Inteligencia artificial, el nuevo arte de la guerra
Ucrania se ha convertido en el gran campo de pruebas de la IA aplicada a los más sofisticados sistemas de armamento
un Tzu enseñó que conocer al adversario es el primer paso hacia la victoria. Recabados por drones inteligentes, los datos sobre el enemigo son evaluados en la actualidad por sofisticados algoritmos que, en solo cuestión de segundos, pueden dar la orden de disparar. Estos drones trazan a veces «estrategias muy inesperadas para lograr sus objetivos».
Lo sabe muy bien Tucker Hamilton, jefe de pruebas de Inteligencia Artificial (IA) de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. El Ejército estadounidense ya ha llevado a cabo experimentos en los que la IA pilota aviones de combate F-16.
En una simulación en la que había detectado enemigos que su operador no le permitía atacar, la IA decidió matar al operador. Sin duda, era el camino más corto para lograr su objetivo. «Tuvimos que enseñarle que matar al operador quita muchos puntos», ha relatado Hamilton.
Ya en 1942, el célebre novelista de ciencia-ficción Isaac Asimov enseñó a las máquinas de sus libros a no hacer daño a los humanos. Pero el Instituto Max-Planck ha concluido en el más reciente estudio ‘Journal of Artificial Intelligence Resarch’ (‘Diario de Investigación sobre Inteligencia Artificial’) que tales consignas solo pueden ser probadas creando una simulación de la misma IA. Eso significa que, en la práctica, es imposible verificarlo en el laboratorio.
A los Sistemas de Armas Autónomos (AWS), conocidos popularmente como «robots asesinos», no se les ha
Sbía permitido apretar el gatillo por su cuenta hasta que estalló la guerra en Ucrania hace ahora dos años. El principio generalizado era el denominado ‘Human in the loop’ (‘Humano en el circuito’), que dejaba en última instancia la decisión y la responsabilidad al factor humano. Pero los contratistas de armas y los observadores militares han comprobado que el control constante también requiere una conexión continua entre el soldado y el dron que está pilotando. Y esta es a menudo interrumpida en el campo de batalla por la guerra electrónica, es decir, las señales que interfieren. Mientras se necesite una conexión permanente para controlar un sistema no tripulado, el adversario militar lo intentará todo para romper esa conexión. Y, durante esos lapsos, es la IA quien decide.
Ataques autónomos
Rusia oculta su despliegue.
Los desarrolladores ucranianos no tienen reparos en confirmar que sus drones llevan a cabo ataques autónomos contra fuerzas sin operador humano. Ucrania ha desplegado drones Bayraktar TB2, de fabricación turca, y los cuadricópteros Saker Scout, que transportan hasta tres kilos de granadas antitanque RKG-3 u ojivas RPG a una distancia de 12 kilómetros y son capaces de identificar y atacar hasta 64 tipos de «objetivos militares» de forma independiente.
El ‘software’ de IA de Saker está integrado con el sistema de inteligen
botaje en las guerras. Pero, si ya no puedo comprender las decisiones, difícilmente puedo detectar el sabotaje», ha explicado este experto al periódico alemán ‘Süddeutsche Zeitung’.
Además, Ulrike Franke ha destacado el peligro del sesgo de los datos. «No tenemos datos sobre guerras nucleares porque no hemos librado ninguna y, por ejemplo, en los últimos años los países occidentales han librado guerras principalmente contra las personas de piel más oscura. Ahí es donde tenemos datos. En una guerra contra personas con un color de piel clara, todo el sistema podría fallar».
Impresoras 3D de drones
Pero, a pesar de todos estos peligros y de los fallidos intentos de regulación que se han venido intentando desde 2014, ningún ejército puede permitirse ya el lujo de prescindir de la IA en sus sistemas militares, lo que convierte en irrisorios los acuerdos mundiales sobre no proliferación de armamento.
En el nuevo arte de la guerra del siglo XXI, una impresora 3D de 500 euros fabrica drones asesinos a 60 euros la pieza. Incluso cualquier dron con el que juegan los niños en el jardín puede convertirse en un robot asesino con un solo clic.
Los ejércitos no pueden prescindir ya de sus armas autónomas, que facturarán unos 25.000 millones de dólares en 2027
Las dimensiones del dron TB2 150 kg 12 metros 6,5 metros 2, 2me tros 120 nudos