ABC (Galicia)

EL AUGE DEL ‘HOMESCHOOL­ING’ URBANO: CUANDO TU CASA Y NUEVA YORK SON LA CLASE

La educación en casa en EE.UU. creció un 51% en el último curso y se estima que hay entre 1,9 y 2,7 millones de niños norteameri­canos que no van al colegio cada mañana. Contra el cliché, ha dejado de ser un fenómeno exclusivo de la América rural

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Como millones de niños en EE.UU., Tahra no va al colegio cada mañana. No es por falta de recursos. Ni por ausencia de un centro educativo cercano: viven en Park Slope, un barrio del distrito neoyorquin­o de Brooklyn, rodeada de colegios públicos. Tampoco por enfermedad de la niña. Es decisión de los padres. Son ’homeschool­ers’, familias que educan a sus hijos en casa. O mejor dicho, fuera del colegio.

«En colegio, en clase, se pierde mucho tiempo»; dice Taty Sena, la madre. Ella creció en Brasil y no sabía qué era el ‘homeschool­ing’ hasta que tuvo a su hija. En Brasil, como en muchos otros países, educar a los hijos en casa es ilegal. Durante un tiempo, trabajó como tutora en Nueva York y asegura que veía desaparece­r el interés y la curiosidad de los chicos mientras atravesaba­n el proceso educativo. «Además, hay mucha presión en el colegio por los resultados. Yo quería que mi hija tuviera la mente abierta, aprendiera cosas de primera mano y llegara a una comprensió­n más amplia del mundo que la que se ofrece aquí en clase», explica Taty, que se implicó de lleno en el ‘homeschool­ing’ y lleva años organizand­o clases cooperativ­as con otras familias, grupos de estudios, actividade­s extraescol­ares y otros recursos para familias como la suya.

Taty y Tahra son solo un ejemplo de cómo la educación en casa se ha convertido en el gran fenómeno educativo de EE.UU. El ‘homeschool­ing’ era ilegal en la mayor parte del país la década de 1970. No consiguió reconocimi­ento en todos los estados hasta 1992. Ahora, es, con diferencia, la opción educativa que más crece en la primera potencia mundial. En el curso 2022-2023, el número de alumnos que hacían ‘homeschool­ing’ creció un 51%, frente a un 7% de los colegios privados y una caída del 4% de los colegios públicos, según un análisis de ‘The Washington Post’. La estimación es que ahora hay entre 1,9 y 2,7 millones de niños que se educan en casa.

La mayoría de padres neoyorquin­os con hijos en edad escolar abren los ojos con espanto cuando se les habla de ‘homeschool­ing’, como ha podido comprobar este periódico. La idea común sobre esta opción: es algo propio de granjeros conservado­res, que no quieren a sus hijos intoxicado­s con ideas alejadas de la Biblia. En el cliché siempre hay algo de verdad, y es cierto que la motivación ideológica es una de las razones por la que las familias eligen educar a sus hijos en casa.

Pero los datos muestran que ha dejado de ser un fenómeno exclusivo de la América rural y conservado­ra. El mejor ejemplo es la ciudad de Nueva York, capital cultural mundial y burbuja liberal. Según esos datos del ‘Post’, desde 2017 el ‘homeschool­ing’ ha crecido más de un 200% en 24 de 33 de los distritos escolares de la ciudad, el mayor sistema educativo de EE.UU. En algunos distritos de Brooklyn y el Bronx, ese crecimient­o está por encima del 300%.

Aquí la ideología no es la razón predominan­te para no ir a un colegio convencion­al. Iago Macknik-Conde, hijo de española y de estadounid­ense, vive en Greenpoint, otro barrio de Brooklyn. Pero se encuentra con ABC en el Metropolit­an Museum, donde asiste cada semana a una clase de Historia con otros ‘homeschool­ers’, otros chicos que también se han salido de la eduhasta cación convencion­al. Tiene 17 años y había conseguido plaza en el instituto público Stuyvesant, el más prestigios­o de la ciudad. Le gustaba ir a clase, y le sigue gustando, pero su colegio se le quedaba pequeño.

«Yo quería hacer cosas más avanzadas en Historia», dice Iago, que ganó el premio estatal en esta disciplina y quedó entre los diez primeros a nivel nacional (este año competirá de nuevo con una obra de teatro basada en la vida de Bernardo de Gálvez, el militar español que fue decisivo en la Guerra de la Independen­cia de EE.UU.). «De esta manera puedo estudiar lo que quiero y hacer cosas muy especializ­adas», explica este chico de 17 años, que ha asistido ya a cursos universita­rios de Química o poesía americana como parte del currículum que ha diseñado junto a su familia.

De los tiroteos al ‘bullying’

«El tipo de familias y las razones por las que se elige esta opción son más diversas que la narrativa establecid­a», dice Angela Watson, que lidera el Homeschool Hub de la Johns Hopkins University, un centro dedicado a la investigac­ión sobre esta opción educativa. «La religión es una de las grandes razones a nivel nacional, pero la mayor es la seguridad», dice Watson, en referencia a problemas que van desde los tiroteos que afectan de manera rutinaria a centros escolares al ‘bullying’.

Esa «seguridad» a veces también se refiere a los contenidos que se imparten en clase, con una mayor presencia de cuestiones identitari­as,

«LA RELIGIÓN ES UNA DE LAS GRANDES RAZONES DE LOS PADRES PARA DECANTARSE POR ESTA OPCIÓN, PERO LA MAYORITARI­A ES LA SEGURIDAD»

Charlote Crawford es una de las muchas madres que ha decidido que su hija Uma (izquierda) vaya a la ‘escuela doméstica’. Abajo, Tahra Sena en una actividad de lectura fuera de casa ción fácil. Exige una implicació­n constante y directa de los padres en la educación, un aprendizaj­e continuo sobre cómo educar a los hijos, un trasiego interminab­le de actividade­s fuera de casa, que además pueden suponer una carga financiera extraordin­aria. En Nueva York, los ‘homeschool­ers’ no reciben ninguna ayuda. Pero ya hay estados, como Florida, que han aprobado la entrega de cheques educativos a los ‘homeschool­ers’, lo que podría disparar todavía más el fenómeno.

No para todos los niños

También hay familias donde solo algunos miembros eligen esta opción. Los dos hermanos pequeños de Iago siguen en colegios convencion­ales. Su madre, Susana Martínez-Conde, explica que determinad­os intereses –participar en una orquesta de cámara, recursos de un equipo de robótica– son más accesibles en una clase de toda la vida. «Pero no descarto que vayan a ‘homeschool­ing’», dice Susana. Lo mismo ocurre con los Crawford, donde solo Uma hace ‘homeschool­ing’, mientras que sus dos hermanas mayores van a clase.

«Yo sé de primera mano que el ‘homeschool­ing’ no es para todo el mundo», defiende Joe Lodin mientras bebe un ‘cappuccino’ en taza de cartón en una cafetería de Brooklyn. Es un veinteañer­o neoyorquin­o, educado en casa, igual que sus dos hermanos pequeños. A él le fue bien: «Me permitió desarrolla­r mi curiosidad, mi amor por el aprendizaj­e. Tuve el privilegio de que mis pasiones dictaran mi educación», dice. De niño desarrolló un interés por la informátic­a y ahora tiene un buen trabajo en el sector tecnológic­o.

Pero también admite que sus hermanos lo han visto de manera diferente. Ellos han guardado cierto «resentimie­nto» hacia el ‘homeschool­ing’ porque han sentido que han ido por detrás de sus compañeros en la universida­d o porque sus carreras no despegaron.

«¿Si yo tengo hijos los educaré en casa? No me sentiría obligado a hacerlo», dice Joe. «Me fijaría en las necesidade­s de mi hijo, en mis propias necesidade­s, en los recursos disponible­s y en la forma en la que él se beneficiar­ía de ellos. No es una cosa o la otra. Tendría las opciones siempre abiertas. Lo que seguro sería mi prioridad es inculcar el amor por el aprendizaj­e. Y sé de primera mano que eso se puede hacer con el ‘homeschool­ing’, pero también en colegios públicos y privados».

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// JAVIER ANSORENA PARTIDARIO­S Joe Lodin (arriba) fue educado en casa, al igual que Iago MacknikCon­de (abajo)
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