ABC (Galicia)

La niña liberada del matrimonio forzado iba a casarse con un menor

▶ El objetivo era llevarla a Rumanía de vuelta, ya casada, y ponerla a trabajar o mendigar

- CRUZ MORCILLO MADRID

Tranquilid­ad, alivio, una mano abierta y tendida al saber que escapaba del cautiverio. Esa fue la reacción de M., nombre ficticio, cuando una pareja de agentes de la Guardia Civil de Zújar (Granada) irrumpió en la casa a la que habían trasladado a la niña contra su voluntad en Baza. A sus 12 años estaba a punto de convertirs­e en esposa de otro menor de 16 años, en un casamiento forzado convenido por las dos familias rumanas. M. valía 3.000 euros para su madre y su padrastro, que llevaba aún los billetes calientes en el bolsillo en el momento de ser detenido, unas horas antes de la liberación de su hijastra.

La niña y sus tres hermanos (el menor tiene 6 años) están ya bajo la protección de los servicios sociales: M., en Andalucía y los tres chicos, en Ciudad Real. La Guardia Civil sigue recabando argumentos para que sigan en esa situación el máximo tiempo posible. «Lo último que queremos es que vuelvan con su familia», señalan fuentes de la investigac­ión. Solo ellos cuatro saben el viacrucis que llevan a la espalda, pese a su corta edad.

Un buen samaritano dio la primera alerta a la Guardia Civil a finales de enero. Cuatro niños rumanos, hermanos, no vivían en las mejores condicione­s en la casa que compartían con su padrastro y su madre en Malagón (Ciudad Real). Posible desamparo, posibles agresiones y sin libertad sexual, al menos la niña.

M. había contado a alguna amiga que se iba a marchar del pueblo, que la obligaban a volver a Rumanía y a casarse. Los agentes empezaron a recabar informació­n. Hablaron con el centro de salud, con el colegio, con quienes les conocían hasta averiguar lo que necesitaba­n para impedir lo que parecía inminente. La urgencia era clara y al caso se le dio prioridad absoluta por parte del Área de Personas de la Guardia Civil de Ciudad Real.

«La relación con el colegio ha sido muy estrecha. Pedimos un informe de la situación de los cuatro hermanos, de la asistencia a clase, la escolariza­ción, si estaban con sus compañeros, qué notas tenían, si la relación era normal», explica la teniente Alejandra, instructor­a de las diligencia­s.

No era el peor escenario. Los niños iban al colegio, tenían alguna falta de asistencia, pero nada llamativo hasta que el centro les alerta de que ninguno de los cuatro había asistido a clase tras unos días no lectivos en carnavales.

Al día siguiente, ya con todos los ojos puestos en el caso, comprueban que la madre y el padrastro de M. se presentan en el centro escolar. Comunican que la niña no va a volver nunca más al colegio porque regresa a Rumania con su abuela. «Sabíamos que no era verdad y ese mismo día los detenemos», cuenta la teniente a ABC.

En tiempo récord consiguen que la madre les diga dónde está la niña: la habían trasladado a Baza, en Granada. No había un minuto que perder. Los agentes alertan a sus compañeros de Zújar, el puesto más cercano, y estos se dirigen a toda prisa a la dirección que han confesado los padres. Allí encuentran a la niña, con otra familia rumana, con su futuro marido, otro menor aunque no tanto como ella. Tiene 16 años y el futuro escrito por sus parientes: casarse con M. y volver a su país. No hay resistenci­a; no hay opción. Esa noche, la víctima ya durmió entre sábanas limpias y con la seguridad de que el matrimonio impuesto no se iba a consumar. Los servicios sociales de Granada se han hecho cargo de ella de momento. Sabía que la habían vendido como a una maleta cara y que la iban a casar. Se lo contó a su entorno y eso la ha salvado. La teniente Alejandra y su equipo no han hablado con ella. «Lo último que debemos hacer es revictimiz­ar a un menor. Se trata de mantener la confianza y la cercanía para que estén tranquilos».

Los otros tres hermanos también han sido alejados de una casa que era cualquier cosa menos un hogar. El padrastro, que llevaba 3.800 euros en el bolsillo obtenidos supuestame­nte de la venta de la niña, trabaja de temporero en el campo de vez en cuando. La madre se dedica a la prostituci­ón o a la mendicidad, según las épocas.

Los investigad­ores siguen trabajando para averiguar más datos de la familia compradora de la niña, que fueron detenidos y han quedado en libertad provisiona­l como los progenitor­es, informa M. Cebrián. El objetivo es proporcion­ar al juez encargado un arsenal de argumentos para evitar que M. o sus hermanos tengan que volver a un infierno más que probable. Los matrimonio­s forzados siguen produciénd­ose. Es más infrecuent­e que sean entre menores.

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