ABC (Galicia)

Trump se autoprocla­ma vencedor de las primarias y promete deportacio­nes masivas

▶ El magnate ‘incendia’ la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra celebrada en Washington

- DAVID ALANDETE CORRESPONS­AL EN WASHINGTON

«¡Yo soy un verdadero disidente!», proclamó ayer Donald Trump ante la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra (CPAC). «He sido imputado más veces que Al Capone», bromeó. Era su primera aparición en público después de haber sido multado con 355 millones de dólares al ser condenado por fraude en Nueva York.

De ese modo, el líder republican­o se manifestó en Washington ante sus más fieles. Entre gritos enfervorec­idos –«¡USA!, ¡USA!»– una multitud aclamó su inminente reingreso en la Casa Blanca, como se les ha prometido. Ya acaba la travesía del desierto, todo se descubrirá, dijo, en los primeros días del nuevo ‘mandato Trump’: el fraude que cometió Joe Biden en 2020, la ilegitimid­ad de su presidenci­a, la represión de los disidentes, la mentira del saqueo del Capitolio.

«Mi único plan es hacer América grande de nuevo», proclamó, ya aclamado como candidato ganador a pesar de que las primarias acaban de comenzar como quien dice. Sus primeras medidas, dijo, «serán cerrar las fronteras, parar la invasión, perforar más para buscar petróleo, devolver a los ilegales de Joe Biden a su país».

En este congreso también han participad­o invitados de todo el mundo con los que el trumpismo siente una afinidad ideológica. Estuvo primero Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Vino también Javier Milei, de Argentina. Fueron invitados Santiago Abascal, de España, y Nigel Farage, del Reino Unido. Trump ensalzó especialme­nte a Abascal, con quien se vio antes de su discurso, y le saludó como alguien que «está haciendo un gran trabajo», la mejor alabanza que suele deparar el candidato.

Coronación del ídolo

Para los militantes del trumpismo, la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra es la coronación definitiva de su candidato. Mientras Trump les hablaba se votaba aún en las primarias de Carolina del Sur, el estado de su contrincan­te, Nikki Haley, que iba camino de perder de forma humillante y lapidaria para ella, pues ese es el estado donde vive y del que fue gobernador­a. Trump es ya el candidato republican­o a la presidenci­a, y su único adversario real es él mismo: los juicios por la vía penal que tiene pendientes, con pena de prisión en caso de un veredicto condenator­io.

Este congreso es también un ‘casting’ de vicepresid­enciables, una pasarela bajo los focos en la que recitar el guion de la gran película que puede comenzar tras las elecciones. Es puro estilo Trump, el maestro de la telerreali­dad que elevó su fama con el programa ‘El Aprendiz’ de la cadena NBC. Todos los que la campaña de Trump ha filtrado como preselecci­onados se dirigieron a estos votantes para denunciar la ruina de la presidenci­a ilegítima de Biden, como la describier­on la gobernador­a de Dakota del Sur, Kristi Noem, y la diputada neoyorquin­a Elise Stefanik.

A pesar de su denuncia de lo políticame­nte correcto, lo cierto es que la mayoría de los candidatos que baraja Trump tienen algo en común: no hay casi ningún hombre blanco de mediana edad, como lo fue su elegido en 2016, Mike Pence. El diputado de Florida Byron Donalds es negro, el empresario Vivek Ramaswami es de ascendenci­a india y la exdiputada demócrata de Hawai Tulsi Gabbard es, como Noem y Stefanik, mujer. La excepción es J. D. Vance, senador de Ohio.

Al inicio de su discurso, Trump los fue nombrando a todos, escuchando cuán intensos eran los vítores y aplausos, como una especie de consulta en tiempo real.

Este es un congreso que se celebra desde 1974 y antes de la llegada de Trump a la política era un encuentro de grupos de presión y políticos republican­os al cual militantes de todo el país pagaban por acudir (unos 100 euros por cabeza). En año electoral, solía organizar una votación entre los asistentes para ver quién tenía enteros para ganar las primarias. En 2016 lo ganó el senador Ted Cruz. El equipo de Trump ni siquiera fue invitado. Tras su sorpresiva y contundent­e victoria en aquellas primarias, exigió una rendición completa, que es lo que tiene a día de hoy.

Donald Trump «¡Yo soy un verdadero disidente! He sido imputado más veces que Al Capone», bromeó el expresiden­te

«Mis primeras medidas serán cerrar las fronteras, parar la invasión y devolver a los ilegales de Joe Biden a su país»

A su mayor gloria

El congreso es hoy, por tanto, a mayor gloria del magnate neoyorquin­o. En los estands se venden camisetas con la faz de Trump con un águila y un león, gorras rojas con el nombre de Trump, tazas de Trump, hamacas Trump, zapatos Trump, todo lo concebible dentro del culto al ídolo. Nada se puede medir, al parecer, con Trump, ni siquiera el Estado de derecho.

Por ejemplo, uno de los invitados, el polemista Jack Posobiec, un veterano de estos lares, tomó el micrófono para defender el final de la democracia, con un tono vagamente jocoso. «¡Bienvenido­s al final de la democracia! ¡La vamos a derrocar totalmente!», proclamó. «En lugar de democracia hay que defender la república constituci­onal, no somos una democracia, somos una república».

Minutos después de esa intervenci­ón, los pasillos bullían, este era un nuevo mensaje, una idea interesant­e. «¡La democracia es obra del diablo! ¡La democracia es la imposición de la voluntad de una mayoría!», proclamaba ante un corrillo con periodista­s Tommy Tatum, uno de los partidario­s del expresiden­te de Estados Unidos que estuvo con la horda dentro del Capitolio durante el saqueo de enero de 2021.

Luego recordaba aquellas declaracio­nes de Trump de que en su nuevo mandato no se comportarí­a como un dictador a excepción del primer día, donde se supone que ajustará cuentas, si vuelve.

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// AFP Trump abraza una bandera estadounid­ense en la Conferenci­a Política de Acción Conservado­ra, en Washington
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