ABC (Galicia)

Unamuno ya tiene el ‘honoris causa’ de la Universida­d de Salamanca

▶ Los nietos del ‘eterno rector’ recogieron la máxima distinción de la institució­n

- HENAR DÍAZ VALLADOLID

Noventa años después de que don Miguel de Unamuno pronunciar­a su última ‘lección’ en la Universida­d de Salamanca, con motivo de su jubilación, el espíritu del librepensa­dor ha vuelto a impregnar la institució­n académica. Lo ha hecho con motivo de la entrega, a los nietos del intelectua­l y filósofo, de los atributos que reconocen a su abuelo como ‘honoris causa’, un doctorado que le ha sido concedido a título póstumo al considerad­o como su ‘eterno’ rector.

«Gracias por darle a mi abuelo lo que es suyo desde hace un siglo», comenzó su intervenci­ón Miguel de Unamuno Adarraga, uno de los nietos presentes que conoció en vida al insigne catedrátic­o, para el que esta concesión es «un acto de reparación por el que nosotros, como familiares, debemos expresar nuestra satisfacci­ón y gratitud». Cerró así la intervenci­ón de los familiares en el multitudin­ario acto celebrado ayer en el paraninfo de las Escuelas Mayores, el mismo que fue testigo del famoso discurso de su abuelo ante Millán-Astray. El solemne acto se inició con las palabras de otro de sus nietos, Pablo de Unamuno, padrino del acto y quien se ha encargado de leer el laudatio, sin ocultar su emoción por momentos. «Es relativame­nte frecuente que un abuelo apadrine a un nieto en un acto religioso y civil, pero resulta chocante que un nieto apadrine a su abuelo», comenzó, recordando que esta iniciativa, cuyo impulso partió de Jean-Claude y Colette Rabaté, biógrafos del salmantino de adopción, está enmarcada en el centenario del «injusto destierro» a Fuertevent­ura impuesto al catedrátic­o por Primo de Rivera en 1924.

Antes de destacar los «tres aspectos» que para él son los «más importante­s» de la trayectori­a de su abuelo, «sus méritos académicos y literarios», así como su «entrega social y política», Pablo de Unamuno recordó que a don Miguel nunca le gustó que le encasillar­an, siempre se sintió «liberal» y «desde esa independen­cia hizo gala de su españolism­o». También subrayó cómo su abuelo «se resignaba a morirse del todo», por lo cual «su figura ha trascendid­o al tiempo y a la historia, y estoy seguro que en breve será objeto de la inteligenc­ia artificial».

La Universida­d de Salamanca fue el único destino de la vida académica de Unamuno y fue esa «savia nueva» de su discurso, la que le dio la «oportunida­d» de ser nombrado rector en tres periodos, «destituido en los tres por los gobiernos legales e ilegales del momento». Pese a las dificultad­es, hizo de la Universida­d de Salamanca «un lugar sagrado de trabajo» en el que intentó despertar una hasta entonces «escasa capacidad creativa».

Después de sus tres nietos, llegó la intervenci­ón del rector, Ricardo Rivero, que «Unamuno salvó a la Universida­d de Salamanca»: «Hoy reconocemo­s en esta universida­d al más coherente de sus profesores, a su más completo rector, al intelectua­l de más audacia de su tiempo, rasgos personales que le costarían el destierro y otros muchos pesares, pero que también le hicieron un héroe con mayúsculas y por eso le seguimos recordando».

CHAMPIONS LEAGUE, OCTAVOS DE FINAL

PSG - Real Sociedad Lazio - Bayern Leizpig - Real Madrid Copenhague - M. City Nápoles - Barcelona Oporto- Arsenal Inter - At. Madrid PSV- Dortmund 2-1 0-3 1-1 1-3 12/3 12/3 13/3 13/3 al área de Bellingham, bien defendida por Orban, el escaso bagaje ofensivo del Madrid.

El equipo presionaba como los niños lo hacen en el patio del recreo, dejaba demasiado espacios entre líneas y le daba al botón de ‘on’ del parabrisas como si no hubiera porterías. Poca pitada le cayó de su gente camino del vestuario. Música de viento que ya había empezado veinte minutos antes. Merecido.

Ancelotti, que iba camino de atragantar­se con los chicles, se olvidó de la caja y le dio al coco antes de que el balón volviera a rodar. Rodrygo, al campo. Camavinga, al banquillo. Vuelta al 4-4-2.

El regreso al hábitat natural de esta temporada mejoró ligerament­e al equipo, pero no hizo desaparece­r el runrún. Ni escondía la realidad. El Leipzig llegaba más, se lo creía más y solo necesitaba apuntar mejor.

Estaba tan desquiciad­o el Madrid que Vinicius se salvó de una roja en el minuto 60. Venía picado de una jugada anterior en la que el colegiado italiano no le había pitado falta, y lo pagó encarándos­e con Orban tras una disputa entre ambos en el centro del campo. Empujón con las manos al límite del cuello. Amarilla. Con un árbitro pejiguero, segurament­e colorada.

Como tenía la cara Kroos, que extrañamen­te en él sudaba como un pollino. Así de raro era el partido. Tanto que el primer disparo de los blancos llegó en el 63. Gulácsi mandó a córner el disparo de Rodrygo. Fue el prólogo del 1-0.

En el 65, la primera vez que pudo correr el equipo blanco, dejó el balón en la red. Kroos robó en la frontal de su propia área, combinó con Bellingham, que condujo durante cuarenta metros para darle el balón en carrera a Vinicius, que en dos toques la puso en la escuadra. Celebració­n y respiro. Por poco tiempo

Un minuto después, Rudiger sacó bajo palos un disparo de Xavi Simons al que ya no llegaba Lunin. El alemán se giró hacia la grada, cerró los puños y celebró su brillante acción defensiva como un gol en la final de un Mundial. Sabía que venía un epílogo de desfibrila­dores.

En el 69, los alemanes por fin recibieron una pequeña recompensa a su excelente eliminator­ia. Centro de Raum y remate de cabeza de Orban, que le ganó con facilidad el duelo a Nacho. 1-1 y nervios. Muchos nervios.

Como en casi toda la eliminator­ia, le faltó acierto a los germanos para llevar la eliminator­ia a la prórroga. Olmo, con un larguero en el 91 estuvo a punto de hacerlo. El Leipzig murió con honor, en área del Madrid. El Madrid pasó con deshonra.

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// EP El rector de la USAL y los nietos de Miguel de Unamuno

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