El socialismo gallego regresa a 1998
El batacazo del 18F retrotrae al PSdeG al congreso en el que se encomendó al liderazgo de Pérez Touriño
Uno de los mantras más repetidos por los socialistas durante la campaña de las últimas elecciones generales era que una victoria del PP de Alberto Núñez Feijóo, en necesaria conjunción con Vox, haría retroceder a España treinta, cuarenta o cincuenta años. El margen temporal dependía del político mitinero de turno. Pero lo cierto es que el triunfo de Alfonso Rueda el 18F ha mandado al PSOE gallego a 1998, cuando los socialistas se encomendaron a Emilio Pérez Touriño para salir del hoyo donde los había enterrado Abel Caballero, derrotado por Fraga en las autonómicas del año anterior.
La evocación del regreso al congreso del PSdeG de Orense no es baladí. En aquella cita el socialismo acudía sacudido en las urnas, adelantado por el BNG de Xosé Manuel Beiras en votos y escaños, un ‘sorpasso’ histórico que, años más tarde, se ha repetido de manera mucho más estruendosa. El cónclave fue una pugna por el liderazgo del partido entre Touriño y Miguel Cortizo, que ganó el primero para resetear la organización, frenar al nacionalismo en el ámbito municipal y poner las primeras piedras para protagonizar el cambio varios años más tarde.
Hay algunas diferencias entre lo de entonces y lo de ahora. En 1998 ganó la corriente alternativa, dado que Cortizo venía apadrinado por el secretario general saliente, Francisco Vázquez. En la actualidad, Valentín González Formoso no ha ocultado sus simpatías por Besteiro, ni que ha estado ocupando el cargo que siempre consideró como propio del político lucense. Y la atmósfera también es muy distinta. El socialismo en 1998 era un corral de gallos mal avenidos, en el que Touriño tuvo que imponer orden y concierto, y rebajar el ruido para poder hacer política. Ahora, por el contrario, no hay voces críticas de peso, porque los notables respaldan a Besteiro como su única salida posible a corto plazo. La escasa crítica interna que hay no pasa de anecdótica e irrelevante.
El principal paralelismo entre Touriño y Besteiro es la tarea ingente de reconstrucción que tiene pendiente el PSdeG. De hecho, la apelación al reseteo del partido, al regreso a la vocación de reconstrucción que rodeó el congreso del 98 viene repitiéndose como un mantra desde que Touriño perdió la Xunta y, con él, el PSdeG fue perdiendo gas lenta e implacablemente. Nadie ha sido capaz de devolverle el pulso a un socialismo que sí funciona en el ámbito local, con referentes claros –aunque en muchos casos rehenes de pactos con el nacionalismo– pero que ha mostrado signos de flaqueza creciente en las contiendas autonómicas.
¿Acaso el PSdeG ha dejado de ser de izquierdas y su votante se ha desencantado? No diría yo tanto, porque ha ejercido de oposición habitual a las políticas del PP en la Xunta –sean estas cuales sean, la respuesta siempre es ‘no’–. Entonces, si no es una cuestión ideológica, ¿qué falla en el socialismo gallego que necesite un tapizado completo en lugar de un simple remiendo?
Probablemente una clave pueda ser la falta de identidad. ¿Qué es hoy el PSdeG para Galicia? Pues el partido que aplaudirá cualquier cosa que diga Pedro Sánchez, sin mínimo atisbo crítico, y bendecirá toda decisión del Gobierno, aunque sea lesiva para los intereses gallegos. ¿Dónde está Besteiro cuando los trenes Avril se retrasan sin fecha conocida? ¿Por qué no protesta Formoso cuando a Galicia se le hurta la capacidad para legislar sobre su litoral mientras sí se le permite a País Vasco? La ‘influencia’ sobre Madrid no se percibe, no se acredita. Es lo que se llama ‘sucursalismo’, un mal endémico que está por ver que tenga cura.
Y en segundo lugar el PSdeG debería recostarse en el diván y preguntarse si su relación con el nacionalismo es la adecuada, ahora que este ha pasado a otro estadio político –el del soberanista con piel de cordero–, mostrándose incapaz de frenar las cuestiones más ideológicas del BNG en cuanta área gestionan. En los últimos años ha sido difícil distinguir la política lingüística del PSdeG de la defendida por los nacionalistas en el Parlamento. Es solo un caso.
El PSdeG que retomará Besteiro lo tendrá a él como mascarón de proa, pero necesitará mucho más. Con toda seguridad, una nueva generación de personas preparadas, que hayan tenido contacto con la realidad más allá de las siglas del partido, que pisen la calle, formadas intelectualmente y que sean capaces de articular un proyecto más allá de conseguir que un ministro se ponga al teléfono. Solo así –y quizás ni siquiera, porque la marca a nivel nacional está como está, y no hay visos de que reviva mientras Pedro Sánchez siga al frente– puede que tengan una oportunidad de recuperarle espacio al BNG.
En caso contrario, dentro de cuatro años volverán a viajar a 1998.
El PSdeG debería recostarse en el diván y preguntarse si su relación con el nacionalismo es la más adecuada