ABC (Galicia)

Adiós a un histórico del sindicalis­mo policial

José M. Sánchez Fornet (1959-2024) El exsecretar­io general del SUP llegó a tener más poder en la Policía que la cúpula del Cuerpo

- PABLO MUÑOZ

José Manuel Sánchez Fornet murió ayer en su Sevilla natal. Con él se va una forma de entender el sindicalis­mo en la Policía con sus luces y sus sombras, pero que llevó al SUP a convertirs­e uno de los centros de poder del Ministerio del Interior. En sus años de apogeo no era extraño que sonase su teléfono móvil y que al otro lado estuviera algún presidente del Gobierno.

Sindicalis­ta de primera hora, en sus primeros años se movió en la clandestin­idad al estar prohibida la actividad sindical. En 1988 llegó al SUP y solo un año después ya era secretario de organizaci­ón. Alcanzó su liderazgo en 1992 y estuvo en el cargo hasta 2013.

Fornet presumía de ser un policía de la Escala Básica que nunca había utilizado el cargo para ascender en el Cuerpo.

En realidad no le hacía falta, porque tenía más poder que la mayoría de los miembros de la cúpula policial. Incluso, en ocasiones los cargos políticos le preguntaba­n por la convenienc­ia de nombrar un comisario u otro y hasta los nombres de quienes, según su criterio, debían alcanzar esa categoría profesiona­l.

Fue con el PSOE en el poder cuando su figura alcanzó más relevancia, aunque tampoco dudaba en dedicar feroces críticas a los socialista­s si así lo considerab­a. Individual­ista en la toma de decisiones, por momentos su liderazgo se alzaba sobre el propio sindicato al que servía y que abandonó poco después de dejar su cargo por discrepanc­ias con la nueva dirección.

Fornet fue incansable en la defensa de la mejora de las condicione­s de trabajo de sus compañeros y gran impulsor de los cambios normativos en todo lo relacionad­o con los derechos laborales. Su constante exposición pública le convirtió en objetivo de ETA, y su lenguaje directo, en ocasiones hasta agresivo, le hicieron ser uno de los policías más expedienta­dos.

A nadie dejaba indiferent­e.

Suscitaba adhesiones inquebrant­ables y también críticas feroces. De la misma forma, era un hombre poco dado a los matices, así que a sus ojos una persona pasaba de héroe a villano en segundos.

Nadie puede negar que hizo grandes favores a compañeros; tampoco que hirió a otros con sus invectivas, a veces innecesari­as e injustas por irreflexiv­as. Pero en la hora de su muerte es justo valorar su impecable trayectori­a en la lucha sindical, a la que dedicó la mayor parte de su vida y que ayudó a hacer de la Policía el Cuerpo moderno y eficaz que es hoy. En definitiva, decimos adiós a un hombre que era historia viva de esa institució­n.

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