ABC (Galicia)

La menopausia es el secreto de las ballenas hembra para vivir el doble que los machos

▶ Son las únicas que alargan su vida junto a los humanos gracias al fin de la fertilidad

- PATRICIA BIOSCA MADRID

Aunque la menopausia nos pueda parecer algo común, lo cierto es que es una ‘anomalía’ en el mundo animal: tan solo los humanos y cinco especies de ballenas se han adaptado para alargar la vida de sus hembras incluso décadas después de que estas hayan perdido su capacidad reproducti­va. Sin embargo, a medida que las sociedades ganan complejida­d, esta afirmación podría ser demasiado simplista. Ahora, un equipo liderado por investigad­ores de la Universida­d de Exeter (Reino Unido) ha analizado por primera vez datos de estas cinco especies de ballenas con menopausia. El resultado: gracias a esta adaptación, las hembras viven más que otras especies de ballenas de su mismo tamaño sin menopausia e incluso doblan la esperanza de vida de los machos de sus grupos. Los resultados se publicaron ayer en la revista ‘Nature’.

«El proceso de evolución favorece rasgos y comportami­entos mediante los cuales un animal transmite sus genes a generacion­es futuras», explica Sam Ellis, autor principal del estudio junto a Darren Croft, ambos de la de la Universida­d de Exeter. «La forma más obvia para que una hembra perpetúe su especie es reproducir­se durante toda su vida, y esto es lo que sucede en casi todas las especies animales. Hay más de 5.000 especies de mamíferos. Pero solo seis pasan por la menopausia».

En concreto, las especies ‘menopáusic­as’ son ‘Orcinus orca’ (la orca), ‘Pseudorca crassidens’ (conocida como orca negra o falsa orca), ‘Delphinapt­erus leucas’ (beluga), ‘Globicepha­la macrorhync­hus’ (calderón tropical o ballena piloto de aleta corta) y ‘Monodon monoceros’ (narvales). Todas ellas pertenecen al grupo de las ballenas dentadas, en el que se incluyen los delfines y las marsopas. Pero, que se conozca, solo estas alargan su vida tras perder su capacidad reproducti­va. Entonces, ¿qué tienen en especial?

Para llevar a cabo este trabajo, los autores crearon parámetros demográfic­os sobre mortalidad, esperanza de vida y patrones de fertilidad utilizando eventos de mortalidad no naturales, como varamiento­s masivos o ballenas capturadas accidental­mente por barcos de pesca. Al analizar estos datos, encontraro­n que la vida reproducti­va fue más o menos la misma para todas las especies de ballenas. Sin embargo, observaron que no solo estas especies ‘menopáusic­as’ viven más que las que no lo son, sino que las hembras sobreviven a los machos de su propio grupo durante años. Por ejemplo, las hembras de orcas pueden vivir hasta los 80 años, mientras que los machos suelen morir a los 40.

Pero, si no pueden tener hijos, ¿para qué alargar su vida? Los autores creen que la clave está en la conocida como ‘hipótesis de la abuela’: estas orcas ‘ancianas’ ayudan a sus hijos y nietos durante toda su vida, como nuestras abuelas, pero sin competir con sus hijas en la reproducci­ón y la crianza al tenerlos al mismo tiempo. De hecho, se conocen ejemplos entre estas especies de poblacione­s matriarcal­es en las que la descendenc­ia se queda junto a su madre, al contrario de otras especies que presentan mucha más movilidad entre grupos diferentes. «Incluso estudios anteriores han observado que en el caso de la prole que permanece junto a la madre, los hermanos tienen una capacidad reproducti­va mayor que sus hermanas, segurament­e porque, debido al cuidado de sus madres pueden centrarse más en la reproducci­ón», señala Croft.

Semejanzas con los humanos

Los autores indican que, a pesar de que nos separen 90 millones de años de evolución, que este mecanismo haya surgido de forma independie­nte tanto en humanos como en ballenas indica una historia convergent­e. «Nuestro estudio proporcion­a pruebas de que la menopausia evolucionó al expandir la esperanza de vida femenina más allá de sus años reproducti­vos, en lugar de reducirla. Es fascinante que compartamo­s esta historia de vida con un grupo taxonómico del que somos tan diferentes», señala Croft.

¿Y qué tenemos en común con las ballenas? «Un sistema social muy raro en el que las relaciones entre los individuos familiares son muy estrechas», indica Ellis. «Estos comportami­entos en los que se comparte la comida y se da soporte al grupo no se han observado en el otro tipo de ballenas, las barbadas. Además, estas ballenas ‘abuelas’, por su experienci­a, sirven de fuente de conocimien­to, sabiendo cuándo y dónde hay comida, por ejemplo, algo parecido a lo que ocurre en las sociedades humanas».

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