Señoras con barba
Este pelotón pertenece a la disciplina militar, pero no nos consta que les hayan rebajado el rango, ante la pantomima bochornosa
VA por ahí un pelotón de mozallones que se han acreditado señoras, en el ‘deneí’, y así a ver si pescan enseguida un estirón de mejoría laboral, un apaño de residencia, un subvención, algo. Pero ni se han quitado la barba, estas gogós de repente, para la foto preceptiva, ni tampoco para ir a la tele, o a otros sitios, a clamar que se sienten muy femeninas, porque entran un rato a la cocina, a por la escoba. Lo de vislumbrarse mujer, en estos casos, es un sentimiento interior, según insisten los protagonistas, pero tampoco hace falta insistir mucho en eso, porque se intuye tan interior y, por tanto, tan rico en lejanías, que igual el sentimiento no lo encuentra ni el protagonista. Por lo general, este pelotón pertenece a la disciplina militar, pero no nos consta que les hayan rebajado el rango, si lo tuvieran, ante la pública pantomima bochornosa, ni tampoco que ahora frecuenten los ‘exzánganos’ el recodo de otros urinarios. Quiero decir que estas súbitas mujeres barbudas sólo están pendientes de una mejora burocrática, tras el birlibirloque del ‘deneí’ urgente, un ‘deneí’ que van a sacar para acreditarse hembras, cuando la ocasión sobrevenga, como quien saca el carnet de Carrefour, a que le apliquen el descuento en marisco. La cosa pudiera tener su gracia, sólo que no la tiene. Estamos ante el exhibicionismo de una identidad doble, que sirve para pillar alguna prebenda desde luego injusta, si enseñas la mujer de documento que eres, o bien para seguir con la vida conyugal de siempre, incluida la coyunda clásica, cuando la mujer que no eres guarde el carné acreditativo en la cartera. Las esposas de estos pájaros son, de algún modo, lesbianas sobrevenidas, y los hijos, que los hay, resultan unos huérfanos de un padre que va y viene por ahí, enseñando un carné como quien enseña una braga. Van practicando la violencia de todo género, ojo. Y encima, sin afeitar. O sobra aquí el nuevo ‘deneí’ o la vieja barba. Que esa sí es una clara convicción interior.