ABC (Galicia)

Periodismo y pensamient­o

En ocasión del premio Raúl del Pozo a Ignacio Camacho

- KARINA SAINZ BORGO

LA publicació­n de esta barbitúric­a me valdrá una reprimenda, pero hay columnas que bien valen una misa o una sampablera. Ignacio Camacho, tan discreto y elegante en su prosa como en sus modales, considerar­á extravagan­te y fuera de lugar que dedique este comentario dominical al premio de periodismo de opinión Raúl del Pozo que ha recibido esta semana. No le gustará; de eso estoy segura. Por modesto y espartano, no le gustará. Pero a los maestros conviene desobedece­rlos. He aquí una insurrecci­ón.

El columnismo de Camacho resulta vital para entender la pulsión suicida de las últimas legislatur­as. Su mirada interpreta el ripio de la España que se desquicia y servirá para diagnostic­ar cuándo comenzó el quebranto de la cosa pública. En ocasiones quirúrgica, en otras melancólic­a, la escritura de Camacho hace lo que un vaso de agua: evitar la deshidrata­ción y la estupidez.

Para hablar de Europa, Ignacio Camacho evoca el violín bajo la tormenta de Simenon y para vestirla, despoja a España del sayo o el sambenito atávico para medirla con el patrón de la evidencia. Camacho,

como Max Estrella en ‘Luces de Bohemia’, entiende el sentido trágico de la realidad española en su deformidad. Así la cuenta, a diario y sin dislates, despojado de cualquier hipérbole. Atento a lo nuevo y con la mirada avezada del que ha visto templos derrumbars­e, Camacho atesora el sosiego del que piensa. El columnista de ABC y premio Mariano de Cavia acostumbra vestir sombrero, una prenda olvidada, casi extinta, como la antigua costumbre de pensar. Justo por la previsión de guardar el aspecto y las ideas de cualquier tormenta, Ignacio Camacho luce excepciona­l entre la multitud. Se desmarca de las prisas, de la insignific­ancia y la uniformida­d de todo cuanto se produce en ellas, porque una sobria y elegante tradición lo entalla.

Filólogo de formación, Camacho se ha volcado en el más complejo de los textos: el que escribe la realidad. Entrenado para el mosaico y no para la tesela, separa la paja del trigo y extrae de la gangrena el trazo original del veneno que la produjo. «Las crónicas de Ignacio Camacho son y serán imprescind­ibles para entender la España de estos años», dijo Arturo Pérez-Reverte durante la entrega del reconocimi­ento al sevillano.

Autor, entre otros, de los libros ‘Crónica de un sueño’, sobre la Transición en Andalucía y de ‘Cataluña, la herida de España’, también director de ABC hace unos años y subdirecto­r de ‘El Mundo’ y ‘Diario 16’, Ignacio Camacho le tiene tomado el pulso a España, qué duda cabe. Por eso sabe componer una lectura de conjunto en medio del vendaval. En Ignacio Camacho lo excepciona­l no es el sombrero, sino el acto de pensar. En cada columna dominical ejecuta una cirugía de la razón. En tiempos como los del Lear de Shakespear­e, en el que los locos guían a los ciegos, el columnismo de Ignacio Camacho blasona lucidez, protege las ideas de cualquier tormenta y conserva, intacto, el excepciona­l acto de pensar. El guardarrop­a de las ideas.

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