El agujero más profundo de la Tierra que la URSS selló tras un hallazgo inesperado
▶ Bautizado como «la puerta al infierno», superó los 12.000 metros de profundidad
ARCHIVO ABC
El 24 de mayo de 1970, la Unión Soviética comenzó a perforar un pozo en Pechenga, un distrito escasamente poblado de la región de Múrmansk, en la esquina noroccidental de Rusia. Los trabajos se prolongaron hasta 1989 y alcanzó los 12.262 metros de profundidad, donde nunca había llegado el hombre, ni antes ni después.
De hecho, en junio de este año, ABC les contó que, el mismo día que China envió a su primer civil al espacio para estrenar la estación espacial Tiangong, inició también «una misión mucho más misteriosa en la Tierra». El gobierno comunista iba a empezar a excavar un pozo vertical con la intención de llegar a hasta los 11 kilómetros de profundidad. No se atrevía a más, a pesar de contar con una tecnología mucho más avanzada que la URSS en su momento.
El proyecto fue bautizado como el ‘Pozo superprofundo de Kola’ o, más coloquialmente, ‘La puerta al infierno’. La idea nació en 1962. El lugar exacto de la perforación se eligió en 1965, a 10 kilómetros de la ciudad de Zapolyarny. Lo más sorprendente es que el objetivo inicial que se fijó fue descender hasta los 15.000 metros. La diferencia con otros agujeros es que los demás se hicieron para buscar petróleo y soviético, para investigar la litosfera.
Para entender el pozo de la URSS hay que ubicar el experimento en los años de la Guerra Fría, tiempos en los que la carrera espacial entre el Kremlin y Estados Unidos se extendió a cualquier marca que se pudiera alcanzar en el campo de la ciencia. En lo que respecta a explorar las profundidades de la Tierra, ambas potencias comenzaron a organizar sus experimentos en la década de 1950, con el objetivo de llegar a la discontinuidad de Mohorovicic, el límite entre la corteza y el manto terrestre.
Aunque Estados Unidos tomó la iniciativa en 1958, el gigante comunista ganó la partida. A los nueve años de iniciar su excavación, Kola batió el récord de profundidad, que estaba en poder del pozo estadounidense Bertha Rogers, en el condado de Washita, con 9.583 metros. Cuatro años después superó los 12.000 metros. En ese momento dejaron de cavar durante un año para que varios especialistas pudieran visitar aquel lugar fascinante. Lo retomaron en 1984, pero a un ritmo mucho más lento. Sin embargo, el 27 de septiembre de 1985, cuando alcanzaron los 12.066 metros, se derrumbó parte del pozo y se rellenaron 5.000 metros de tierra. Aquello fue una gran decepción, porque tendrían que perforar de nuevo a partir de los 7.000 metros de profundidad. De nuevo tuvieron que acelerar y, en 1989, alcanzaron finalmente los 12.262.
Estaban convencidos de que alcanzarían los 15.000 metros en 1993, pero se produjo un hallazgo completamente inesperado. Durante los primeros 3.000 metros, la temperatura dentro del pozo había aumentado hasta los 185 °C, el doble de lo previsto. Además, descubrieron que la roca allí era mucho menos densa de lo imaginado, lo que hacía fluir una masa de fango e hidrógeno que hacía imposible trabajar y llegaron a la conclusión de que el equipo no aguantaría. Decidieron paralizarlo.
abc.es/archivo
Lo peor de las dictaduras es la aberración y degradación absoluta del ser humano. El silencio forzado. La mordaza ignominiosa. El desprecio al ser, a los derechos, la justicia y la dignidad humana es el ADN que corroe las entrañas sin alma de satrapías y politburós varios. Rusia lleva más de cien años en esos gulags impenitentes y reincidentes. Sólo dos de aquellos siete hombres que dirigieron y pilotaron la revolución bolchevique murieron en la cama. Lenin con aquella hemiplejia y Stalin en un abandono de pánico diverso. El resto asesinados. Las purgas. El odio. El precio y desprecio del poder y por el poder.
Ser disidente o apelar a democracia cuesta la vida en algunos países. Se disfrazan de democracias y de elecciones periódicas. La gran farsa de una mentira atroz. Inhumana. Nauseabundo, mezquino.
Navalni estaba en una cárcel en ese fin del mundo donde ya nadie sabe ni siquiera quién es. Tal vez quién fue algún día. Decenas de veces confinado y aislado, su vida era un peligro para algunos. Todos lo sabíamos. Pero nadie hizo en verdad nada. Servía de excusa para las cancillerías, mas nadie se enfrentó al líder ruso. Silencio. Desgarrador. Atronador. Ser abanderado de la democracia lleva a la cárcel o a la sepultura. La voz disidente es una losa, amarga y oscura. Insoportable para quien la sufre. Irrelevante para el resto.
Solo superada por el cinismo y las hipocresías de Occidente que fingen la condena mediática pero callan o hacen que sancionan. La guerra en Ucrania es también un espejo complejo de aristas imposibles. La masacre en Gaza ante civiles con miles de niños palestinos asesinados es otro exponente del vacío y la miseria moral que nos rodea.
Gana la mentira y pierde la ética. Solo es una lucha de poder y territorio sin importar la dignidad, el derecho, la paz y la libertad. Se pisotea todo y se esconde. Se trivializa la vida y la muerte. Se silencia la atmósfera y se apaga toda luz.
Navalni fue envenenado. Silenciado. Acusado y declarado enemigo público número uno. Su vida era una ruleta que ahora han frenado en seco. Nos mentirán en todo lo que rodea su fallecimiento. Y borrarán su recuerdo, su nombre, su palabra y su valentía. Se enfrentó a un régimen y pagó con lo único que le quedaba, una radical libertad. Creer en su pueblo pese a la mordaza. Soñar que algún día caerán los verdugos y los manipuladores, la mentira y la tragedia, la vesania y el hundimiento absoluto de la moral, los derechos y la libertad.
¿Cuantos Navalnis han de morir para que las sociedades arrodilladas despierten? Cuántas mentiras estaremos dispuestos a escuchar incapaces de mirarnos a nosotros mismos y saber que nuestra indiferencia y pasividad es cómplice?