DOS AÑOS DE MISERIA Y TERROR EN LOS CALABOZOS DE MADURO
El norteamericano Joshua Holt cuenta cómo fue su cautiverio en la temida cárcel del Helicoide, donde están los presos políticos del régimen en Venezuela. Acaba de demandar a la cúpula chavista por torturas
ron en Ciudad Caricia. La idea era tramitar el visado de Thamy para EE.UU. y marcharse todos juntos allí, incluidas las dos hijas anteriores de ella.
El 30 de junio de 2016, pasadas las cinco de la madrugada, Holt se despertó cuando el cañón de un rifle semiautomático AK-47 le tocó el pie. «Abrí los ojos», dice hoy, «y vi el AK47 apuntándome a la cara». Era un uniformado de la Operación de Liberación y Protección del Pueblo, una suerte de fuerzas policiales mixtas creadas por Maduro, cuyo cometido es tomarse la justicia por su cuenta y reprimir con impunidad, según los ha descrito Human Rights Watch. El agente le hizo a Holt tres o cuatro preguntas y al rato volvió con refuerzos, otros diez uniformados.
«Este es el gringo», se decían, según recuerda él. «¿Dónde está tu maleta?». Le buscaban específicamente a él, se dio cuenta enseguida. En la operación en Ciudad Caricia murieron siete personas. Era el precio por dar con él. El objetivo final, descubrió días después, era llevárselo detenido y plantarle una granada en la maleta. Le acusaron de terrorista, de ser un infiltrado de la CIA para formar guerrillas golpistas. Tras la farsa de la ejecución simulada le llevaron al Helicoide.
El Helicoide era en los años 50 un centro comercial, y por fuera parece un edificio de apartamentos de la era del desarrollismo español, una mole de cemento y cristal. Dentro, según han contado quienes lo han sobrevivido y han podido salir al extranjero, se cometen las peores atrocidades de la dictadura chavista.
Violencia y confusión
Allí fue interrogado Holt durante largas horas, llenas de violencia y confusión. Amenazaron con matar a su mujer e hijastras si no confesaba pronto. Le chantajearon, le pidieron 10.000 dólares si quería que al menos no hicieran daño a Thamy y sus hijas. Tomarían fotos de las palizas, dijeron, y se las enseñarían para que viera de qué era responsable.
Su mujer también fue detenida. La torturaron: cinco días atada a una silla. Como se resistía, le colocaron los dedos en un sacapuntas. «Podía sentir las cuchillas en la piel, y cómo me iban raspando las uñas», dice ella hoy. La golpearon, la asfixiaron, hasta le practicaron un ‘waterboarding’ a la venezolana: cabeza cubierta con un periódico, y agua encima.
Mientras los dos eran torturados, Gustavo González, el jefe del Sebin, salió en televisión a anunciar que Holt había sido detenido porque se le encontró una granada en la maleta, además de un rifle AK-47 en su residencia. «Es un terrorista de la CIA», dijo el jerarca del chavismo. Él lo negaría siempre, aun siendo torturado.
el anuncio de su detención, que conmocionó a EE.UU. por ser lo que la Administración Obama condenó como un secuestro ilegal, Holt pasó a régimen de aislamiento el 4 de julio de 2016. Fue encerrado en aquella celda insalubre, en la que pasaba los días en calzones, rodeado de su orín y de sus excrementos. Orinaba en una botella y el resto, lo hacia en unos papeles de periódico. No se los retiraban. Todo se pudría a su alrededor. «El olor era insoportable», dice.
Para no enloquecer, Holt contaba los días. Como no sabía cuándo era de día o de noche, apartó 45 granitos de arroz de una de las raciones putrefactas que le daban una vez al día, e iba quitando uno cada vez que le traían un nuevo plato. Se dijo: «Más de 45 días no aguanto». Perdió 22 kilos. «Tuve bronquitis, sarna, piedras de riñón, hemorroides y la única atención médica que recibí fue una inyección de un analgésico».
Canje de presos
Él y su mujer resistieron. Thamy dice: «Querían que firmara una confesión de que Josh era parte de una trama de espionaje, que llevaba una célula de la CIA para atacar al Gobierno de Venezuela, que había matado a gente. Sólo lloré, y me negué».
Trump tenía una política firme de no negociar canje de rehenes. Maduro lo ofreció: en 2020, por medio de intermediarios, llegó a poner sobre la mesa todos los estadounidenses presos a cambio de su testaferro, Álex Saab. El equipo de Trump se negó pero el de Joe Biden, su sucesor, aceptó. En unos pocos años liberó a los sobrinos de Cilia Flores, mujer de Maduro, condenados por narcotráfico, y a Saab, considerado el enlace de Maduro con Irán y Turquía, que fue extraditado Cabo Verde. Eso fue en 2023, y para entonces la suerte de Holt ya había cambiado.
Tras seis semanas de aislamiento, Holt pasó a un régimen convencional, compartió celda con tres delincuentes comunes, entre ellos El Donut, un hampón callejero del que se hizo amigo. Había un trato más duro con él. A los demás, por ejemplo, les dejaban salir al patio, pero a Holt no. Él se queTras jaba, hablaba de sus derechos como prisionero. Los guardas se reían: «En Venezuela tú no tienes derechos». Ya al final, tras casi dos años, comenzó a perder la esperanza. «No veía la luz al final de este túnel». Pensó en matarse. Solo su fe se lo impidió.
Maduro se reeligió en el cargo en mayo de 2018, en unas elecciones condenadas por la comunidad internacional por fraudulentas. Aquel misdesde mo mes hubo un motín en el Helicoide. Holt temía por su vida, otros presos querían secuestrarlo para entregarlo a cambio de su propia libertad. Él se atrincheró en una celda y grabó un vídeo con un móvil, que hizo llegar a la agencia Ap: «Necesito ayuda, me quieren matar, quieren que sea su garante». El vídeo se viralizó, EE.UU. hizo saber a Caracas que estaba perdiendo la paciencia, que pagaría muy caro. Maduro mandó un mensaje a un senador norteamericano, Bob Corker, republicano de Tennessee: si venía a Caracas podría, tal vez, volverse con el matrimonio Holt. La concesión sería la visita de Corker, nada más.
El senador se vio con el dictador. Le dijo que podía llevarse a Holt, la mujer y la hija mayor. Los acompañó el jefe del Sebin en persona, que los había acusado de terroristas y ahora los despedía con afecto y hasta diciendo que sentía todo lo ocurrido.
Era 26 de mayo. El avión partió, pero pronto tuvo que dar media vuelta. Holt recuerda que le invadió la angustia. Pensaba que Maduro había cambiado de parecer. Al final fue un problema técnico. Aquella noche estaban en suelo estadounidense.
El trauma nunca se le ha curado, más tras la muerte de su madre, tan rápida. Ahora pide un juicio con jurado contra Maduro; el ministro de Defensa, Vladimir Padrino; el presidente del Supremo, Maikel Moreno; el testaferro Álex Saab y otros. La demanda fue interpuesta el 22 de junio y aún debe ser admitida.
«TUVE BRONQUITIS, SARNA, PIEDRAS DE RIÑÓN, HEMORROIDES Y LA ÚNICA ATENCIÓN MÉDICA QUE RECIBÍ FUE LA INYECCIÓN DE UN ANALGÉSICO»