Pequeño catálogo de grandes intenciones
más y unas gafas como de Rosa Villacastín. Se observa bigote en todos los casos. Y luego los pibones, los señores que se compran un Tàpies como yo compro una entrada para Depeche Mode y los del máster en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual. Todos esos lugares comunes existen. Y por eso lo cuento, porque ARCO, en realidad, es una pasarela de moda, un desfile de tendencias, una revista que llega del futuro. Sobre todo, en el caso de los chicos. Parece que alquilaran disfraces de ‘cultureta’ en el pabellón de al lado, como cuando yo voy a Guzmán a por el esmoquin el día de los Cavia. Destacable el ‘outfit’ del ‘staff’, uniformado con una bata-vestido manchada de color verde, que supongo querrá referirse al artista embadurnado de pintura, pero que, en realidad, recuerda a un médico-asesino saliendo de descuartizar a una Tortuga Ninja. También vi a una señora con moño que resultó ser Mario Vaquerizo y luego a Alaska en un vídeo de la Colección Suñol Soler. Y a Verónica Mengod, que está guapísima.
En realidad, todo el mundo está guapísimo, se nota que es el primer día y aún no hay resaca. Y como todos están guapos, llega el postureo, que qué tal por Berlín, que si qué frío en Ginebra, que si yo aún sigo en Nueva York. Y la chapita, claro, la chapita. Piden que se baje el IVA cultural. Yo la cambiaría por otra chapa, una que pidiera que pida que se baje el IVA en general, no solo el cultural. No es serio pensar que hay que subir impuestos para poder vivir en esos mundos de Yupi a los que aspiran, pero que la fiesta la paguen los demás. Aparte, no sé qué cerebro privilegiado habrá llegado a la conclusión de que el arte contemporáneo es un bien de primera necesidad. Los obreros que yo conozco consideran que Miró es lujo. Pero qué sabré yo.
En cuanto a temática, yo iba preparado para mucho escenario bélico, ya saben, el horror de la guerra, la soledad del hombre frente a las bombas, las manos manchadas de sangre. Y también para la turrita del diálogo humano-máquina y la inteligencia artificial. Pero la verdad es que, gracias a Dios, de eso poquito. Estamos a vender, ya lo he dicho, así que la temática, resumida, es otra. En ARCO está el collage, lo gay, lo geométrico, el arte-mancha, los móviles-concepto, la temática indígena, la que juega con lo cinematográfico y la ruptura de la cuarta pared. Está la vuelta de tuerca a la artesanía, lo reivindicativo, lo feminista, la conciencia ecológica y el naturalismo post-prerrafaelita. Y los dedos, manos, pies y otras partes del cuerpo fuera de contexto. Y las referencias a lo romano, egipcio, griego y etrusco. Y las cosas escritas y luego enmarcadas –estoy por dar el paso en este sentido–, las reinterpretaciones-homenajes a Goya, Picasso, Juan Muñoz, Giacometti y, por último, las combinaciones de todo ello, ya saben, un móvil etrusco y feminista, una pantalla ecologista y geométrica, un collage con un pluma apache y un pie.
Pese al tono descreído, vi cosas muy interesantes. Pero cuando uno no va a ver arte sino a escribir crónicas, los ojos dejan de mirar lo que deben para ponerse cínicos. Pido perdón y reconozco que me encantó Iosu Aramburu y su obra en torno al entierro de Mariátegui en Pasto, de Buenos Aires. Todo ‘Alarcón Criado’, de Sevilla. La obra de Miguel Rothschild en Jorge López, de Valencia. Brillante Álvaro Alcázar y su ‘storytelling’ en torno al color rojo. En una línea más clásica, destacables Guillermo de Osma, Leandro Navarro y Thomas Broome en Bendana i Pinel, de París. Y Bárbara Pérez Marina uniendo ‘arts and crafts’, ornamento y delito, naturaleza y arquitectura y alcanzando lo espiritual desde lo más bajo del Espacio Valverde, que es el suelo. A la salida vi tanques y estands del ejército en una feria de empleo, como queriendo decir que el arte está muy bien pero que hay que comer. Y si lo que quieren es curro, mejor se hacen militares. Que es otra manera de luchar contras las injusticias. Y, visto lo visto, trabajo no les va a faltar.
Se agradece que ARCO abrace el capitalismo. Lo que se busca es caja. La izquierda vendiendo a la derecha