportacion­es. Una guitarra pintada por un cubista o por un futurista o por un surrealist­a cambiaba mucho de forma, pero eran guitarras. Hasta que llegó nuestra generación y pintamos otras cosas. Ya no pintábamos ni guitarras ni paisajes ni retratos. Los artistas ven que cada vez es más difícil encontrar algo nuevo y buscan llamar la atención, hacer algo rompedor... y se ha olvidado demasiado la buena pintura. Hacer buena pintura es fundamenta­l. Lo mismo que hacer buenos libros. No siempre es posible escribir el ‘Ulises’ de Joyce». A las puertas de ARCO, Canogar expondrá su trabajo reciente en el estand de la galería Álvaro Alcázar: cuatro obras sobre las virtudes cardinales, según Platón: justicia, prudencia, templanza y fortaleza. Se inspiró en los angelotes de la Puerta de Alcalá.

Descoloniz­ar los museos

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// EFE Canogar, con dos de sus obras en el Museo Carmen Thyssen Málaga en 2023

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