Los activistas que dañaron el Laocoonte apelan al ecologismo del Papa para pedir su perdón
▶ «Nuestro sacrificio por la vida del planeta refleja los valores del Santo Padre», afirman
El Papa Francisco es una de las voces que alerta más fuerte sobre la «crisis medioambiental», pero paradójicamente es también uno de los líderes mundiales más contundentes contra los activistas climáticos. Y eso que algunos de ellos aseguran que lo que les inspira es la «sensibilidad» del Pontífice por el cuidado del planeta.
Es el caso de Guido Viero y Ester Goffi, de 62 y 26 años, ecologistas del grupo ‘Última Generación’, quienes el pasado 12 de junio fueron condenados en primera instancia por el tribunal vaticano por haberse pegado con pegamento a la base de la estatua del ‘Laocoonte’ de los Museos Vaticanos. El magistrado considera demostrado que provocaron «daños irreparables» en la estructura de mármol. Hoy martes el tribunal deberá responder al recurso que presentaron contra la sentencia.
«Estamos convencidos de que nuestro sacrificio por la vida en este planeta refleja los valores que defiende la Iglesia, guiada por Su Santidad el Papa Francisco. Por eso, apelamos al Santo Padre», explicaron durante el proceso en el Vaticano.
No les sirvió para nada. El tribunal los condenó a nueve meses de cárcel y a pagar una multa de 1.500 euros, ambas penas suspendidas, junto a una indemnización de 28.148 euros por los «daños irreparables». Los hechos se cometieron el 18 de agosto de 2022. Los activistas utilizaron una cola ultrarrápida para pegarse las manos a la base de mármol, de 1815, en la que se apoya la escultura, del año 40 a. C.
«Igual que el Laocoonte intentó advertir a los ciudadanos de Troya contra el engaño de los griegos, hoy científicos, artistas, escritores, ciudadanos de a pie, el secretario general de la ONU, y usted mismo, Santo Padre, intentan llevar el mensaje de la dramática urgencia para actuar y evitar al menos los peores desastres», escribieron al Papa para explicar su gesto de protesta. Eso no impidió que la denuncia continuara su curso por daños a un monumento público y que acabara en condena.
La sentencia sorprendió a Ester Goffi, la activista condenada, pues «hicimos este gesto por amor y cariño, absolutamente sin violencia, y sin intención de cometer un delito. No queríamos provocar daño, sino dar la voz de alarma».
Su organización ‘Ultima Generazione’ presentó un recurso a la condena y la calificó como «desproporcionada e injusta», pues «el Papa Francisco es una de las voces más valientes y francas en la sensibilización de la población sobre la emergencia climática». Parte de su estrategia para dar la vuelta a la sentencia ha sido distribuir textos del Papa en los que parecía apoyar su causa, pero la idea se torció cuando, en el viaje de regreso de Mongolia, el Papa afirmó que «en general, no estoy de acuerdo con estos extremistas».
El Papa suavizó esa respuesta un mes más tarde, el 4 de octubre, precisamente en la carta ‘Laudate Deum’. «En las Conferencias sobre el clima suelen llamar la atención las acciones de grupos que son criticados como ‘radicalizados’. Pero en realidad ellos cubren un vacío de la sociedad entera, que debería ejercer una sana presión, porque a cada familia le corresponde pensar que está en juego el futuro de sus hijos», escribió en el punto 58.
Al tradicional debate entre «misericordia y justicia», ahora el presidente del tribunal vaticano se debate ante la falsa dicotomía entre «protección del arte o de la naturaleza». Probablemente, teme que una sentencia absolutoria abra las puertas de la basílica y de los museos a protestas como estas. El del Laocoonte no ha sido el único ataque de estos activistas, pues ya antes intentaron sin éxito encadenarse al obelisco de la plaza de San Pedro.
«Las acciones de grupos radicalizados [...] cubren un vacío de la sociedad que debería ejercer una sana presión», afirma Francisco