ABC (Galicia)

No podemos dejar

Si Trump vuelve, sabrá qué decirle a Putin y Putin sabrá a qué atenerse

- SALVADOR SOSTRES

L Aprensa afectada dice que no podemos dejar que Putin gane esta guerra y enseguida menciona a Trump, naturalmen­te para faltarle. Putin sabe lo que quiere. El presidente Trump también.

Europa no lo sabe. Esta Europa que sólo regula y despilfarr­a en falsos derechos y en ingeniería social como si tuviera los recursos infinitos de Doha o Emiratos no sabe qué economía quiere, no sabe qué valores defiende, no sabe si es cristiana ni qué hacer con la inmigració­n ni mucho menos con Rusia. Yo no sé si Putin puede ganar esta guerra pero sé que es muy poco inteligent­e no habernos esforzado en tejer una estrategia sólida y duradera con el país más importante de nuestro continente.

Los rusos no tienen por qué ser como a nosotros nos gustaría y han demostrado a lo largo de la Historia –los zares, el comunismo, Putin– que prefieren líderes autoritari­os aunque les pisoteen. Es hipócrita que acusemos de tirano a nuestro vecino cuando tenemos acuerdos privilegia­dos con Marruecos y el Oriente Medio islámico e islamista. No es nuestro problema lo que hacen los rusos o los árabes consigo mismos ni nos ha salido bien cuando hemos hecho guerras para exportarle­s la democracia o les hemos puesto a dictadores amigos. Tampoco nos gusta que los demás interfiera­n en nuestros problemas internos y supongo que no es necesario recordar que los tenemos.

Decimos que no podemos permitir que Putin gane esta guerra cuando en verdad se la estamos regalando. Si no estamos dispuestos a pagar el precio para defender en serio a Ucrania porque la bomba atómica ha dejado de ser nuestra amenaza para asegurar la paz y es nuestro pánico por perderla –Putin es el primero que se ha dado cuenta, y así actúa–, entonces hay que convertir a Rusia en nuestra aliada para los infinitos retos que nos acechan. Tendríamos que dejar de quejarnos tanto, ser menos presuntuos­os, menos fatuos, tener una idea coherente de lo que somos y representa­mos y una política de alianzas que se base en algo más que el victimismo, las declaracio­nes retóricas y esa mezquina pretensión de que la OTAN nos salga gratis. Pero somos socialdemó­cratas: cobardes, hipócritas, la comedia del «no puede ser» y por eso perder es lo único que merecemos.

Luego está la obsesión con Trump, culpable de todo sea o no el presidente. El que más acuerdos propició entre países árabes e Israel, el que no metió a Estados Unidos en ninguna guerra; el que más hizo crecer la economía y estableció las balanzas comerciale­s para proteger los sueldos de los trabajador­es americanos de los países que no pagan derechos humanos, es hoy, al parecer, la gran problema de la civilizaci­ón.

Pero si vuelve sabrá qué decirle a Putin y Putin sabrá a qué atenerse y la guerra no se alargará más allá de la próxima Navidad porque Rusia simplement­e dejará de librarla. De todo ello, Europa tendrá que aprender algo. Por ejemplo, que en el caso de que Putin sea realmente un hijo de puta, es sólo uno más de los muchos que llevamos en nuestras listas.

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