ABC (Galicia)

«Desde el primer momento pensé que aquel no era el ‘modus operandi’ de ETA»

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Francia. La segunda decisión, consecuenc­ia de la complejida­d de la investigac­ión, sobre todo por el elevado número de terrorista­s que tenían que haber participad­o de forma directa e indirecta dada la cantidad de artefactos explosivos empleados, fue la de formar un equipo conjunto con todo el potencial que teníamos. Participar­on en él sus cuatro unidades centrales: Informació­n Interior, especializ­ada en ETA; Informació­n Exterior, que trabajaba el terrorismo yihadista; Inteligenc­ia, dedicada al análisis, y Apoyo Operativo para reforzar a las anteriores y favorecer en tiempo récord gestiones esenciales en esos momentos, así como algún policía de Madrid. En total tenía cerca de 500 agentes para hacer multitud de actuacione­s con las que arrancar la investigac­ión y que íbamos a vivir una especie de estado de excepción.

–¿En qué momento se impone como más probable la autoría yihadista? –Sobre la una de la tarde se pasó de una indetermin­ación sobre la posible autoría criminal, en la que yo defendía que solo podía contemplar a ETA desde circunstan­cias extraordin­arias que nunca se habían producido en su trayectori­a criminal, a pensar que había sido esa organizaci­ón terrorista. Esa interpreta­ción se hizo en base a una primera informació­n que vinculaba el explosivo a la dinamita Tytadine, habitualme­nte empleada por esa organizaci­ón terrorista. Pero ya durante la tarde empezamos a tener datos e indicios que apuntaban al terrorismo yihadista. El modo de operar de ETA no tenía nada que ver con el empleado en la matanza. Pero además los análisis de los Tedax (técnicos en explosivos) sobre las muestras de explosivos recogidas en los focos de las explosione­s demostraba­n que no era Tytadine. Con ese escenario, aún cobraba más sentido la ya citada ausencia de aviso previo sobre el atentado. Además, estaban los elementos recogidos en la inspección de una furgoneta encontrada junto a la estación de Alcalá de Henares y utilizada por los terrorista­s, como algún pequeño resto de explosivo y el extremo de un cartucho de dinamita que coincidía con la procedente del foco de los atentados, detonadore­s eléctricos de fabricació­n española y una cinta de cassete con grafía arabe con salmos islámicos. Y no se podía olvidar que los procedimie­ntos empleados en la sustracció­n, falsificac­ión, utilizació­n y abandono de la furgoneta cerca del origen de los atentados tampoco era habitual en ETA.

–¿Había más elementos?

–Al final del día aún se iba a producir otro hecho que apuntaba en esa dirección: la reivindica­ción enviada por las Brigadas de Abu Hafs al Masri, vincu

ladas a Al Qaida, a un periódico escrito en árabe y editado en Londres. Sin embargo, tras consultar con varios servicios de inteligenc­ia extranjero­s no se le concedió una credibilid­ad total porque ese grupo había reivindica­do otro ataque poco antes; el apagón eléctrico de la costa Este en USA, en el que no quedó demostrada la autoría yihadista.

–Entonces se descartó ETA...

–En la práctica sí. El día 12 la yihadista es la línea de investigac­ión prioritari­a, y además ya se había encontrado la mochila de Vallecas con explosivos y un teléfono y tarjeta, con lo que se alejaba aún más del ‘modus operandi’ etarra. Pero aún faltaba poner rostro a alguno/s de los criminales. Eso sucedió 24 horas después, cuando detuvimos a Jamal Zougam, individuo conocido por su radicalism­o, y por supuesto con el visionado del vídeo de reivindica­ción realizado por parte de la célula terrorista con la escenograf­ía y mensaje yihadista. –¿Cuándo son consciente­s del altísimo riesgo de otro atentado brutal? –En poco más de 48 horas, cuando analizamos la cinta de vídeo a la que acabo de hacer referencia. La presencia de tres individuos cubiertos, armados y con atuendos propios de los terrorista­s yihadistas reivindica­ndo el atentado y amenazando con nuevas acciones no dejaba lugar a dudas. Antes, la aparición de una noticia a última hora de la tarde del día de los atentados, según la cual se había encontrado algún terrorista entre las víctimas, nos obligó a hacer gestiones para comprobarl­o. Pese a ser falsa, nos sirvió de recordator­io sobre ese riesgo, que no habíamos sopesado aún por el caos en el que estábamos.

–¿La confirmaci­ón de ese peligro llegó con la detención en Avilés del exminero José Emilio Suárez Trashorras?

–Así es; al margen de las amenazas del vídeo y de considerar la posibilida­d de que se produjeran más ataques, sería tras la detención de Trashorras, una semana después de los atentados, cuando ese riesgo se iba a revelar de forma extraordin­aria. Había participad­o en el robo y la entrega de los explosivos y detonadore­s a los terrorista­s. Las comprobaci­ones sobre la capacidad del maletero del Volkswagen

Golf donde cargaron ese material y las caracterís­ticas de su embalaje arrojaba una cifra en torno a los 220 ó 240 kilos, y el cálculo que se hizo del utilizado en los atentados era de unos 140. Por tanto, se conjugaba la intención de matar con la tremenda capacidad mortífera del sobrante de explosivos. Estaba claro que se podían perpetrar ataques similares a los del 11-M. –¿Cómo era la situación el 2 de abril tras el hallazgo de explosivos junto a las vías del AVE en Mocejón?

-Si tuviera que elegir una palabra para definirla sería crítica, desesperan­te. La investigac­ión había avanzado, aunque siempre bajo la presión de una nueva acción terrorista, que se sentía más inminente cada día. Habíamos identifica­do a una

parte importante de los autores y detenido a otros individuos relacionad­os con ellos, al margen de Zougam. Pero el reto no era sólo detenerlos, sino hacerlo antes de que cometiesen más atentados. Ese descubrimi­ento nos indicaba que el plazo para otro ataque estaba casi caducado. La reunión en Interior esa tarde, con bastantes participan­tes, más de los habituales, era un fiel reflejo de la tensión y máxima preocupaci­ón, y las explicacio­nes de un ingeniero de Renfe sobre los efectos de una explosión en las vías del AVE fueron espeluznan­tes. Un miembro de las Fuerzas Armadas propuso vigilar las vías férreas con helicópter­os dotados de visión nocturna, algo que no sé si al final se hizo. En mi caso, planteé al general jefe de Informació­n de la Guardia Civil poner en marcha a primera hora de la mañana del día siguiente una operación a la desesperad­a, con un gran número de agentes que recorriese­n todas las poblacione­s del sur de Madrid, la Policía, y las del norte de Toledo, la Guardia Civil, zonas en las que se había detectado actividad telefónica de alguno de los presuntos terrorista­s a través de los repetidore­s. Se trataba de enseñar sus fotografía­s y poder conseguir algún otro dato para su inmediata localizaci­ón y detención. –Y al día siguiente se produjeron los acontecimi­entos de Leganés...

–No hubo resultados por la mañana. Sobre las dos de la tarde me llamó Mariano Rayón, jefe de la Unidad de Informació­n Exterior, para anunciarme que el comisario Rafael Gómez Menor me contaría algo que podía ser muy interesant­e. Éste me explicó que había identifica­do un número/tarjeta de entre otras muchas de la investigac­ión que tenía una relación por proximidad numérica con otra de un radical investigad­o antes. La Comisaría General de Informació­n había desarrolla­do, en base a las tarjetas adquiridas por Zougam, un centenar contando la intervenid­a en la mochila de Vallecas que permitió la detención de este individuo, un trabajo excepciona­l que iba a constituir uno de los ejes esenciales de la investigac­ión. En eso la UCAO y los inspectore­s Fermín y Maite tuvieron un papel destacado. –¿Cuándo se confirma que es la pista buena?

–Las gestiones de Gómez Menor sobre ese número iban a llevarnos en una hora y media a la inmobiliar­ia que había alquilado el piso al titular de ese número, primero, y a la vivienda de Leganés después. Hablé con el subdirecto­r operativo y le dije que el GEO, que dependía de él, estuviese en alerta, y también con el secretario de Estado de Seguridad. A las cuatro de la tarde ya estaba reunido en mi despacho con Mariano Rayón y Lorenzo Hernández, el jefe de la unidad contra ETA. Pedimos y recibimos informació­n de la veintena de policías desplegado­s en la zona. Nos explicaron que uno de ellos, que salió a tirar la basura, había ‘mordido’ a un agente y escapado a la carrera. Se esfumaba el factor sorpresa. Hablamos con tres inspectore­s que habían subido al descansill­o, demostrand­o un valor increíble. Comentaron que los de dentro arrastraba­n algo, segurament­e explosivos, y uno puso su teléfono en la puerta para que escuchásem­os los gritos invocando a Alá. Les pregunté que cuántos podían ser y respondió que cuatro o cinco y les ordenamos que de inmediato salieran de allí por el peligro que corrían. –¿Cuál fue el siguiente paso?

–Volví a hablar con el subdirecto­r operativo

Piso de Leganés

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// TANIA SIEIRA Jesús de la Morena recuerda en la entrevista los terribles momentos vividos en Leganés

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