ABC (Galicia)

Una brecha en la retaguardi­a

El plan de Sánchez ha tropezado con un imprevisto: la aparición de una cloaca en la trastienda del Gobierno y del partido

- IGNACIO CAMACHO

NI siquiera el escandalos­o acuerdo sobre la amnistía ha logrado detener el turbión de noticias que mañana y tarde aportan nuevos detalles para iluminar los mil recovecos oscuros del ‘koldogate’. Un caso cuyo epicentro real parece empezar a localizars­e lejos del entorno de Ábalos y más cerca de La Moncloa, tanto del Consejo de Ministros como de la esfera personal de Pedro Sánchez. El pacto con Junts proporcion­a al Gobierno una relativa estabilida­d parlamenta­ria pero las investigac­iones judiciales y periodísti­cas sobre la corrupción son susceptibl­es de frenar esa huida hacia adelante. Tanto en un asunto como en otro, y a falta de una oposición en condicione­s de armar contrapeso­s eficaces, el futuro de esta legislatur­a va a quedar en manos de los jueces, a los que el Ejecutivo ha señalado como enemigos clave al aceptar las tesis separatist­as sobre el ‘lawfare’. Las batallas comunicati­vas sobre el ‘relato’ y los marcos mentales terminan donde los sumarios imponen su verdad implacable.

Con el Congreso degradado a mera correa de transmisió­n gubernamen­tal –los diputados de la comisión de Justicia ni siquiera conocían de antemano el texto que votaron– y el resto de institucio­nes controlado o silenciado, los tribunales se han convertido en el escenario donde se dirime la viabilidad real de este mandato. Lo ha querido así el presidente al plantear la ley de la impunidad como un desafío al mecanismo de equilibrio de poderes del Estado. El problema es que la revelación de una red venal en su órbita más inmediata debilita su posición al abrirle una enorme brecha en la retaguardi­a, más grande cuanto más avanzan las pesquisas sobre las ramificaci­ones de la trama. Si la instrucció­n de esa causa tropieza con personas aforadas –y es muy probable que así ocurra–, el argumentar­io provisiona­l de los «cuatro golfos» se desplomará, como en los ERE, con un estrépito suficiente para desencaden­ar una crisis de confianza.

El cálculo de Sánchez partía de la esperanza de establecer con relativa facilidad un ‘statu quo’ con el independen­tismo, una sociedad de ayudas mutuas más o menos llevadera tras pasar el mal trago de la amnistía al principio. El chantaje legislativ­o quedaba descontado; cada proyecto o cada decreto tendría que pasar el filtro de Puigdemont concediénd­ole algún capricho. El factor que complica todo el plan es la aparición de una cloaca fétida en la trastienda del partido y en el núcleo duro del poder, en el último círculo. Ese frente tan vulnerable no estaba previsto. De algún modo, más allá de sus pormenores concretos, viene a descubrir el fondo cenagoso del sanchismo como proyecto al servicio de la ambición cesárea de un líder decidido a sostenerse a costa de lo que sea preciso. La autodefens­a será a colmillo; la sensación de peligro augura una dinámica aún más intensa de envilecimi­ento del clima social y político.

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