BOINAS, BIRRETES Y LOS VIEJOS MITOS DEL PP GALLEGO
Los populares han cargado históricamente, en su feudo regional por antonomasia, con el sambenito de ser el partido de la tercera edad y el campo. Sólo un voto transversal explica una nueva mayoría absoluta y relega a la condición de vestigio la división d
ajeno. «Aquella división, que sí hubo en épocas anteriores, ya está superada (...), forma parte del pasado», sostiene Miguel Lorenzo, presidente local del PP en La Coruña; «Internet llegó a todos lados», apostilla con retranca. José Crespo, alcalde de Lalín (Pontevedra) y senador, considera «un tanto artificial» aquella terminología; y celebra que campo y ciudad jugaron «el mismo papel» el 18F. Ocurrió en su municipio —con casi un 64%, el de mayor apoyo para el PP entre los que cuentan con más de 20.000 habitantes—, que se divide 50/50 entre entorno urbano y rural (300 aldeas); y no se dieron grandes diferencias entre ambos. El politólogo de la USC Miguel Anxo Bastos tercia que la distinción entre boinas y birretes «está difuminada hace tiempo», y que nadie en el partido se va a adscribir abiertamente a uno u otro ámbito; «pero sigue existiendo», sólo que de forma «más discreta».
La dicotomía urbano-rural adquiere condición de vestigio, de mito. Como el de que una alta participación favorece a la izquierda: el PP subió en papeletas con una movilización récord.
O que los conservadores son «el partido de los viejos». Sólo un voto transversal explica el 47,4% —a la espera del CERA— que logró Alfonso Rueda. No es menos cierto que fue arrancar el escrutinio, entrar el voto de los núcleos más pequeños y plantarse el PP en 47 escaños, e ir descendiendo paulatinamente. Fuera del rural son impensables datos como el 90% de voto a Rueda en Quintela de Leirado, y en el entorno del 84% en Avión y Beariz, concellos todos orensanos; o más del 70% en otra docena de municipios. Claro que en Quintela de Leirado acudieron a las urnas 351 personas de un censo de 516, con la consiguiente distorsión. Pero en las ciudades el PP se movió en una horquilla entre el 44% y el 50% (Lugo, donde ganó en todas las mesas); salvo en Orense (39,3%) y Vigo (35,2%).
De los noventa...
Para comprender el fenómeno, hay que viajar a la Galicia de los noventa. El ‘PP del birrete’ era el que se articulaba alrededor de José Manuel Romay Beccaría, y en su mayoría procedía de Alianza Popular. Era una derecha de
Feijóo y Rueda junto a José Crespo (izqda.), alcalde de Lalín (Pontevedra), donde el PP obtuvo un 64% de los votos. Para él, boinas y birretes son una división artificial ascendencia democristiana, en sintonía con la dirección nacional del PP y articulada en las grandes ciudades de la región. Gustaba de una apariencia más sofisticada frente a su ‘némesis’. El PP ‘de la boina’ (procedente en su mayoría de las pleistocénicas Coalición Galega y Centristas de Galicia), no era una simplificación para referirse con cierta condescendencia a un determinado electorado, localizable en las comarcas del interior, sino también para la clase dirigente de estas zonas, que ostentaba no solo poder orgánico, sino institucional. Personalidades fuertes, apóstoles del ‘quid pro quo’, apóstatas del libre albedrío, hábiles negociadores en la sombra. No se movía nada en sus provincias sin que ellos lo supieran.
La boina podría ser agreste, pero su poder político era insuperable. Durante décadas las provincias de Lugo y Orense granjeaban al PP los mayores porcentajes de voto en elecciones generales y autonómicas. Un escalón por detrás, la de Pontevedra. Y en cada una de ellas, un nombre propio: Fran
EL ‘PP DEL BIRRETE’, MÁS SOFISTICADO, TENÍA ASCENDENCIA DEMOCRISTIANA. EN EL ‘PP DE LA BOINA’ ERAN APÓSTOLES DEL ‘QUID PRO QUO’
Manuel Fraga saluda a José Luis Iravedra en presencia de Francisco Cacharro. Este último fue apartado del partido en 2007. «Ya no es mi PP», dijo. Abajo, José Luis Baltar, otro de los pilares de la facción ‘de las boinas’