Las grietas del amor y la maternidad
Autor: Florian Zeller. Traducción y versión: Rómulo Assereto y J. C. Fisher. Dirección: Juan Carlos Fisher. Escenografía: Alessio Meloni. Vestuario: Elda Noriega. Iluminación: Pedro Yagüe. Composición musical: Joan Miquel Pérez. Intérpretes: Aitana SánchezGijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán, Júlia Roch. Teatro Pavón, Madrid
Una pared blanca y atravesada por una significativa grieta preside la escena de ‘La madre’, el primer gran éxito de Florian Zeller quien, junto a Yasmina Reza (autora de ‘Arte’), ocupan el podio de la dramaturgia francesa actual. ‘La madre’ presenta un conflicto cotidiano: la soledad de una mujer con un marido al que el trabajo –u otras ocupaciones– mantiene fuera de casa más tiempo del deseado y dos hijos –uno especialmente– que ya han volado del nido.
Pero ahí termina la cotidianeidad de ‘La madre’, una función en la que Zeller propone un fascinante –y desorientador– relato dramático, con una estructura similar a la pintura cubista, con idas y venidas, repeticiones, situaciones perplejas... Zeller cuenta la historia desde el cerebro en cierto modo trastornado y perturbado de la mujer; lo hace con diálogos cortos, cortantes, que son a menudo aguijones, y obliga al espectador a elevar un escalón su atención y su concentración. De esta manera desordenada, caótica y desconcertante –pero al mismo tiempo certera–, cuenta Zeller el desorden, el caos y el desconcierto en el que se encuentra Ana, la protagonista, una mujer llena de contradicciones, con un amor desmedido y agobiante hacia su hijo Nicolás –«nunca ha sido un secreto; siempre he preferido a Nicolás»,
dice en un momento de la función–, un desprecio por la hija ausente, Sara –«desde el momento en que nació me di cuenta de que era desagradable»–, un latente rencor por su marido, y que se pasa los días sola y aburrida y que siente que su matrimonio es una estafa.
Juan Carlos Fisher propone un espectáculo absolutamente despojado y áspero –una silla, una mesa y una cama, todas blancas, son los únicos objetos que apoyan las palabras de los personajes. Aitana Sánchez-Gijón ilumina las distintas caras de su poliédrico personaje, desde la angustia o el encelamiento hasta la dulzura o el arrobamiento; su Ana camina por el borde de un precipicio sentimental, y lo hace a menudo de manera hipnótica y seductora. Le acompañan en este viaje desasosegante Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch, cómplices y al tiempo contrapunto del agrietamiento de Ana.