María Vicente
▶ La joven especialista en pentalón, 22 años, llega a Glasgow como la gran baza de la delegación española
Atleta
Será ella quien hoy abra el fuego de la delegación española en los Mundiales de pista corta de Glasgow. Y lo hará como favorita a todo. María Vicente (Hospitalet de Llobregat, 2001) opta a su primer gran éxito en categoría absoluta tras batir el récord de España de pentatlón el pasado 28 de enero en Aubiere. Sus 4.728 puntos la sitúan como líder mundial del año en la combinada. En los pasados Nacionales, donde compitió en tres pruebas individuales, demostró que todavía hay mucho margen de mejora. Tras un 2023 complicado, lastrado por la lesión del cuádriceps que la obligó a pasar por el quirófano a finales de 2022, ha regresado de la mejor manera. Y en año olímpico. Así se explica la amplia sonrisa con la que atiende a ABC.
—No podría llegar en mejor forma a Glasgow.
—Las sensaciones son muy buenas, la verdad. Estoy muy bien. En estas últimas semanas se ha visto en el Campeonato de España. Estoy en forma y con muchísimas ganas e ilusión.
—¿Llegar al Mundial como la número uno del ranking es sinónimo de podio? —Seguro no es, porque pueden pasar muchas cosas. Ojalá lo sea. Lo voy a luchar, eso seguro. Ser la primera del ranking pesa, no voy a decir que no. Pero mejor eso que no tenerlo. Vengo de unos años un poco difíciles y prefiero esta presión o esta sensación que no la otra. Estoy feliz de poder estar luchando por algo así, que es el sueño que he tenido desde pequeñita.
—El año pasado renunció a las combinadas obligada por las molestias físicas. ¿Que esté haciéndolas ahora es la mejor señal de que las lesiones han quedado aparcadas?
—Eso es. La recuperación fue dura. Se me hizo eterna, pero ahora está completamente olvidado. Este invierno no he tenido ninguna molestia, que creo que es lo importante y por lo que las cosas están saliendo. He tenido una buena preparación de pretemporada, una buena base. Y es lo que me ha permitido después hacer estos entrenamientos de calidad y rendir en las competiciones. Es fundamental estar bien y no tener que estar poniendo parches. —Le ha tocado conocer la cara más amarga del deporte demasiado joven. —Fue duro, sí. Pero tenía claro que al salir de quirófano lo que venía ya era como un entrenamiento. Sabía que la recuperación iba a ser larga, pero estaba feliz porque ya había encontrado una solución y, pasase lo que pasase, tardase un mes más o menos, era el último empujón para después estar compitiendo y entrenando al máximo nivel.
—Da la sensación de que aún tiene que pegar otro gran salto de calidad que le permita luchar por las grandes marcas mundiales. ¿Lo ve así?
—Ojalá. Yo voy a entrenar durísimo para ello. Es cierto que, desde el año pasado, quizás un poquito más, he dado un salto de calidad. No sólo a la hora de entrenar, sino también en todo el entrenamiento invisible que va alrededor de un deportista de alto rendimiento. Al final no todo son matemáticas, pero esa base es la que me puede hacer, de aquí a unos años, dar ese gran salto.
—Le pregunto por un nombre propio, el de su entrenador Ramón Cid. —Estos últimos cuatro años para mí lo ha sido todo. Es el pilar fundamental de mi vida y de mi día a día. Estoy a todas horas con él en la pista, en el gimnasio, donde sea. Las pruebas combinadas requieren de horas y horas de entrenamiento y a él, pobrecito, lo tengo amargado. Estoy superagradecida de que me diera la oportunidad de poder estar con él en San Sebastián, con su grupo de entrenamiento, aprendiendo. Hemos hecho una dupla muy buena. Nos queremos y nos apreciamos. Ojalá le pueda devolver todo lo que ha dado por mí.
—¿Le sigue a pies juntillas o hay margen para la discusión? —¿Discutir? Sí, claramente (ríe). Pero no por él, sino por mí. Lo rebato todo. Pero, bueno, al final nos entendemos. Es un entrenador que no se ciñe a lo que pone en el papel, sino que se fía mucho de las sensaciones, de cómo ve al atleta. Y creo que de cara a las combinadas eso
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