«Trajano fue todo lo que a Julio César le hubiese gustado ser»
español. Sin embargo, conquistadas cual buen profesor la complicidad y la atención, centra su discurso en el meollo de su nuevo ensayo histórico, ‘Pax’ (Ático de los Libros), el tercero de su larga saga sobre el devenir de la Ciudad Eterna: «Trajano fue uno de los mayores exponentes de la ‘pax’, el extenso período de estabilidad que vivió el Imperio romano durante dos siglos tras el ascenso de Augusto en el 27 a. C.». Porque sí, por mucho que repliquen las películas, no todo fueron incursiones bárbaras y guerras civiles en la vieja Italia.
La ansiada paz
Enamorado como está de esta etapa al margen de los libros, no cuesta que Holland desempolve para la grabadora sus glorias. «Durante la ‘pax’, el Estado romano conquistó y controló todo el Mediterráneo. Fue el único poder que lo consiguió en la historia y supuso un logro asombroso que no se ha vuelto a repetir en Europa», desvela. Mientras habla abre las manos, como si quisiera abarcar la ingente cantidad de territorios que agrupó bajo su cetro el ‘aquila’: Hispania, la Dacia, Britania, las Galias... «Como escribió el poeta Virgilio, era un imperio sin límites. Ellos se asignaron siempre el derecho de ir más allá de los territorios que se habían anexionado», añade.
Pero Holland no es un superventas y un ‘podcaster’ de éxito gracias a la fortuna; conoce a la perfección las teclas que debe acariciar para atraer al público y, tras un par de preguntas, reconduce la entrevista hacia esos tótems que a todos encandilan: el ‘gladius’ y el ‘pilum’ de rigor. «La ‘pax’ se logró a través del monopolio de la violencia. La gran novedad de aquella época es que las legiones pasaron de ser una milicia a un ejército profesional. Aquellos que detentaron el poder entendieron que, sin el control de los ejércitos, no se podía estabilizar el imperio», explica. Fue una época en la que Roma no toleró que nadie se enfrentara a ella. «El ejemplo más claro fue Judea: sus ciudadanos se rebelaron y terminaron aplastados y borrados del mapa», sentencia.
Los elogios hacia aquella ‘pax’ continúan; seguridad económica, potencial militar, estabilidad en la poltrona durante dos siglos... Esta última característica, con salvedades; nadie es perfecto. «Tras la muerte de Nerón hubo un año de turbulencias políticas que se conoce como el de los cuatro emperadores», desvela Holland.
Nerón era el último que tenía la sangre de Augusto en sus venas,
‘PAX’
Ático de los Libros. 480 páginas. 28,95 euros. Tapa dura con sobrecubierta y eso, en palabras del británico, generó un problema en la sociedad: «Los romanos se plantearon qué sucedería: ¿Volvería la república? ¿Quién debía ser el líder en caso de que el sistema se perpetuase? Ellos lo percibieron como el fin de la civilización, algo que podía ser apocalíptico». La llegada de Vespasiano, sin embargo, apaciguó las aguas del Tíber.
Gran Hispania
Una decena de emperadores perpetuaron la ‘pax’ de la que tanto habla Holland. Sin embargo, fue uno, e hispano, con el que alcanzó su cenit: Trajano, ese aristócrata alumbrado en la Bética andaluza allá por el 53 d. C. Él impulsó, por ejemplo, la ya pujante economía de la Ciudad Eterna. «Se desarrolló un mercado único que, unido a la destrucción de los piratas en el Mediterráneo, dio grandes beneficios. Un comerciante se ceñía siempre al mismo marco legal; daba igual que comprara una mercancía en una parte del Imperio romano y la vendiera en otro», sentencia el británico. Y echa mano de los datos para sustentar sus afirmaciones: «Se estima que, en la época de Trajano, los estándares de vida fueron los más altos de la historia. Así, hasta el siglo XVI en Holanda».
Además, Trajano ensanchó los límites de Roma en su obsesión por emular al gran Alejandro Magno. Con él, afirma Holland, las legiones pisaron territorios tan lejanos como Mesopotamia. La cara es que los ciudadanos palparon con sus dedos el poder de la ‘urbs’; la cruz, que conquistó más de lo que podían proteger sus soldados. «Se suele decir que fue el mejor emperador, pero no es cierto. Fue demasiado lejos. A su muerte, en la zona oriental estallaron multitud de rebeliones», confirma.
Tuvo que ser su sucesor el que apuntalara aquel edificio que se desmoronaba. «Adriano sí que fue el mejor emperador. Retiró a las tropas de Irak, donde estaban acantonadas, para apagar las llamas de la rebelión en el resto del imperio. Renunció a ese territorio, sí, pero estabilizó la zona y perpetuó el sistema».
Nacido también en Hispania, el nuevo emperador «estableció una serie de fronteras» que protegió con soldados, impulsó la cultura en todos los recovecos de la Ciudad Eterna y forjó, en definitiva, el «primer imperio universal». Qué mejor personaje para que el doctor en Historia termine su obra. «La ‘pax’ no acabó con él, pero sus similitudes con Nerón hacían que la estructura fuese perfecta. Además... ¡La historia continuará, pienso escribir más libros!».