Una ventana a un cineasta inolvidable y olvidado
ás que un documental, esta bienvenida pieza de Miguel Olid titulada ‘Summers el rebelde’ es un subrayado a un personaje que hizo varias cosas que ‘estepaís’ olvidaría tan contento, como otras muchas. Hizo cine, hizo dibujos, chistes gráficos, e hizo mucho la puñeta a todo aquel que se sentara tranquilamente en un sillón de poder, fuera político, alto funcionario, censor o crítico de cine, durante el franquismo y durante lo de después. Se llamaba Manuel Summers y era completamente intratable salvo para los que lo trataron, que tienen otra opinión más florida sobre él, su obra y su modo de pensar y vivir.
Lo que hace Miguel Olid es recordar, subrayar la personalidad y la obra de Manolo Summers y espolvorear testimonios, entrevistas, imágenes de Summers, que murió en 1993, explicándose a sí mismo, a su obra, a su vida pasada y presente, con esa impronta de su habla y su postura que dejan siempre la impresión de que era un ‘tío’ tan auténtico, tan imprevisible y ‘creativo’ que infundía a su alrededor ese temorcillo de quienes dicen lo que
Mpiensan, los célebres ‘sin filtro’. Y acompañan a su testimonio los de otros que lo conocieron y trabajaron con él. En ese esparcir de opiniones están las de los muy cercanos, como su hijo David, su hermano Guillermo o la actriz Beatriz Galbó; las de quienes lo conocieron bien, como Luis María Anson (con quien trabajó en ABC durante años), José Luis Garci, Fernando Trueba o el fotógrafo Tote Trenas, y las de algunos críticos afines y desafines, pues era la de crítico una profesión que a Summers le hubiera gustado erradicar y no sin violencia pero con gracia.
Miguel Olid, historiador y crítico de cine, estudioso de la figura y la obra de Manolo Summers, organiza su película como si fuera una clase a alumnos de cine, a los que les va explicando y mostrando todas las peculiaridades del hombre y de su obra. La de un director cuya primera película fue ‘Del rosa… al amarillo’ y la segunda ‘La niña de luto’, ambas rotundas y cercanas a la obra maestra, y que tiene títulos que sin duda lo son, como ‘Juguetes rotos’, o rarezas como ‘Ángeles gordos’ y ‘Urtain, el rey de la selva… o así’. Y también éxitos como ‘Adiós, cigüeña, adiós’ y caprichos como ‘To er mundo é güeno’. Tenía películas para todos los gustos, incluso el malo.
Casi hora y media de entretenimiento con un tipo singular, extraordinario y en la cima siempre de lo polémico, y a la vez un estudio entre bromas de la censura, de la sociedad de la época, de sus ocurrencias y sus rodajes, salpicado de humor, cariño y comprensión hacia él, aunque también con las pertinentes (que no falten) digresiones sobre las cosas de ricos, la inmunidad de la derecha y los ‘tú y los tuyos’.
El documental ‘Summers el rebelde’ recuerda la figura de Manolo Summers, un creador que huyó de las modas y fue siempre a contracorriente
Clara Bilbao.
Carmen Machi, Antonio de la Torre, Luis Tosar...
Al hablar de esta película se suele aludir a su parentesco con ‘Los odiosos ocho’, de Tarantino, aunque ese parentesco sea lejanísimo y su contacto familiar solo se dé en tres o cuatro detalles sin importancia del argumento. Hay un buen trabajo de adaptación del guionista Miguel Barros, bueno pero ‘entopicado’, pues se lleva la novela de Raymond Queneau, situada en la insurrección irlandesa de 1916, a la posguerra española con unos angelicales ‘maquis’ y los demoníacos franquistas, resumidos en el personaje que interpreta Carmen Machi, Remedios, un personaje y una actriz que sí hubiera podido añadirle un odioso más a Tarantino.
Conserva ahora la directora algo de ese espíritu surrealista con gotas valleinclanescas de Queneau. La presentación de los personajes tiene algo de tebeo, la novia ‘facha’ y ‘echá p’alante’, el militar ‘chungo’ que interpreta con descaro Gonzalo de Castro, la partida de resistentes, con un Antonio de la Torre que, como siempre, se toma muy en serio su trabajo, o Óscar Ladoire como perdedor de la guerra pelmazo y pedante, que suelta filosofías como maní a las palomas. Isak Ferriz y Luis Tosar también tienen sus discrepancias con Machi.
La acción, sí, reducida a un espacio y un texto y unos diálogos que alternan lo corrosivo, lo burlesco, lo caricaturesco y lo bromista; no hay auténtica intriga y los conflictos que se plantean son forzados o de carril, ser de izquierdas, ser de derechas, ser feminista, ser absurdo, ser nihilista… Pero tiene la gracia de ver a Carmen Machi defenderse y, más aún, defender a un personaje tremendo. No hay damero maldito que no resuelva esta actriz.