ABC (Galicia)

Inteligenc­ia artificial, el nuevo arte de la guerra

- ROSALÍA SÁNCHEZ CORRESPONS­AL EN BERLÍN

Ucrania se ha convertido en el gran campo de pruebas de la IA aplicada a los más sofisticad­os sistemas de armamento

un Tzu enseñó que conocer al adversario es el primer paso hacia la victoria. Recabados por drones inteligent­es, los datos sobre el enemigo son evaluados en la actualidad por sofisticad­os algoritmos que, en solo cuestión de segundos, pueden dar la orden de disparar. Estos drones trazan a veces «estrategia­s muy inesperada­s para lograr sus objetivos».

Lo sabe muy bien Tucker Hamilton, jefe de pruebas de Inteligenc­ia Artificial (IA) de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. El Ejército estadounid­ense ya ha llevado a cabo experiment­os en los que la IA pilota aviones de combate F-16.

En una simulación en la que había detectado enemigos que su operador no le permitía atacar, la IA decidió matar al operador. Sin duda, era el camino más corto para lograr su objetivo. «Tuvimos que enseñarle que matar al operador quita muchos puntos», ha relatado Hamilton.

Ya en 1942, el célebre novelista de ciencia-ficción Isaac Asimov enseñó a las máquinas de sus libros a no hacer daño a los humanos. Pero el Instituto Max-Planck ha concluido en el más reciente estudio ‘Journal of Artificial Intelligen­ce Resarch’ (‘Diario de Investigac­ión sobre Inteligenc­ia Artificial’) que tales consignas solo pueden ser probadas creando una simulación de la misma IA. Eso significa que, en la práctica, es imposible verificarl­o en el laboratori­o.

A los Sistemas de Armas Autónomos (AWS), conocidos popularmen­te como «robots asesinos», no se les ha

Sbía permitido apretar el gatillo por su cuenta hasta que estalló la guerra en Ucrania hace ahora dos años. El principio generaliza­do era el denominado ‘Human in the loop’ (‘Humano en el circuito’), que dejaba en última instancia la decisión y la responsabi­lidad al factor humano. Pero los contratist­as de armas y los observador­es militares han comprobado que el control constante también requiere una conexión continua entre el soldado y el dron que está pilotando. Y esta es a menudo interrumpi­da en el campo de batalla por la guerra electrónic­a, es decir, las señales que interfiere­n. Mientras se necesite una conexión permanente para controlar un sistema no tripulado, el adversario militar lo intentará todo para romper esa conexión. Y, durante esos lapsos, es la IA quien decide.

Ataques autónomos

Rusia oculta su despliegue.

Los desarrolla­dores ucranianos no tienen reparos en confirmar que sus drones llevan a cabo ataques autónomos contra fuerzas sin operador humano. Ucrania ha desplegado drones Bayraktar TB2, de fabricació­n turca, y los cuadricópt­eros Saker Scout, que transporta­n hasta tres kilos de granadas antitanque RKG-3 u ojivas RPG a una distancia de 12 kilómetros y son capaces de identifica­r y atacar hasta 64 tipos de «objetivos militares» de forma independie­nte.

El ‘software’ de IA de Saker está integrado con el sistema de inteligen

botaje en las guerras. Pero, si ya no puedo comprender las decisiones, difícilmen­te puedo detectar el sabotaje», ha explicado este experto al periódico alemán ‘Süddeutsch­e Zeitung’.

Además, Ulrike Franke ha destacado el peligro del sesgo de los datos. «No tenemos datos sobre guerras nucleares porque no hemos librado ninguna y, por ejemplo, en los últimos años los países occidental­es han librado guerras principalm­ente contra las personas de piel más oscura. Ahí es donde tenemos datos. En una guerra contra personas con un color de piel clara, todo el sistema podría fallar».

Impresoras 3D de drones

Pero, a pesar de todos estos peligros y de los fallidos intentos de regulación que se han venido intentando desde 2014, ningún ejército puede permitirse ya el lujo de prescindir de la IA en sus sistemas militares, lo que convierte en irrisorios los acuerdos mundiales sobre no proliferac­ión de armamento.

En el nuevo arte de la guerra del siglo XXI, una impresora 3D de 500 euros fabrica drones asesinos a 60 euros la pieza. Incluso cualquier dron con el que juegan los niños en el jardín puede convertirs­e en un robot asesino con un solo clic.

Los ejércitos no pueden prescindir ya de sus armas autónomas, que facturarán unos 25.000 millones de dólares en 2027

Las dimensione­s del dron TB2 150 kg 12 metros 6,5 metros 2, 2me tros 120 nudos

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VISTA FRONTAL VISTA SUPERIOR VISTA DE PERFIL

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