Las cuitas de los alcaldes «progresistas» 9 meses después
PSOE y BNG se conjuraron para vetar al PP en los gobiernos urbanos. Un cordón sanitario que ha deparado consistorios con más choques con la Xunta que gestión. Los viejos problemas se enquistan y los nuevos no se atajan
Acomienzos de mayo de 2023, PSdeG y BNG se ufanaban de haber alcanzado un acuerdo para apoyarse mutuamente y constituir «alcaldías progresistas», gobiernos locales «alternativos al PP», allí donde los conservadores no hubiesen obtenido la mayoría suficiente el 28M. Después el acuerdo, en el que podían entrar —sobre el papel— cuatro de las siete urbes, quedó descafeinado, porque no fraguó ni en Santiago, como ya se barruntaba, ni en Pontevedra ni en La Coruña. Sólo Lugo reeditó bipartito. En cualquier caso, un repóker de los principales concellos gallegos —al margen, Ferrol (PP) y Orense (DO)— llevan unos 9 meses gobernados por el PSOE (3; Vigo, con absoluta) y el BNG (2). Y, en mayor o menor medida, a sus respectivos alcaldes no les sobran los quebraderos de cabeza: conflictos que se enquistan, proyectos que se estacan. Pagan los ciudadanos. elecciones, tener que prorrogar los orzamentos del 22 o generar crédito para «salvar» proyectos. Hasta llegó a poner en duda que hubiera Carnaval.
El caso de Lugo es paradigmático, porque ni siquiera continúa la alcaldesa que salió de las urnas. Lara Méndez dejó el bastón de mando tras medio año, en enero, a modo de regalo tardío (por dos días) de Reyes, para secundar a José Ramón Gómez Besteiro en las listas del 18F. Le sucedió Paula Alvarellos —en uno de esos movimientos que, si hace el PP, tanto enfurecen a la izquierda—. Imaginar cómo estaría la ciudad amurallada si Elena Candia hubiera logrado un puñado más de votos es política ficción. Con el bipartito, que ya demostró en el anterior mandato que funcionaba como la torre de Babel, el panorama no ha mejorado. Emblemático es el caso del nuevo auditorio, financiado por la Xunta en su totalidad. Ocho años lleva entregado y sigue sin fecha de apertura; el PP, incluso, acudirá a la Valedora do Pobo porque se le veta el acceso. La playa fluvial en el Miño es otro ejemplo de inacción, con el gobierno local más ocupado en enzarzarse con la Xunta. Ya no es problema de Lara Méndez, que en unos días verá los toros desde la barrera (del Parlamento gallego). Lores perdió una cuestión de confianza, pero ganó unos presupuestos Lara Méndez pasó el bastón de mando tras medio año
Abel Caballero, disgustado por Vitrasa pero la de unos vecinos hartos, no la de los delincuentes. Coge fama La Coruña de ciudad peligrosa. Y sucia. El TSXG tumbó el contrato de recogida de basuras y el de la planta de tratamiento (Nostián) lleva cuatro años vencido. No es el único revés judicial para Rey, que acumula unos cuantos desde que se convirtió en la primera alcaldesa. Sonado es el caso del cargo de jefe del servicio de Seguridad Ciudadana, que se ocuparía de la gestión del personal de la oficina administrativa de todo el Área de Seguridad Ciudadana, Bomberos, Protección Civil y Policía Local. María Pita desechó al candidato más idóneo y el embrollo, ratificado por el Superior gallego, se ha saldado con el puesto sin cubrir. De fondo, el BNG, descontento por el incumplimiento del pacto de investidura —sea o no un pataleo cosmético, como rebajan desde el PP—, viene de advertir a Rey de que su «paciencia» tiene «un límite». «Pónganse las pilas», «hay problemas». Si esto lo dicen los aliados...
Alfonso Rueda dijo tras saberse ganador por mayoría absoluta, el 18F, que ni se los iban a dar ni quería los 100 días de gracia. Y en cuestión de horas el BNG ya estaba mordiéndole los tobillos desde su segunda atalaya municipal. Goretti Sanmartín, alcaldesa de Santiago, empezó pagando el pato de lanzarse a gobernar con 8 ediles de 25, bloqueada, y con un ideario que no iba mucho más allá de feminismo y nacionalismo. La oposición ya se teme que su primer año llevará «perdido» como apellido. Sin haber lanzado aún proyectos propios, la primera regidora nacionalista de la capital gallega se enfanga en peleas con San Caetano a cuenta del parking del
Hospital Clínico, la tasa turística o las zonas de alquiler tensionadas. No es el único callo que pisa en materia de vivienda: con las turísticas (VUT) tiene soliviantadas a centenares de familias.