ABC (Galicia)

Todos los juguetes rotos de casa

- OTI R. MARCHANTE

Sean Durkin.

Zac Efron, Jeremy Allen White, Harris Dickinson...

Sean Durkin, que dirigió hace años la extraña y muy valorada ‘Martha Marcy May Marlene’ sobre los círculos cerrados de una secta, altera aquí en cierto modo el orden de los factores pero no el producto: el círculo cerrado de un clan familiar y deportivo. La vida real de los hermanos Von Erich, que dedicaron su vida al ‘wrestling’ o lucha libre espoleados siempre por su propio padre, frustrado en ese deporte hasta la obsesión.

Película llena de pectorales, entrenamie­ntos, combates, ‘llaves’ y una mezcla entre la lucha real y el espectácul­o, pero también llena de vida familiar, auténtica hermandad y una caída progresiva y depresiva motivada tanto por lo deportivo como por lo humano y paterno filial. De la parte sórdida y depresiva de este deporte ya habló Darren Aranofsky en ‘The wrestler’’, con un Mickey Rourke impresiona­nte en el mejor trabajo actoral de su vida, y que aquí se derrama o reparte entre los tres hijos y sus diversas fatalidade­s. Interpreta­dos por

Zac Efron, Jeremy Allen White y Harris Dickinson, realmente fantástico­s los tres y especialme­nte Zac Efron, quien, con el rostro algo perjudicad­o y un tono muscular excesivo, rarote, se saca a sí mismo una cantidad insólita de matices para componer su complejo personaje de hermano mayor, preferido, preterido, creído y descreído. Excelente.

No tiene el empaque de una gran producción, pero capta bien la ambientaci­ón y la complicada estética de los años setenta y ochenta, igual que las peculiarid­ades de ese deporte tan fronterizo y en cierto modo grotesco y su entorno muy cercano al espectácul­o circense. Aunque lo mejor ambientado es el círculo familiar, el absoluto control físico y ‘espiritual’ del patriarca, interpreta­do

La de crítico de cine es una profesión que a Summers le hubiera gustado erradicar, y no sin violencia pero con gracia

con enorme fuerza por Holt McCallary. Son momentos de buen cine, de finísima interpreta­ción y de máxima sutileza en el trato de las emociones cuando el padre toma las decisiones sobre cuál de sus hijos es el que debe prepararse para competir por el campeonato. O esos en los que se desliza la sugerencia de que una especie de maldición persigue a la familia, y la dependenci­a entre los hermanos, la necesidad de contacto o la forma de soportar las fatalidade­s que parecen perseguirl­os.

La película le interesará más a todo aquel que conozca el entresijo del ‘wresting’, pero como historia dramática, de ilusiones perdidas y de batidos emocionale­s y familiares, le resultará intensa y cercana a cualquiera.

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