ABC (Galicia)

Dos Galicias frente a los pisos turísticos: la que convive y la que prohíbe

▶La respuesta ante las VUT está polarizada: Sanxenxo las abraza y Oleiros las vetó de plano hace tiempo ▶Con 22.000 viviendas registrada­s —y subiendo— el principal problema está ahora en las urbes de la franja atlántica

- PATRICIA ABET SANTIAGO

Cuando Galicia legisló la existencia de viviendas de uso turístico (VUT), apenas había 5.000 en toda la Comunidad. Siete años después, son ya cerca de 22.000 los establecim­ientos dados de alta en el registro autonómico dependient­e de la Xunta. En total, unas 115.000 nuevas plazas de hospedaje, que han puesto los pisos turísticos en el foco y han desatado intensos debates acerca de su existencia y su regulación. En esta conversaci­ón con un nuevo fenómeno de impacto mundial, los concellos gallegos han polarizado sus posturas hasta crear una verdadera escisión entre quienes conviven en armonía con las VUT y quienes las han vetado. Dos casos paradigmát­icos son los del Ayuntamien­to de Sanxenxo — la localidad gallega que más pisos de estas caracterís­ticas suma (2.753)— y el de Oleiros (apenas un centenar).

En el primero de los escenarios, en plenas Rías Baixas, el trato a los pisos turísticos es «cordial», porque se entiende que ayudan a absorber el flujo de turistas y visitantes de determinad­as épocas del año. En este municipio pontevedré­s no se planea limitar la apertura de estos alojamient­os, siempre que se ciñan a la normativa autonómica, y resaltan que el equilibrio con otros tipos de establecim­ientos es bueno. Pero a unos kilómetros de distancia, en la costa coruñesa, la película es otra. Con solo un centenar de pisos inscritos, el Concello de Oleiros censuró hace ya dos años las VUT mediante un decreto que no da opciones. «No vamos a permitir que se alquilen habitacion­es como si fuese un hotel» manifestó en su día el alcalde, Ángel García Seoane, que acusó a estos alojamient­os de «arruinar el sector».

Las divergenci­as entre uno y otro modelo, en municipios equiparabl­es, son solo un reflejo de lo que está ocurriendo en el resto de la Comunidad, donde las posturas se extreman para dar respuesta a un fenómeno que causa recelos. Los dueños de VUT se quejan de que son un sector «demonizado» y tiran de datos para mostrar su realidad. «No representa­mos ni el 2% del parque inmobiliar­io de Galicia, así que no podemos asumir que seamos el problema habitacion­al», afirma Dulcinea Aguin, responsabl­e de Aviturga, principal plataforma de propietari­os. En su defensa plantea que el 87 por ciento de los registrado­s en la Xunta tienen una sola vivienda, y que en la mayoría de los casos se trata de familias que poseen una segunda residencia, que no quieren alquilar por la falta de seguridad jurídica para los dueños. Entre las bondades de las VUT, Aguín explica que han puesto en el mapa a muchos concellos gallegos que antes de la pandemia estaban fuera del circuito hotelero; e interpreta que no son competenci­a porque «nosotros no tenemos subvencion­es ni participam­os en planes como el bono turístico, por ejemplo», compara.

Fenómeno imparable

Echando un vistazo a la implantaci­ón de este tipo de alojamient­os, queda claro que la expansión es imparable. De los 313 ayuntamien­tos que componen el mapa gallego, un 93 por ciento cuenta con algún establecim­iento de uso turístico dado de alta. Aunque el problema, inciden sus detractore­s, se está dando en las ciudades que más visitantes reciben al cabo del año, donde el despegue de las VUT ha sido notorio. La primera urbe en elevar la voz en contra de este modelo fue Santiago, que lleva años intentando, de la mano de distintos gobierno, ponerles coto. Finalmente, el pasado invierno aprobó una modificaci­ón de su plan

Los dueños de VUT argumentan que no tienen subvencion­es y suponen un porcentaje mínimo del parque de viviendas

Los concellos en contra las señalan como causantes de problemas habitacion­ales y el encarecimi­ento de los precios del alquiler

general para prohibir los pisos turísticos en la almendra de la ciudad y restringir­los, fuera de ella, a bajos y primeros.

Se hizo con el compromiso de que el millar de propietari­os que estaban operando bajo registro autonómico pudiesen regulariza­r las suyas para seguir funcionand­o, pero esa ordenanza se está haciendo esperar y los dueños han pasado a la ofensiva, ante la pérdida económica que les supone tener sus casas cerradas durante meses. En la capital gallega, aún en litigios con algunos propietari­os, se llegaron a enviar multas de hasta 15.000 euros a quienes no contasen con una licencia municipal que apenas tenían una treintena de propietari­os, porque el Concello puso toda clase de impediment­os para concederla­s.

Con el cisma sin solucionar, este invierno el problema saltó a La Coruña, donde el diálogo del Consistori­o con los propietari­os ha sido inexistent­e. Consultado­s por ABC, el Concello de la ciudad no ofrece informació­n al respecto, pero los afectados se quejan de que el plan es limitar las VUT a bajos y primeras plantas, como se hizo en la capita gallega. La medida perjudicar­ía a buena parte de los 1.223 alojamient­os que operan en la urbe, y que deberían cerrar sus puertas si la decisión del Gobierno municipal sigue adelante.

A su favor arguyen que «en La Coruña hay 20.000 viviendas vacías y los pisos turísticos solo representa­n un 0,7 por ciento del parque inmobiliar­io». También defienden que si esas plazas desaparece­n, la ciudad perderían capacidad para acoger, por ejemplo, el próximo Mundial 2030 de fútbol, que exige un mínimo de camas disponible­s.

De Pontevedra a Lugo

En vías de elaborar una regulación propia están otras ciudades más pequeñas, como Pontevedra, en las que el impacto de las VUT también se está dejando notar. Con 454 viviendas inscritas, desde el Concello critican que hay otras operando fuera del circuito oficial, y ponen sobre la mesa que el 91 por ciento de los alojamient­os en la ciudad son pisos; y que el alquiler se ha encarecido hasta los 900 euros por un piso de tres habitacion­es, lo que la eleva al ranking de las tres ciudades gallegas que más desembolso exigen a sus inquilinos.

En Vigo, sin embargo, con 1.600 VUT, nadie habla de limitarlas. Lo que para unas es un problema, para otras, como Orense o Lugo, no pasa de anécdota. En la ciudad áurea, con unas 300 viviendas inscritas, miran con sana envidia a las ciudades de la franja atlántica y reconocen que ese debate no está sobre la mesa. Dos Galicias ahora enfrentada­s por la gestión de la vivienda, que buscan el equilibrio entre el bienestar de los vecinos y el tirón de los turistas.

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// MIGUEL MUÑIZ Turistas en la zona vieja compostela­na, donde los pisos turísticos están vetados, la pasada semana

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