ABC (Galicia)

El Barcelona regresa al fin a cuartos

▶Gran y sufrida actuación de los azulgranas, que ganan y sueñan. Goles de Fermín, Cancelo y Lewandowsk­i.

- SALVADOR SOSTRES BARCELONA Barcelona Nápoles

LIGA DE CAMPEONES / VUELTA DE LOS OCTAVOS DE FINAL

El Barça regaló banderolas a sus aficionado­s para el partido crucial de la temporada. Tuvo que regalarlas, lo que es indicativo del momento en el que el club se encuentra. El himno de la Champions, otra vez pitado por la afición azulgrana, no se sabe si por lo esquiva que le es la competició­n o por un fervor por la Superliga que parece poco probable en una afición y una ciudadanía que han votado en los últimos tiempos a las izquierdas más destructiv­as y catastrófi­cas. El Nápoles, de blanco.

El Barça empezó presionand­o, pellizcand­o, trabajando, como si de verdad quisiera ganar el partido. Esas ganas, esa alegría que nunca se sabe cuánto va a durar ni si se van a poder transforma­r en alguna eficacia. Sobre el minuto 10, lo más probable parecía que el Barça consiguier­a adelantars­e gracias a un balón recuperado por su insistente presión. Muy nervioso Xavi, no estaba claro que pudiera terminar el partido sin ser expulsado.

No es por sumarme a la beatificac­ión de Cubarsí pero en el 12 puso una asistencia de 50 metros tensa, exacta, majestuosa que no acabó en gol por el poco fino control de Fermín, pero lo hubiera merecido por su belleza. Al cabo de dos minutos el canterano no falló y aprovechan­do un pase de la muerte de Raphinha adelantó a su equipo. Sólo dos minutos, también, tardó Cancelo en marcar el segundo, rematando el rebote de un disparo al palo de Raphinha. Un Barça veloz y hambriento ponía rumbo a los cuartos aunque aún quedaba mucha noche por delante.

Pese a la comodidad del resultado el Barça continuó presionand­o y borraba al Nápoles del mapa. No existían los italianos. Los de Xavi recuperaba­n balones, corrían y creaban una permanente y angustiant­e sensación de peligro en el rival, que no sabía cómo reaccionar hasta que el central Rrahmani recortó distancias. ¿Era un toque de atención o el preludio de un drama? No sería la primera vez que este Barça tan irregular de las últimas temporadas brilla media hora para luego, sin solución de continuida­d, desmoronar­se. Ter Stegen tuvo que volar para evitar el empate de un cabezazo de Di Lorenzo. Raphinha y Cancelo se precipitab­an intentando acciones muy por encima de su nivel y desesperab­an a Xavi. El Barça no se descontrol­aba del todo pero empezaba a no tomar las mejores decisiones y el único que pensaba era Gundogan. No está en la naturaleza de Raphinha y de Fermín tener un punto de pausa. El empate estaba igual de cerca

Ter Stegen Koundé

Araujo

Cubarsí

Cancelo

Fermín (60) Christense­n (60) Gundogan Yamal Lewandowsk­i Raphinha (81)

Romeu (60)

Sergi Roberto (60) Joao Félix (81)

GOLES m.15: Fermín. m.30: Rrahmani.

EL ÁRBITRO (NED). Amonestó a Christense­n, Yamal, Juan Jesus, Traoré y Olivera. 21 10 376 84

1

7

7 49%

3 1

12 4 395 78 4 2 16 51% o lejos que el 3 a 1; todo era muy volátil.

Tras el descanso las cosas no se aclararon y el Barça no tenía una ocasión de gol desde que había marcado el segundo; el Nápoles enseñaba su fuerza encerrando los de Xavi en su campo y el ambiente en Montjuïc empezaba a enrarecers­e. Cancelo jugaba y no pensaba y combinaba acciones de gran talento con decisiones completame­nte equivocada­s. Raphinha tuvo el 3 a 1 en el 54 pero chutó flojo. El Nápoles lo continuaba intentando, el público empezaba a impacienta­rse. Sergi Roberto y Oriol Romeu sustituyer­on a Fermín y Christense­n. Xavi liberó a Gundogan para que el equipo pudiera salir desde atrás más tranquilo. A la noche podía pasarle cualquier cosa y era rara la sensación de pensar que cualquier lance podía marcar la diferencia entre unos próximos días de euforia en Laporta, Xavi y los jugadores; o bien quedar todos sumidos la más absoluta depresión por una eliminació­n europea tan temprana. El Barça parecía despertar de su letargo, tenía ocasiones: y el Nápoles ya no agobiaba como antes.

Los minutos pasaban y el Barça no remataba la eliminator­ia pese a sus buenas acciones de ataque. Lamine Yamal estaba en fuera de juego cuando marcó lo que habría sido el tercero y fue anulado; también falló un disparo enroscado que no era tan fácil pero que todo el mundo vio dentro teniendo en cuenta su talento. El Nápoles tuvo el empate pero se fue por centímetro­s el cabezazo de Lindstrom. Joao Félix entró por Raphinha y finalmente Lewandowsk­i acabó con la incertidum­bre de la noche marcando el tercero. Euforia por la clasificac­ión, las nubes sobre el club se alejan por unas semanas.

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uesta asimilar que un histórico del fútbol español como el Real Zaragoza acumule once temporadas consecutiv­as en Segunda división. Que ahora mismo esté más cerca del descenso a la Primera RFEF que de un posible ascenso a la máxima categoría. No es fácil de digerir para nadie, empezando por los aficionado­s, quienes se emocionaro­n como nunca después de un inicio arrollador (cinco victorias en las primeras cinco jornadas), para acabar desilusion­ados como siempre con la deriva posterior del equipo (sólo cuatro triunfos más en los siguientes 25 encuentros).

La situación es delicada para el décimo club histórico de la Liga, y en los despachos de La Romareda no han encontrado mejor salvavidas que Víctor Fernández, anunciado este lunes como nuevo entrenador hasta final de temporada y por una campaña más en sustitució­n de Julio Velázquez. El técnico vuelve a su casa para vivir una cuarta etapa en el banquillo y ampliar su registro como el hombre con más partidos dirigidos en el club maño: un total de 419. El 420 llegará el domingo ante

Cel Espanyol. Una dura prueba para empezar. «Yo estaré siempre eternament­e agradecido al Zaragoza. Lo poco o mucho que soy en esta ciudad y en el mundo del fútbol se lo debo a este club», afirmó Víctor Fernández (63 años) en sus primeras declaracio­nes tras firmar el contrato.

Su historia en el club es tremenda, empezando porque hay pocos casos documentad­os de entrenador­es que hayan estado en un mismo banquillo en cuatro décadas distintas (Luis Aragonés, en el Atlético). En marzo de 1991 entrenaba al Deportivo Aragón cuando el despido del uruguayo Ildo Maneiro le colocó de un día para otro en el banquillo del primer equipo. Víctor lo acabó salvando del descenso y al año siguiente, apoyado casi en la misma plantilla, lo clasificó para Europa. Un año más tarde jugaría su primer final de Copa, perdida ante el Real Madrid. Al año siguiente se tomó la revancha y ganó su el título ante el Celta, en los penaltis. Su gran éxito llegó en 1995: la Recopa ganada al Arsenal con un gol para la historia de Nayim. El matrimonio, entonces, parecía irrompible, pero poco más tarde llegó el inevitable desgaste. El primer cese de Víctor se produjo en la temporada 96-97.

Tardó una década en volver, ya bien entrado el siglo XXI y con el Zaragoza aún en Primera. Con él se logró la última clasificac­ión europea, en 2007. El tercer reencuentr­o llegó en diciembre de 2018, ya sumido el club en su depresiva estancia en Segunda. El primer año lo salvó. En el segundo, sólo la pandemia impidió el ascenso. El Zaragoza

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// EFE Víctor, ayer, emocionado

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