Rusia progresa mientras Europa se angustia
La ‘raspútitsa’ primaveral está comenzando en Ucrania, lo que, durante semanas, convertirá parte del suelo en extensos barrizales que entorpecerán los movimientos terrestres. Fenómeno, por tanto, desfavorable para las tropas rusas que, como atacantes, tienen en el movimiento una forma de acción imprescindible para su maniobra.
Durante algo más de un mes, las tropas rusas deberán restringir sus movimientos campo a través, incrementándolos sobre la red viaria. No obstante, todavía continúan presionando en diversos sectores del frente, con especial contundencia en el Donbass. Allí, al oeste de Bajmut, avanzan siguiendo el eje de progresión marcado por la carretera T-0504, habiendo alcanzado Ivanivske y apuntando en dirección a Chasiv Yar. De hacerse con esta población, estarían en condiciones de operar dentro del trapecio Sloviansk-Kramatorsk-KostiantynivkaBajmut, que constituye el centro de gravedad de la defensa ucraniana en el Donbass. Asimismo, al oeste de Avdivka, el esfuerzo principal se focaliza sobre los 3 kilómetros de frente entre Orlivka y Tonen’ke, tratando de alejar lo más posible la línea del frente de la ciudad de Donetsk.
En general, las operaciones en curso patentizan el enorme desequilibrio entre la potencia combativa de las tropas ucranianas y las rusas. Las primeras, al haberse debilitado el flujo de ayuda exterior, particularmente de drones, sistemas antiaéreos y municiones, se ven obligadas a racionar sus fuegos. Las rusas, por el contrario, despliegan una gran potencia de fuego no solo por la ayuda exterior desde, entre otros, Corea del Norte, sino también y principalmente por el empleo masivo de las nuevas bombas aéreas planeadoras, FAB-1500, fabricadas por la industria de defensa rusa. Estas bombas, desarrolladas sobre la base de las FAB-500 de caída libre, han incrementado ampliamente la precisión, la potencia y el alcance del apoyo aéreo ruso. Las FAB-1500, en definitiva, se muestran como eficaz herramienta táctica de planchado de objetivos fijos: puestos de mando, instalaciones logísticas e infraestructuras. Capacidad que, paulatinamente, está debilitando la consistencia física y la fortaleza moral de las tropas ucranianas.
En el ámbito internacional, se agolpan los acontecimientos que inciden sobre el devenir de la guerra. En
EE.UU., por ejemplo, mientras persiste el bloqueo parlamentario de las ayudas a Ucrania, se ha producido la dimisión/cese de la embajadora Victoria Nuland, subsecretaria de asuntos políticos del Departamento de Estado quien, durante la última década, ha liderado la política norteamericana con fuerte aroma proucraniano. La abrupta desaparición de Nuland del escenario político washingtoniano es, sin duda, una nueva señal del propósito norteamericano de ir cortando amarras con el conflicto ucraniano. Eso, añadido a la creciente posibilidad de que el errático Trump gane las presidenciales de noviembre al senil Biden, y se instale en la Casa Blanca en enero de 2025, proyecta olas de nerviosismo hacia Europa, que elevan la tensión interna y envenenan el ambiente político en el seno comunitario.
Escalada verbal
El proyecto político de Kiev –basado en la expulsión de las tropas rusas de Ucrania, así como en echar el cierre a todo lo que allí huela a ruso– parece inalcanzable. Pero, paradójicamente, se va escalando, al menos verbalmente, al compás del debilitamiento de tal proyecto. Eso potencia un confuso y atropellado discurso europeo de preparación para la guerra, particularmente en los países limítrofes con Rusia y especialmente, como era esperable, en los bálticos. Crece la percepción –idea central en el concepto de seguridad– de que Europa no está en condiciones de defenderse, por sí misma, frente a Rusia; ni en el plano convencional, ni mucho menos en el nuclear.
En la hipótesis de un Trump ya asentado en la Casa Blanca, la pregunta del millón es si EE.UU. vendría o no a defender a Europa frente a Rusia. Crece la polémica, iniciada por Macron, sobre enviar o no tropas a Ucrania. Se habla de una coalición de países –Francia, bálticos, Polonia e Italia, entre otros– o, incluso, se mete en la ecuación total a Moldavia y Transnistria. Una locura que podría dar al traste con el propio proyecto europeo. La guinda la ha puesto el bienintencionado Papa Francisco quien, saltándose a la torera los sutiles y florentinos modos de la diplomacia vaticana, se ha lanzado al albero invitando a Zelenski a aflojarse la taleguilla blandiendo bandera blanca. ¡Ay, Señor!, que el camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones…
El posible regreso de Trump a la Casa Blanca tensa al continente, que se pregunta si sería socorrido de una agresión rusa