UN ALTAR DE FLORES CON ESQUELETO CALCINADO AL FONDO
Frente al edificio en el que murieron diez personas en el peor incendio de la historia de Valencia aún se mezclan el olor a flores con el de plástico quemado
Una semana después del trágico incendio que sacudió el barrio de Campanar, en Valencia, aún se percibe el dolor, la desgracia y el aroma a plástico quemado mientras el vecindario trata de levantarse y pasar página con la próxima llegada de las Fallas. La ciudad sigue con sus rutinas, pero ya no es la misma desde el jueves 22 de febrero. Una fecha que ha pasado ya a la historia como la del peor incendio jamás registrado en la capital del Turia.
Las imágenes de las llamas devorando sin compasión un moderno edificio de 14 plantas y 138 pisos en cuestión de poco más de treinta minutos, en un incendio en el que murieron diez personas y otras quince resultaron heridas –entre ellas, siete bomberos–, no se olvidarán fácilmente, sino más bien quedarán grabadas para el recuerdo en la historia negra española.
Ahora, superada la primera fase de duelo oficial, la investigación judicial se refuerza ante la previsión de una instrucción larga y voluminosa mientras las Administraciones públicas ya han concedido las primeras ayudas directas y han posibilitado que los afectados sin soluciones habitacionales se muden temporalmente a otro bloque de viviendas municipales.
En la zona cero de Campanar, ramos de flores, peluches, velas y mensajes de pésame presiden los aledaños del complejo residencial, ahora convertido por el letal efecto de las llamas en un imponente esqueleto calcinado, en un homenaje espontáneo en recuerdo de las víctimas y las mascotas que perdieron la vida en el siniestro. A pocos metros, el trasiego de bomberos, policías, forenses y peritos se desarrolla con total normalidad, paisaje diametralmente opuesto al caos que se vivió hace una semana. Desde entonces, los servicios de limpieza del ayuntamiento han retirado un total de 7.100 kilos
de residuos en los alrededores.
El pasado miércoles, el juez autorizó la entrega de los cadáveres hallados en el interior del edificio después de que la policía científica recopilara todas las pruebas necesarias para proseguir con las pesquisas. La delegada del Gobierno en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, se aventuró a calificar las identificaciones de los cuerpos sin vida como «uno de los trabajos más difíciles a los que probablemente se hayan enfrentado estos profesionales».
La tragedia de las víctimas
Entre las diez víctimas, nadie en Valencia ni en el resto de España puede olvidar el desgarrador caso del matrimonio que murió junto a sus dos hijos, de tres años y quince días respectivamente, atrapados en el baño de su casa, en la octava planta. En su colegio, la ‘escoleta’ Sant Pau, todavía permanece colocado en la entrada un crespón negro en memoria de esta familia. Transcurren los días, pero ninguno de sus alumnos accede al centro sin dejar de mirarlo.
No poder salvarlos retumba desde entonces en las mentes de los bomberos que se adentraron entre las llamas y el humo sin pensar ni un sólo segundo en su propia integridad física. En todo momento, aluden, cumplieron con el protocolo de rescate habitual, ya que si las condiciones de sectorización funcionan, lo recomendable es resguardarse del fuego en la parte más alejada de la casa mientras llevan